Con la vaca a cuestas
La Ruman¨ªa de la 'sistematizaci¨®n', vista desde Scomicesti, el pueblo natal del l¨ªder Nicolae Ceaucescu
ENVIADA ESPECIAL, En lo alto de una colina, en el lugar m¨¢s bello de este pueblo a 200 kil¨®metros al oeste de Bucarest, una cruz se?ala la tumba de Alexandru (18891977) y Andruta (1890-1972) Ceaucescu, los padres del "fundador genial", el "l¨ªder clarividente", la "brillante personalidad" y el "hijo favorito" de Ruman¨ªa. El pueblo es Scornicesti, un n¨²cleo rural que no correr¨¢ la suerte de los cerca de 8.000 pueblos de Ruman¨ªa de menos de 2.000 habitantes que ser¨¢n convertidos en centros agroindustriales con la puesta en marcha del plan desistematizaci¨®n recuperado por el l¨ªder Nicolae Ceaucescu.
La tumba de los padres de Ceaucescu es la mayor de este buc¨®lico cementerio, cuyos muertos, tal vez compa?eros de juegos del joven Nicolae, parecen haber sido desplazados y comprimidos en peque?as parcelas detr¨¢s de la limpia superficie de m¨¢rmol blanco dedicada a los dos campesinos. Su foto, ovalada y color sepia, est¨¢ adosada a la cruz: Andruta, con un pa?uelo en la cabeza, y Alexandru, muy parecido al hijo m¨¢s famoso de su numerosa prole, con el mismo arranque del cabello y las mismas poderosas orejas.Cuando Scornicesti no era a¨²n una ciudad, seg¨²n la clasificaci¨®n oficial, que da este t¨ªtulo a las villas de m¨¢s de 10.000 habitantes, ni cumpl¨ªa los planes de entrega de cereales al Estado mejor, que nadie en la provincia de Olt, Andruta y Alexandru iban a sacar agua del pozo, hoy decorado con sus caras talladas en madera. El pozo est¨¢ frente a la casa natal de Ceaucescu, vigilada por un guardia de desali?ado aspecto. En la casa viven a¨²n, nos dicen, familiares del presidente. Al otro lado de la verja se divisa un frondoso jard¨ªn y una mansi¨®n rural muy diferente de las humildes casitas de los vecinos.
La cuna de la edad de oro de Ruman¨ªa participa, como todo el pa¨ªs, de la floresta de elogios al l¨ªder, desperdigados en carteles por el paisaje. En el museo hay una foto-mural de un mitin en 1939. Uno de los participantes tiene la cara de Ceaucescu y el otro la de Elena, la esposa del presidente, cuya figura es una de las variantes sucesorias -con i valor permanente o transitorio- que manejan hoy los ruman¨®logos.
Scornicesti, por lo dem¨¢s, tiene un enorme estadio para e equipo de f¨²tbol local, una f¨¢brica de confecciones, otra de cerveza y una buena carretera de acceso. El pueblo es un buen ejemplo del programa de sistematizaci¨®n, que quiere convertir aceleradamente a los campesinos en habitantes urbanos por el procedimiento de ponerles piso a quienes ahora tienen casa y huerto que les permite una fuente de subsistencia individual al margen del Estado.
En los pisos no cabe la vaca, que los aldeanos, faltos de piensos, llevan a pacer al borde de la carretera, y en los balcones no pueden plantarse los ¨¢rboles, cuyas frutas venden al borde del camino. Por eso, el terror que sienten los campesinos ante estas mudanzas-deportaci¨®n se extiende a los vecinos de Scornicesti y es justificado en un pa¨ªs donde la carne y los huevos aparecen raramente en las tiendas, las verduras son un producto estacional y de escaso repertorio, la mantequilla y el az¨²car est¨¢n racionados y la calefacci¨®n, regulada por el Estado, se mantiene a temperaturas dignas de un fraile cartujo.
