Los afectados mostraron su malestar apedreando el autob¨²s de los procesados
Los incidentes que grupos de afectados causaron en el interior del auditorio de la Casa de Campo y en sus proximidades se recrudecieron una vez que fue conocido el fallo del tribunal. La noticia de la escasa cuant¨ªa de las penas impuestas a los acusados fue recibida en la sala con gritos de "no teneis verg¨¹enza", 11 esto es un fraude" y "cr¨ªminales". M¨¢s de 200 personas que se encontraban en el exterior del auditorio expresaron su disconformidad de la forma m¨¢s rotunda: apedreando hasta romperlos casi todos los cristales del autob¨²s en que fueron trasladados todos los acusados excepto Juan Manuel Bengoechea y Ram¨®n Ferrero, conducidos a la madrile?a c¨¢rcel de Carabanchel en una furgoneta del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa.Previamente, y mientras en la sala se intentaba restablecer el orden, m¨¢s de un centenar de afectados se concentraban en las inmediaciones del lugar. Los concentrados, en un ambiente de nerviosismo y crispaci¨®n, entre l¨¢grimas y desmayos, dedicaban ep¨ªtetos irrepoducibles al tribunal, a los acusados, a los polic¨ªas que vigilaban la zona y al presidente del Gobierno. Gritos de ,,asesinos" y "terroristas", proposiciones de ejecuci¨®n inmediata de los acusados -"d¨¦jeme pasar que les voy a sacar los ojos", espetaba una mujer pr¨®xima a la cincuentena a uno de los agentes de protecci¨®n- y escenas de histeria se suced¨ªan mientras varias personas deb¨ªan ser retiradas por los servicios m¨¦dicos.
Un fot¨®grafo de Diario 16 yuna periodista de radio tuvieron que ser atendidos tras ser alcanzados por sendas piedras en la cara.
Otra informadora, de nacionalidad alemana, y que escribi¨® un libro defendiendo la tesis de los organofosforados como causante de la epidemia fue obligada por varios afectados a abandonar el auditorio.
Las fuerzas de orden p¨²blico que custodiaban el edificio tomaron posiciones, realizaron una discreta carga y lanzaron botes de humo para dispersar a los grupos de personas que pretend¨ªan entrar en la sala. La actuaci¨®n policial fue respondida con un¨¢nimes frases de "asesinos, asesinos". Otros, en cambio, justificaban la actitud de los agentes diciendo que 's¨®lo son unos mandados".
Una mujer, de nombre Pilar, mostraba a los periodistas los golpes que un agente le hab¨ªa propinado en la espalda antes de sufrir un desmayo del que muy pronto se restableci¨®. Varios afectados se encararon con los polic¨ªas y estuvieron a punto de derribar a empujones la puerta del auditorio. Finalmente, los tres magistrados tuvieron que leer el fallo protegidos por un cord¨®n integrado por casi medio centenar de agentes formando, hombro con hombro, un semic¨ªrculo en torno al estrado.
"Fraude"
Tras conocer el fallo, los afectados abandonaron la sala con acusaciones de "fraude" y otras como "para esto no hemos estado enfermos ocho a?os y hemosesperado once meses". Los corri llos se multiplicaban y los insul tos proliferaban por doquier "Criminales" era una de las ex presiones m¨¢s suaves que se po d¨ªa o¨ªr al circular por la zona qu daba acceso a la sala.
En la calle, con las lunas de autob¨²s ya rotas, varias perso nas se paseaban con piedras e la mano e intentaban derribar la vallas de protecci¨®n, de m¨¢s d dos metros de altura, colocada desde primeras horas de la ma ?ana. Incluso algunos letrado de la acusaci¨®n fueron increpa dos por grupos de afectados
s¨®lo falt¨® la iniciativa de algun de los m¨¢s exaltados para qu fuesen agredidos.
Los acusados y algunos de sus defensores abandonaron finalmente el recinto en su autob¨²s escoltado por dos veh¨ªculos policiales, bajo una lluvia de piedras. La gravilla del lugar serv¨ªa de munici¨®n.
Tras la partida del autocar, las iras de los congregados se volvieron contra los polic¨ªas y varias de las vallas de contenci¨®n fueron derribadas encimas de lo agentes, que en n¨²mero superio a los 300, todos provistos de material antidisturbios, proteg¨ªan la zona.
Los polic¨ªas aguantaban con estoicismo el chaparr¨®n de ata ques que de forma sistem¨¢tica le ca¨ªa encima.
Los grupos se disolvieron fl nalmente con un sentimiento d frustaci¨®n, mientras el cercan rock¨®dromo se iba llenando d heavys que, ajenos a todos los in cidentes, se dirig¨ªan a escuchar un concierto de varios de sus grupos favoritos.
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