El falso debate sobre un compl¨® improbable
Pasada ya la tormenta inicial del espasmo revolucionario rumano, cuando el chaparr¨®n de noticias electrizantes se aten¨²a en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos europeos, la Prensa francesa machaca en caliente una y otra vez sobre la posible existencia de un compl¨® previo a la revoluci¨®n de diciembre. Al margen de maniobras no declaradas, no deber¨ªa ser ¨¦sta la discusi¨®n preferente entre los analistas del fen¨®meno rumano; existen otros mecanismos, muy presentes en la realidad social del pa¨ªs, aunque resulten menos sensacionalistas.En realidad, la cuesti¨®n de si realmente hubo o no un compl¨® est¨¢ fuera de lugar. Es el trasfondo y origen del debate lo que resulta significativo para medir su importancia: proviene de Francia, y la pasi¨®n que han puesto las instituciones informativas, caritativas, intelectuales y gubernamentales de este pa¨ªs en la explosi¨®n rumana prefigura la magnitud de la escalada de luchas, sordas o tonantes, que las potencias europeas van a lidiar en el futuro por la partici¨®n de Europa oriental en ¨¢reas de influencia.
Estrategia gala
En un primer momento, la pol¨¦mica abierta por la cadena televisiva francesa FR-3 tuvo mucho que ver con la natural competencia informativa e ideol¨®gica entre los media franceses, que han desembarcado masivamente en Ruman¨ªa. Pero en la posterior unanimidad de los periodistas franceses por mantener los rescoldos de la discusi¨®n, y en las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, Roland Dumas, se est¨¢ ya perfilando una segunda fase de la estrategia gala: sostener las fuerzas pol¨ªticas del exilio rumano (liberales y nacional-campesinos), cuyos cuarteles generales est¨¢n precisamente en Par¨ªs. Ya mantuvieron activas reuniones para desarrollar su estrategia a comienzos de enero, y su primer movimiento pasa por enviar a Bucarest, a lo largo de estos d¨ªas, a algunos de sus m¨¢s insignes representantes (ya estuvo all¨ª Ionitoiu, del PNC, y han llegado ahora los liberales Vintila Bratianu y Radu C?mpeanu, la gran promesa de este partido). En un panorama pol¨ªtico tan vacuo como el rumano, los hombres del exilio, devendr¨ªan r¨¢pidamente excelentes agentes de los intereses franceses en el pa¨ªs. De paso, el mantenimiento de los rumores sobre una posible conspiraci¨®n prerrevolucionaria -lo cual, parad¨®jicamente, dar¨ªa la raz¨®n a las desesperadas acusaciones de Ceaucescu- socava la credibilidad del CFSN, o al menos de sus l¨ªderes de reciente pasado comunista. En efecto, si prospera la teor¨ªa de que la revoluci¨®n fue algo m¨¢s o menos programado, Iliescu y Roman perder¨ªan la autoridad moral que implica ascender al poder a lomos de las masas en revoluci¨®n espont¨¢nea, y podr¨ªan llegar a ser m¨¢s f¨¢cilmente manipulables desde Par¨ªs.
Puede que, como afirman machaconamente los franceses, el frente existiera desde hac¨ªa, medio a?o; pero, aunque fuera cierto, no demuestra nada. El mundo de las elites pol¨ªticas y culturales en un Estado comunista como la Ruman¨ªa de hace pocos d¨ªas era muy cerrado y, sobre todo, muy peque?o. En torno a ¨¦l se articul¨® una especie de clase media alta, incluso una aristocracia de partido. Iliescu pertenec¨ªa a ella, pero tambi¨¦n Petru Roman, hijo de un brigadista y una espa?ola, ambas ¨¦lites muy influyentes en los a?os cincuenta y sesenta. Los hijos de los entonces comunistas espa?oles refugiados en Bucarest recuerdan con familiaridad a muchos de los protagonistas de la actual revoluci¨®n: eran sus vecinos en el barrio residencial de Floreasca. No era raro que alguno paseara de peque?o a Nicu Ceaucescu en su bicicleta ("aquel tontaina atolondrado a quien todos dejaban solo"), jugara en casa de Corneliu Manescu con alguno de sus hijos, o huyera despavorido ante la posibilidad de un ligue con la fea Zoia Ceaucescu. Muchos conflictos con el dictador ni siquiera ten¨ªan una ra¨ªz pol¨ªtica: el difunto Corneliu Bogdan, hasta hace poco portavoz del CFSN, vio arruinada su carrera por el embarazo fortuito de su hija mientras era embajador en Washington.