Pisos para los campesinos
El programa de sistematizaci¨®n har¨¢ desaparecer todas las localidades de menos de 2.000 habitantes mediante la reconversi¨®n de pueblos y aldeas en centros agroindustriales. El proyecto, una idea de los a?os sesenta recuperada por Ceaucescu, afecta a casi 8.000 pueblos y supone el traslado del 60% de la poblaci¨®n rural a pisos. Observadores sobre el terreno piensan que el 90% de quienes deber¨¢n abandonar sus viviendas residen en casas aceptables."Armonizar", "civilizar" y "modernizar" son los verbos utilizados oficialmente. "Proletarizar", "controlar", "unificar" y liquidar la peque?a propiedad son las intenciones ocultas que atribuyen los estudiosos occidentales a la campa?a emprendida por el m¨¢s ilustre hijo de Scornicesti, adonde tambi¨¦n han llegado las excavadoras. Filas de construcciones de tres o cuatro niveles con tejados inclinados van sustituyendo poco a poco a las casas campesinas. Los habitantes de las viviendas-modelo descansan del calor de la sobremesa en los patios de vecindad rodeados de hormig¨®n y cruzan la calle para tirar la basura junto a la iglesia. En la librer¨ªa no faltan las obras completas de Ceaucescu y un grueso volumen sobre la "era de Ceaucescu".
Al igual que las tumbas de Alexandru y Andruta desplazan a las otras en el cementerio de Scornicesti, los proyectos de 11 sistematizaci¨®n" marginan y condenan a desaparecer a los pueblos tradicionales, y hasta a la Bucarest burguesa y provinciana de anta?o. Desde 1984 una ambiciosa reestructuraci¨®n avanza, a golpe de gr¨²as y excavadoras, sobre las villas con jard¨ªn que eran parte de la fisonom¨ªa de la capital. El n¨²cleo del proyecto es un gigantesco edificio que combina reminiscencias estalinianas con la seducci¨®n por el rococ¨®.
El edificio, donde se albergar¨¢n las m¨¢s altas instituciones, del Estado, incluido el comit¨¦ central del partido comunista rumano, emerge, como un pastel de bodas, al fondo de la avenida de la Victoria del Socialismo. De cuando en cuando, dicen los residentes, el presidente viene a mirar las obras y a dar un consejo pr¨¢ctico. En los d¨ªas precedentes a la cumbre del Pacto de Varsovia, los escaparates se llenaron de mercanc¨ªas de lujo. S¨®lo para mirar, pues las tiendas continuaban cerradas.
Colas para comprar huevos
Hoy, los habitantes de Bucarest se atropellan para comprar pescado, mientras un polic¨ªa advier-te a los curiosos que "esto no es un partido de f¨²tbol". Los curiosos se pasean con bolsas llenas de barras de pan y hacen colas para el agua mineral y los huevos. El escenario no es nuevo para un observador llegado de Mosc¨², pero el d¨¦ficit parece m¨¢s alevoso en Bucarest, por cuanto los alimentos que faltan en las tiendas, como la carne, existen en Ruman¨ªa abundantemente, pero se exportan al extranjero.
Rumania termin¨® de pagar su deuda exterior en marzo y hoy se al¨ªa con los albaneses en su rechazo oficial del endeudamiento. La deuda rumana era de 11.000 millones de d¨®lares en 1980, y entre 1975 y 1989, Bucarest pag¨® 21.000 millones de d¨®lares, de los cuales m¨¢s de 7.000 eran intereses, seg¨²n los datos oficiales.
Muchos pensaban que, al acabar de pagar la deuda, iban a vivir mejor, pero las expectativas son oscuras, teniendo en cuenta las necesidades de modernizaci¨®n industrial y los ambiciosos objetivos del quinquenio 19901995. Ruman¨ªa ha previsto un crecimiento anual de la producci¨®n industrial del 7% al 7,5%, un crecimiento agr¨ªcola del 5,5% al 6% y un aumento de las exportaciones de un 9% a un 9,5%. El descontento popular puede desempe?ar un papel creciente en el futuro, en opini¨®n de medios sovi¨¦ticos.
