Qui¨¦n la desamoruchar¨¢
La ganader¨ªa de Pablo Romero est¨¢ amoruchada, ?qui¨¦n la desamoruchar¨¢?, el desamoruchador que la desamoruchare, buen desamoruchador ser¨¢. ?La gaffina! Quienes conocen al propietario de la ganader¨ªa de Pablo Romero afirman que sufre porque no encuentra al desamoruchador que se la desamoruche, y en gracia al centenario historial de la divisa, le tienen concedido amplio margen de confianza.Un lustro o m¨¢s hace que le concedieron ese margen, y no la desamorucha. Qu¨¦ la va a desamoruchar. Por el contrario, cada tarde que saltan los pablorromeros a la arena, su primera intenci¨®n es abandonarla por donde vinieron, o brincando tablas, y pues no lo consiguen, se ponen fanfurri?os, atufados, rebecos, pretendiendo que su berrench¨ªn lo pague quien se ponga delante que, naturalmente, es un torero.
P
Romero / Nime?o, Castillo, BoniToros de Pablo Romero, con trap¨ªo, amoruchados, peligrosos. Nime?o II: bajonazo descarado (pitos); dos pinchazos, otro hondo ca¨ªdo, rueda de peones, siete descabellos -aviso- y descabello (bronca). Pedro Castillo: bajonazo escandaloso (silencio); tres pinchazos y descabello (bronca). Boni: pinchazo descaradamente bajo, rueda de peones y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada corta delantera atravesada (silencio). Plaza de Pamplona, 9 de julio. Tercera corrida de feria.
Oficio
Naturalmente, siempre es un torero el que se pone delante de los pablorromeros moruchones y encalabrinados, con unas consecuencias problem¨¢ticas para su integridad f¨ªsica y para su futuro profesional. As¨ª ayer en Pamplona. Obviamente, de lo que ocurra entonces en la arena depende mucho que los toreros sean duchos en su oficio, o como los de Pamplona ayer. Porque los toreros de Pamplona, ayer, pose¨ªan de la lidia una idea remota y algunos hasta un sentido exc¨¦ntrico de la l¨®gica.
Entre los que ten¨ªan un sentido exc¨¦ntrico de la l¨®gica estaban Nime?o II y Pedro Castillo, que en sus primeros toros cogieron los palos para banderillear lucidamente, cuando cualquiera pod¨ªa entender que a los pablorromeros se les pod¨ªa hacer cualquier cosa menos banderillearlos lucidamente.
A¨²n Nime?o, a trancas y barrancas, consigui¨® prender dos pares; pero Pedro Castillo no consigui¨® prender ninguno. El pablorromero se plantaba a ver c¨®mo Pedro Castillo se acercaba corriendo con las manos llenas de garapullos, cuando estaba cerca le mug¨ªa "a¨²n no ha nacido el guapo que garapullee a este cura" y, naturalmente, Pedro Castillo, advertido del siniestro panorama, se absten¨ªa de garapullearle, poniendo tierra de por medio, con 10 de mosqueo a las espaldas.
Finalmente, pidi¨® que le sustituyeran los banderilleros propia mente dichos, por favor, y lo hicieron, aunque despavoridos, tirando los palos de uno en uno, a estilo sioux.
Se arm¨® una gran bronca, que sin embargo dur¨® poco, pues ayer las pe?as estaban pac¨ªficas, respetuosas, simp¨¢ticas; prefer¨ªan cantar, despu¨¦s merendar libar siempre, y con lo que no se libara, rociar el cogote del colega de delante, que lo agradec¨ªa.
A los diestros no les costaron caras sus inhibiciones, en cuanto al enfado del p¨²blico se refiere, pues ese enfado solo era testimonial. A fin de cuentas, bastante ten¨ªan con los pablorromeros amoruchados, que al par de pases cog¨ªan sentido, distingu¨ªan perfectamente muleta de muletero, se frenaban a mitad del viaje, derrotaban al bulto. Porque eran toros; pues si llegan a ser humanos, organizan all¨ª un desaguisado. Los humanos siempre tuvieron peor ley que los toros.
Nime?o, Castillo y Boni pusieron su mejor voluntad para correr la mano, trazar derechazos, naturales o lo que fuera menester, y cierto que alg¨²n pablorromero se dej¨® dar media docenita -tal que el cuarto- pero tan sin clase, sin casta, y sin sal, que mejor era matarlos. Y los mataron. A bajonazos.
La corrida de ayer en Pamplona pasar¨¢ a la historia: ni los m¨¢s veteranos sanfermineros recuerdan otra peor.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.