El espacio y el tiempo ya no son lo mismo, piensa Jean-Fran?ois Lyotard
El autor de 'La condici¨®n posmoderna', que est¨¢ harto de esa etiqueta, inaugura un debate sobre el presente
El pensador que con un informe oficial para un Gobierno lanz¨® uno de los debates m¨¢s intensos de los ¨²ltimos a?os, el de la posmodernidad, se siente harto de esa etiqueta e ironiza sobre sus m¨²ltiples deformaciones. Jean Fran?ois Lyotard es uno de esos pensadores internacionales que desde hace unos a?os comparten con los ejecutivos los asientos de la business class en los aviones retrasados por las huelgas. Es una estrella de la industria cultural, secci¨®n filosof¨ªa, de lo que es consciente: sonr¨ªe, mantiene sus distancias y a?ora el tiempo perdido, el ¨²nico que merece la pena. "El espacio y el tiempo ya no son lo mismo", coment¨® ayer en Madrid, donde inaugur¨® el debate Pensar el presente, dos horas despu¨¦s de llegar de Par¨ªs y 20 antes de volverse.
La escena se desarrolla como sigue: el periodista recoge al pensador y ambos se dirigen a la habitaci¨®n del hotel. En la recepci¨®n, el pensador pide la llave de la 306. El recepcionista sonr¨ªe son suficiencia y le alarga la 316. "Pero...". No hay peros: su llave es la 316. El pensador se r¨ªe, como si conociera sus propias flaquezas, y mientras se dirigen a la salita de la habitaci¨®n, cuenta que lo mismo le ocurri¨® hace unos d¨ªas en Am¨¦rica. Vuelve a reirse, tiene una sonrisa bromista y agradable.Se pregunta si esos olvidos ser¨¢n los primeros s¨ªntomas de la enfermedad de Alzheirner, lo que antes, dice, llamaban demencia senil. Comenta su paso por un congreso en Berl¨ªn Este, del que regres¨® anteayer. No, Madrid no le ha parecido particularmente enloquecido este lunes de transici¨®n en que los autobuses vuelven a hacer huelga. "Claro que yo recibo trato de favor", dice; "otra cosa hubiera sido si fuese un marroqu¨ª con la mochila al hombro". "Todas las ciudades son lo mismo", se?ala, y con esa naturalidad de los fil¨®sofos comenta como al paso: "No podemos quedarnos en la claustrofobia [de las ciudades]. No es tan simple. Estamos esclavizados por infinidad de condiciones que determinan nuestra vida, en los transportes por ejemplo, pero a la vez levantamos el tel¨¦fono y hablamos con el otro extremo del mundo. Lo que ha cambiado es nuestra percepci¨®n del tiempo y el espacio, que ya no son lo mismo". Esa es justamente una de las propuestas de la posmodernidad.
Existe una crisis de legitimidad bastante evidente en el saber que concierne a las ciencias, las comunidades pol¨ªticas o las escuelas de arte, ha venido a explicar Lyotard en la ¨²ltima d¨¦cada. Durante siglos, Occidente ha vivido en funci¨®n de grandes respuestas, que ¨¦l llama metadiscursos pues engloban otros discursos: el metadiscurso cristiano, el del progreso, el marxista... que no dan ya m¨¢s de s¨ª: su credibilidad est¨¢ en crisis. "Algo est¨¢ naciendo, o ha nacido ya, qui¨¦n sabe", dice Lyotard (que de forma constante est¨¢ poniendo en duda lo que acaba de proponer).
Un informe sobre el saber
Lo que se iba a convertir en un debate internacional, el de la posmodernidad, naci¨® como un informe oficial encargado a Lyotard por el gobierno de Quebec, sobre el pensamiento que se estaba gestando en las sociedades desarrolladas. Escrito con el entusiasmo menor de los encargos, as¨ª naci¨® el Informe sobre el estado del saber en las sociedades desarrolladas, que luego fue publicado en Francia con el t¨ªtulo La condici¨®n posmoderna. Informe sobre el saber. "Es el ¨²nico de mis libros que he vendido, y creo que el peor", sonr¨ªe. Y comenta: "No se puede decir condici¨®n en alem¨¢n. No saben lo que es".El debate de la posmodernidad cuaj¨® con una rapidez extraordinaria, y es el que ha marcado la ¨²ltima d¨¦cada, aunque no en todos los pa¨ªses: los franceses, seg¨²n Lyotard, permanecieron bastante indiferentes. La posmodernidad se convirti¨® en una etiqueta, una coartada, en multitud de debates, publicaciones culturales, textos de cr¨ªticos, hasta su desvirtuaci¨®n y la n¨¢usea.
"Lo que no quer¨ªa decir es todo est¨¢ permitido o proponer el regreso del retro, como dijo una publicaci¨®n cultural espa?ola tras una entrevista con Lyotard. Estuvo muy tentado de replicar, comenta ahora, y estuvo a punto de entablar demanda cuando una editorial espa?ola tradujo su libro Le difi¨¦rend (El diferendo) por La diferencia, lo que tergiversa el t¨ªtulo pero encaja en el t¨®pico: los franceses siempre est¨¢n hablando de diferencias.
Una d¨¦cada despu¨¦s, las partes del debate se han movido m¨¢s o menos como sigue: los ingleses realizaron un congreso hist¨®rico. Los alemanes, y particularmente J¨¹rgen Habermas, ha criticado severamente las propuestas del posmodernismo al que ha llegado a acusar de movimiento reaccionario. Los italianos "lo digirieron a una velocidad incre¨ªble", algo comprensible si se piensa que en el origen posmodernidad fue un concepto de arquitectos italianos que se comenzaron a preguntar para qui¨¦n construir y bajo qu¨¦ modelos, puesto que los existentes ya no funcionaban. Los norteamericanos, apasionados de post y de pre, ironiza Lyotard, dejaron poco reconocibles las propuestas originales. "Es un debate extra?o, que se mueve o cojea de forma distinta seg¨²n de qu¨¦ se trate o de qui¨¦n lo haga. De todas formas sigo detectando que algo cambia, que quiz¨¢ ha cambiado ya, en la relaci¨®n de la humanidad con sus obras, sus pr¨¢cticas, su espacio y su tiempo... ?Le sirve eso como frase? ?Marchar¨¢?".
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