Los rumanos, que s¨®lo tienen tres horas diarias de televisi¨®n, reciben de sus medios de informaci¨®n una imagen deformada de la realidad en los pa¨ªses socialistas. Las elecciones en Polonia no han existido pr¨¢cticamente, como tampoco lo han hecho las reivindicaciones democr¨¢ticas de la plaza Tiananmen. El Con greso de los Diputados de la URS S es una prueba de la cr¨ªtica est¨¦ril, seg¨²n funcionarios rumanos que lo han seguido en sus te levisores con la ayuda de una an tena especial. Los rumanos han protestado por un cr¨ªtico art¨ªculo sovi¨¦tico escrito por el estoniano Tit Made en la Prensa de Talin y reproducido por la Prensa h¨²ngara.
La vida "est¨¢ bajo el asfalto", dice un observador pol¨ªtico del Este res Idente en Bucarest, refiri¨¦ndose a los focos que mantienen los valores racionales con la mayor dignidad posible m¨¢s all¨¢ del incienso oficial, como por ejemplo la revista Secolul 20, que dirige Dan Haulica.
En marzo, seis veteranos comunistas dirigieron una carta abierta a Ceaucescu denunciando la situaci¨®n. Su paciencia se hab¨ªa acabado o bien ve¨ªan nuevas perspectivas. Se trataba de personalidades que han colaborado ampliamente y hasta hace poco con Ceaucescu, y el rumano de a pie, enterado del gesto por las emisoras occidentales, no establece solidaridades con tr¨¢nsfugas de ¨²ltima hora. La misiva estaba firmada por el antiguo secretarlo general Gueorgue Apostol y el miembro fundador del partido comunista rumano Constantin Pirvulescu, que fue voluntario en el Ej¨¦rcito Rojo y miembro del partido comunista sovi¨¦tico desde 1919. Junto a ellos firmaban el ex viceprimer ministro Alexandru Birladeanu, el ex ministro de Exteriores y ex embajador en Francia Cornellu Manescu, el ex embajador en Estados Unidos y la ONU Silvio Brucan y Grigori Raceanu.
El diario gubernamental sovi¨¦tico Izvestia inform¨® sobre la carta de los seis altos comunistas, algunos de los cuales tienen buenas conexiones en Mosc¨², hoy punto de referencia para los reformistas privados de voz o bajo arresto domiciliario. La atm¨®sfera de deshielo sovi¨¦tica se cuela en Secolul 20, que ha publicado a Yuri Trifonov o Evguem Yevtucheriko. Anna Blandiana, la poetisa ca¨ªda en desgracia por su poema sobre un gato vanidoso que recordaba demasiado al presidente, ha sido publicada en Mosc¨². Mircea Dinescu, el cesado director del semanario Romania Literaria, est¨¢ casado con una traductora de literatura rusa que ha visto congelada la publicaci¨®n de unas traducciones de Pasternak.
Tiras de Barbarella
Tambi¨¦n en provincias, por debajo del asfalto, brillan lucecitas que podr¨ªan desarrollarse en condiciones de mayor permisividad. Es el caso de Orion, un suplemento de ficci¨®n cient¨ªfica editado en Kraiova con cuentos de Isaac Asimov y tiras de Barbarella.El futuro es "opaco", afirma un diplom¨¢tico occidental. Hay quien piensa que el sucesor espera en provincias, elogiando ahora, como todos los dem¨¢s, al l¨ªder. Un observador del Este contaba la sorpresa que le hab¨ªa causado la energ¨ªa y naturalidad de un secretario provincial del partido. No se trataba, ciertamente, de Nicu Ceaucescu, enviado por su madre Elena a hacer m¨¦ritos como jefe del partido en Sibiu.
Ceaucescu goza de buena salud y agilidad mental, seg¨²n un diplom¨¢tico que le vio dar respuestas improvisadas a una delegaci¨®n de agresivos ejecutivos norteamericanos. Y tambi¨¦n se cuenta que Todor Yivkov, el l¨ªder b¨²lgaro, se quej¨® a su vecino de que los rumanos "gorroneaban la televisi¨®n b¨²lgara. ?Por qu¨¦ no prolongas las transmisiones?", le dijo Yivkov a Ceaucescu. "Tres horas en pantalla las puedo aguantar, pero cuatro no", respondi¨® Nicolae.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.