La deuda: los puntos sobre las ¨ªes
Tras analizar la postura del presidente de Citicorp con respecto a la deuda mexicana, el autor apuesta decididamente por el Plan Brady, porque reconoce la necesidad de eliminar el sobrepeso de la deuda como una condici¨®n necesaria para normalizar las relaciones econ¨®micas entre naciones deudoras y acreedoras.
Recientemente, en una entrevista que le hicieron a John Reed, presidente de Citicorp ¨¦ste expuso sus opiniones sobre la negociaci¨®n de la deuda externa de M¨¦xico con los bancos acreedores. Sus comentarios, como ¨¦l mismo reconoce, abordan el problema exclusivamente desde la perspectiva de un banquero. El eje de su enfoque no es el problema de fondo de la deuda externa mexicana, sino algunas cuestiones de relevancia secundaria. En su an¨¢lisis de la situaci¨®n, Reed no eval¨²a objetivamente la propuesta que M¨¦xico ha presentado, el origen que tiene, la propia objetividad de la propuesta y su relaci¨®n con la nueva estrategia de deuda delineada por el secretario norteamericano del Tesoro, Nicolas Brady.En sus comentarios queda claro que John Reed olvida que M¨¦xico ha llevado a cabo uno de los programas de ajuste econ¨®mico de m¨¢s ¨¦xito de los ¨²ltimos 50 a?os, por el cual la poblaci¨®n mexicana ha tenido que pagar un coste muy elevado. Adem¨¢s, pasa por alto el hecho de que no es posible que se vuelva a dar el crecimiento a menos de que sea eliminado el sobrepeso actual que ejerce la deuda.
La formaci¨®n de la deuda externa de M¨¦xico guarda una estrecha relaci¨®n con el desenvolvimiento de los mercados petroleros. A mediados de los a?os setenta los bancos estaban ansiosos de cooperar con M¨¦xico para desarrollar sus recursos petroleros y su econom¨ªa. Se tom¨® al petr¨®leo como una excelente garant¨ªa, dado que las previsiones que en aquel momento se ten¨ªan sobre el precio del petr¨®leo eran de alrededor de 50 d¨®lares por barril para mediados de los ochenta. Sin embargo, pocos a?os despu¨¦s los precios del petr¨®leo cayeron dram¨¢ticamente y las tasas reales de inter¨¦s se elevaron, reduciendo en consecuencia las utilidades de las inversiones hechas conjuntamente por M¨¦xico y los bancos. Entre 1982 y 1986 los t¨¦rminos globales de intercambio del pa¨ªs cayeron en un 40% acumulado. Esta enorme ca¨ªda redujo la capacidad de M¨¦xico para pagar, a pesar del ¨¦xito de los ajustes estructurales llevados a cabo por el Gobierno mexicano. En este sentido puede hablarse de que la deuda ejerce un sobrepeso. Las necesidades del servicio de la deuda est¨¢n por encima de la capacidad del pa¨ªs para pagar. Para resolver el problema es necesario reducir el monto de la deuda a un nivel compatible con las posibilidades de la econom¨ªa, evitando estar por encima de un nivel que ya es insostenible.
Quisiera mencionar aqu¨ª algunos hechos que no aparecen en la exposici¨®n hecha por John Reed y que son esenciales para mostrar un panorama global del problema de la deuda externa de M¨¦xico. Por ejemplo, John Reed no menciona que la propuesta mexicana est¨¢ basada en el programa econ¨®mico ya aprobado por las instituciones de Bretton Woods. Ello es la muestra m¨¢s clara que puede haber de la consistencia interna y de la viabilidad que tiene. Tampoco hace referencia al hecho de que M¨¦xico llega a la mesa de negociaciones despu¨¦s de haber aplicado un programa serio y profundo de ajuste macroecon¨®mico y de cambio estructural. Menos a¨²n se habla de que durante los ¨²ltimos seis a?os M¨¦xico ha adoptado un ajuste fiscal equivalente al doble del propuesto por la ley Gramm-Rudman de reducci¨®n de gasto en Estados Unidos. Apenas hace menci¨®n de que M¨¦xico ha llevado a cabo un proceso de liberalizaci¨®n comercial y de inversi¨®n extranjera que ha hecho que la econom¨ªa mexicana pase de su tradicional proteccionismo a ser una de las econom¨ªas m¨¢s abiertas del mundo. Sin embargo, de mayor relevancia son los enormes sacrificios que ha tenido que soportar el pueblo mexicano, cuyo ingreso per c¨¢pita ha ca¨ªdo un 18% desde 1982, y este hecho tampoco merece comentario de John Reed.
Detalles t¨¦cnicos
Sin embargo, quisiera comentar algunos detalles t¨¦cnicos que s¨ª son mencionados. Reed tiene un punto de vista con respecto a los swap de deuda por acciones que desestima seriamente el impacto negativo macro y microecon¨®mico que tienen. S¨®lo voy a mencionar cuatro de los problemas m¨¢s importantes que generan:
1. M¨¦xico ha aprendido por experiencia que los swap tienen un gran impacto presupuestario en la medida en que implican tanto un prepago de deuda como un subsidio a la inversi¨®n. De esta manera, los swap no s¨®lo aumentan las presiones inflacionarias a trav¨¦s de su potencial monetarizaci¨®n, sino que tambi¨¦n tienen un gran impacto en los mercados de fondos prestables.
2. Otra importante dimensi¨®n macroecon¨®mica es el coste fiscal que acarrean los swap, ya que son en la pr¨¢ctica un intercambio de deuda externa relativamente barata por deuda interna relativamente cara, a?adiendo as¨ª un impacto negativo m¨¢s al d¨¦ficit operacional del sector p¨²blico.
