Fetistas
Con el registro de la clínica Acuario, de Pere Enguix, en Valencia, ya son no sé cuántos los actos de agresión ?legal? contra el tranquilo ejercicio del precariamente reconocido derecho de la mujer a interrumpir su embarazo. Resulta difícil no sospechar que existe una mafia de cruzados que, en caso de legalizarse, debería adoptar el nombre de Asociación de Amigos del feto contra las Personas, o contra las Mujeres. Resulta imposible no pensar que el Estado, tras la aprobación de una mezquina ley del aborto, se muestre incapaz de hacer efectivos los escasos derechos que se ha visto obligado a reconocer. Primero fue el fracaso en asegurar la realidad de las interrupciones de embarazo en los centros de la Seguridad Social. Después, está siendo el acoso a las clínicas privadas que proporcionan este servicio médico. Médicos, policías y jueces pueden hacer en este momento que lo que, en cualquier caso, es para la mujer una coyuntura dificil, pueda convertirse en un verdadero infierno. Conocemos el profundo desprecio a la mujer y la total ausencia de delicadeza habitual en los fetistas. El respeto al dolor físico o moral de las personas no es precisamente una característica del integrismo católico. Lo que sorprende es ver a un Gobierno oficialmente moderno y progresista, que exhibe dos ministras, inhibirse sobre el asunto como si estuviese en la clandestinidad y, además, de vacaciones, permitiendo que una ley aprobada por las Cortes se convierta en una trampa para cazar mujeres incautas y médicos incautos. Y más en un momento en que el jefe de la oposición, se?or Aznar, se ha expresado sobre el tema en términos tolerantes que le honran como demócrata y político.Sería demasiado esperar que este Gobierno reconociera motu proprio el derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo y a ser consideradas sujetos plena y libremente responsables. No lo es exigirle que el espíritu de una ley aprobada en Cortes no se vea pisoteado por fantasmas fácticos.
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