Luciano Pavarotti
Del p¨¢nico al avi¨®n a la pasi¨®n por el coche
, Pavarotti lleg¨® ayer tarde al aeropuerto de Barcelona procedente de Viena, donde el lunes ofreci¨® un recital como el que protagonizar¨¢ ma?ana en el Liceo. Vestido con atuendo deportivo, con su inseparable gran pa?uelo echado al hombro, el tenor salud¨® con simpat¨ªa a quienes acudieron a recibirle. Al tener noticia de que hab¨ªa habido gente que aguant¨® casi 24 horas de cola para obtener una entrada, con sus probadas dotes histri¨®nicas brome¨®: "No sigan, me da miedo, miren que cojo el avi¨®n y me vuelvo atr¨¢s". Pero no, no lo hizo. Y no ser¨¢ hasta el viernes cuando volver¨¢ a estar de nuevo por los aires, esta vez rumbo a Mil¨¢n: en su casa de M¨®dena le espera una cadena de televisi¨®n norteamericana que est¨¢ grabando una serie de entrevistas a personajes famosos...Pese a que asegur¨® que durante el vuelo hab¨ªa conseguido dormir una horita, este hombre robusto, que desde principios de la d¨¦cada de los sesenta habr¨¢ escuchado centenares de veces aquello de "abr¨®chense los cinturones y mantengan el respaldo en posici¨®n vertical", no s¨®lo detesta volar, sino que adem¨¢s est¨¢ absolutamente convencido de que quienes afirman pas¨¢rselo en grande levitando a 10.000 metros sobre el nivel del suelo lo hacen para ocultar inconfesados temores de s¨²bita precipitaci¨®n.
La aprensi¨®n de Pavarotti -no compartida por cierto por su buen amigo Jos¨¦ Carreras, gran amante de los reactores- se basa en la m¨¢s s¨®lida de las justificaciones: la de haber sido protagonista de un accidente a¨¦reo del que afortunadamente sali¨® ileso. Fue en 1975, pocos d¨ªas antes de Navidad. El avi¨®n 707 de la TWA procedente de Estados Unidos qued¨® partido en dos en el aeropuerto de Mil¨¢n, sumergido en una espesa niebla que propici¨® la salida del aparato fuera de la pista de aterrizaje. Debido a la p¨¦sima visibilidad, los equipos de rescate no llegaron al lugar del siniestro hasta media hora m¨¢s tarde. No hubo que lamentar v¨ªctimas, pero el susto fue de los que no se olvidan.
El cantante recuper¨® los nervios de italian¨ªsimo modo: a los amigos que hab¨ªan venido a buscarle en coche para llevarle a M¨®dena les pidi¨® por favor que, para serenarse, le dejaran ejercer su conocida pasi¨®n: conducir por carretera. No se nace en la patria de los Ferrari para luego hacerle ascos a las cuatro ruedas. Si las circunstancias se lo permitieran, Pavarotti no se desplazar¨ªa de otro modo. Anda indignado, sin embargo, con los l¨ªmites de velocidad impuestos por las leyes, que le parecen completamente obsoletas. "Si todos los coches se ponen a 160 sin darte cuenta, ?a qu¨¦ viene fijar el l¨ªmite en 120?", suele preguntarse. Como dicen en su pa¨ªs, piove governo ladro.
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