3. Asimismo, los swap pueden tener un impacto microecon¨®mico muy serio. Como consecuencia l¨®gica de su impacto negativo sobre las finanzas p¨²blicas, los swap obligan a que las autoridades monetarias tengan que racionar este tipo de operaciones. Este racionamiento crea el siguiente problema: muchos participantes potenciales del programa que est¨¢n interesados en el subsidio impl¨ªcito en el swap tienen que ser excluidos. En lugar de continuar con sus planes de inversi¨®n posponen sus proyectos y esperan a la siguiente ronda de swap. De esta manera, un instrumento que fue inicialmente dise?ado para promover la inversi¨®n termina por inhibirla.
4. Dado que es imposible reservar la participaci¨®n en los programas de swap a los extranjeros, la participaci¨®n de mexicanos puede llevar a considerables presiones sobre los mercados cambiarios, al comprarse m¨¢s d¨®lares para pagar este tipo de operaciones.
En suma, los swap tienen un efecto econ¨®mico negativo, y, en consecuencia, formar¨ªan parte de una mala pol¨ªtica econ¨®mica. Introducen grandes distorsiones en los est¨ªmulos a la inversi¨®n y a la producci¨®n, implican subsidios injustificados y pueden amenazar seriamente los esfuerzos de correcci¨®n fiscal y de estabilizaci¨®n de cualquier pa¨ªs.De la misma manera, algunas cifras, comentadas por el presidente de Citicorp, John Reed, en relaci¨®n a la deuda interna de M¨¦xico merecen ser precisadas. Se asegura que las tasas de inter¨¦s reales en M¨¦xico son demasiado altas simplemente porque la deuda interna es demasiado grande. Hay dos formas de contestar esta afirmaci¨®n. En primer lugar hagamos algunas comparaciones internacionales con pa¨ªses que tienen tasas reales mucho menos altas. Por ejemplo, la proporci¨®n de deuda interna con respecto del producto nacional bruto, que en el caso de M¨¦xico es de un 25%, se compara muy favorablemente con las cifras correspondienes a Estados Unidos (37,2%), Italia (58,9%) y al Reino Unido (42,8%).
Incertidumbre de cambio
Una explicaci¨®n m¨¢s plausible tiene que ver con las limitaciones impuestas a M¨¦xico por el sobrepeso de la deuda externa. Contrariamente a lo que John Reed afirma, las tasas reales de inter¨¦s son altas porque el peso de la deuda externa crea incertidumbre cambiaria, lo cual lleva a que se siga pagando un premio a los poseedores de instrumentos denominados en pesos. Las altas tasas de inter¨¦s real en M¨¦xico son un problema de expectativas, y no son atribuibles a la situaci¨®n de las finanzas p¨²blicas.
En cuanto desaparezca el sobrepeso de la deuda, las tasas reales de inter¨¦s con toda certeza disminuir¨¢n. Para entender este fen¨®meno es ¨²til recordar una de las primeras ense?anzas que nos da la experiencia monetaria en econom¨ªas abiertas. Me refiero a que cuando el capital financiero es m¨®vil, la liquidaci¨®n de deuda interna implica fuga de capitales y no menores tasas de inter¨¦s.
Con respecto a la relaci¨®n causal entre el sobrepeso de la deuda y la fuga de capitales, estoy en desacuerdo con la idea de John Reed de que la repatriaci¨®n de capitales se dar¨¢ en M¨¦xico si M¨¦xico paga m¨¢s y no menos los bancos. La contradicci¨®n se hace evidente s¨®lo con notar que la fuga de capitales se da cuando hay incertidumbre cambiaria y en consecuencia, cuando hay un marcada diferencia entre la capacidad de pago de una econom¨ªa y el tama?o de sus obligaciones externas. De tal manera que si M¨¦xico contin¨²a transfiriendo al exterior una fracci¨®n significativa de su producci¨®n, al tiempo que sacrifica la inversi¨®n y el crecimiento, la incertidumbre persistir¨¢ al volverse finalmente reales las expectativas de insolvencia. Por el otro lado, eliminando el sobrepeso de la deuda se restaurar¨¢ el potencial para una recuperaci¨®n sana, rompiendo el ciclo vicioso de fuga de capitales y estancamiento y detonando un ciclo virtuoso de repatriaci¨®n de capitales y expansi¨®n econ¨®mica. Bajo esta luz la repatriaci¨®n de capitales no, es por ning¨²n motivo una condici¨®n para la soluci¨®n del problema de la deuda, sino, muy por el contrario, ser¨¢ la consecuencia de un retorno a la prosperidad.
El Plan Brady es consistente con las propuestas y objetivos de M¨¦xico. Representa una soluci¨®n sensata al problema de la deuda de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, ya que reconoce la necesidad de eliminar el sobrepeso de la deuda como una condici¨®n necesaria para la normalizaci¨®n de las relaciones econ¨®micas entre las naciones deudoras y las acreedoras.
Para M¨¦xico la crisis de la deuda es mucho m¨¢s que una discusi¨®n sobre swap o del retorno de capitales fugados. Es una historia de ajuste, de un esfuerzo extraordinario para transformar la econom¨ªa y de los anhelos de millones de mexicanos por tener una oportunidad de aumentar sus niveles de vida.
Todas las partes involucradas deben comenzar por ver la situaci¨®n desde ambas perspectivas. Creamos el problema de la deuda juntos; por tanto, queda tanto en deudores como en acreedores encontrar la salida. Es tiempo de que los bancos reconozcan lo que los mercados secundarios han estado diciendo por a?os. Todos debemos darnos cuenta que hay mucho que ganar al actuar en conjunto. Y, sin embargo, si los bancos persisten en mantener los ojos cerrados a las realidades econ¨®micas, no habr¨¢ ganadores.
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