Un juego arriesgado
La presente escaramuza por el liderazgo conservador ha servido, por exclusi¨®n, para barajar nombres de hipot¨¦ticos candidatos con posibilidades. Es un juego arriesgado con Thatcher, que en los dos ¨²ltimos a?os ha arrojado por la borda a varios hombres .que en su momento parecieron haber sido tocados con la varita m¨¢gica que les convert¨ªa en eventuales herederos.Despu¨¦s de que Thatcher anunciara que piensa seguir, sir Anthony Meyer dijo sentirse a¨²n m¨¢s obligado a presentar su candidatura, aunque s¨®lo fuera en beneficio de la democracia; Dennis Healy, ex ministro laborista, dijo que la primera ministra quer¨ªa convertirse en "la Ceaucescu de Occidente", y las casas de apuestas admitieron posturas sobre la posibilidad de que Thatcher siga en Downing Street en el a?o 2.000.
El desafilo de Meyer interesa muy en particular a una serie de pol¨ªticos con ambiciones que, parad¨®jicamente, no pueden hacer nada, porque el Partido Conservador no perdona a quien empu?a la daga. Ya hay dos generaciones de pol¨ªticos que aspiran al laurel tory, y es el europe¨ªsta Heseltine quien, desde su abrupta salida del Gobierno, hace casi cuatro a?os, m¨¢s ¨¦xito ha tenido en el cultivo de las bases del partido. Sir Geoffrey Howe, al igual que Heseltine, tambien dar¨ªa un brazo por la volatilizaci¨®n de Thatcher.
Conforme pasa el tiempo, esa generaci¨®n pierde posibilidades en favor de j¨®venes sin la necesaria experiencia en el Ejecutivo. Chris Patten, ministro de Medio Ambiente, es la cara amable del conservadurismo, cuya vertiente thatcheriana es el nuevo ministro de Hacienda, Major.
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