Una especie de Vaticano
No hay nada de extra?o que en esos c¨ªrculos cerrados se tejieran contactos o se intercambiaran chismorreos que ni llegaban a conspiraciones de opereta. Tampoco resultaba extra?o para alguno el frecuentar la gigantesca Embajada sovi¨¦tica, una especie de Vaticano dentro de la ciudad. Hundido el r¨¦gimen de Ceaucescu en medio de una tremenda confusi¨®n, suben al poder los que realmente pueden hacerlo, en un inmenso vac¨ªo pol¨ªtico. Adem¨¢s, Ceaucescu hizo desaparecer a sus oponentes, pero tambi¨¦n manipul¨® a muchos otros y los enfrent¨® entre s¨ª, incluyendo a alguno de los c¨ªrculos o personalidades del exilio, por lo que abundan los manchados.
El d¨ªa 22 de diciembre, muy pocos eran susceptibles de hacerse con el poder y conservarlo tras la ca¨ªda del dictador; la autoselecci¨®n entre viejos conocidos, aunque susceptible de nuevas purgas, fue casi autom¨¢tica.
Petru Roman es un s¨ªmbolo perfecto de la v¨ªa extremadamente posibilista ensayada por la nueva directiva: miembro de la elite del partido pero no comprometido, frecuentador de las cultas tertulias del acad¨¦mico Draganescu -donde conoci¨® a Iliescu-, tecn¨®crata, pol¨ªglota, conocedor de Occidente (estudi¨® en Toulouse), de aspecto cosmopolita, mejor que un Adolfo Su¨¢rez. Incluso f¨¢cilmente intercambiable dentro de tres meses. No se le puede tener en cuenta el ser poco h¨¢bil ante la potencia avasalladora de unos media franceses que le han puesto el foco en la cara.
Una autoridad cr¨ªtica, el destacado disidente Virgil Tanase, parece haber moderado sus opiniones a su regreso de Ruman¨ªa. Sabe que Iliescu es un pol¨ªtico h¨¢bil e inteligente, que los actuales dirigentes no hubiesen podido sacar a la calle a la poblaci¨®n con s¨®lo chasquear los dedos, y que hace falta una cierta dosis de pragmatismo para sobrevivir hasta el verano. En lo que cabe, los dirigentes del CFSN son los adecuados para solventar transitoriamente y bajo vigilancia de la calle uno de los momentos m¨¢s graves de la historia rumana. Aunque ahora muchos desconf¨ªan de la nueva c¨²pula dirigente aristocr¨¢tica, sus miembros, como m¨ªnimo, conocen los resortes del poder y lo han vivido desde peque?os. Y por ello, en cierto modo, est¨¢n m¨¢s inmunizados que el anterior dictador arribista contra sus efectos embriagadores.
Desmontar el sistema
Queda la alternativa de los partidos hist¨®ricos, pero ¨¦stos deben a¨²n organizarse m¨ªnimamente, y despu¨¦s convencer.
Los dirigentes del exilio, esto es, los Bratianu, C?mpeanu, Ionitoiu o Ratiu, han estado fuera del pa¨ªs durante mucho tiempo, la mayor¨ªa son unos ancianos. Los sobrevivientes en el interior, de los que destaca el nacional-campesino Coposu, son escas¨ªsimos; ahora se les juntan militantes muy j¨®venes o muy viejos, pero los nacional-campesinos, por ejemplo, s¨®lo han reunido a unos 200 seguidores en su primera manifestaci¨®n p¨²blica del 7 de enero.
En conjunto, todos desear¨ªan desmontar lo m¨¢s r¨¢pidamente posible el sistema; pero eso es una tarea cicl¨®pea, con lo que implica de reprivatizar la econom¨ªa, crear un sistema bancario moderno, cambiar de arriba a abajo la legislaci¨®n del pa¨ªs o terminar con los vicios sociales heredados del anterior sistema, por citar algunos ejemplos.
De momento, liberales y nacional-campesinos est¨¢n muy excitados y cuentan con el cr¨¦dito que les dan el martirio y unas viejas siglas. Pero no hay mucho m¨¢s; ni siquiera sabemos hasta qu¨¦ punto retomar¨¢n unos programas pol¨ªticos heredados de los a?os treinta. Y es que por si fuera poco, echando un vistazo serio a la historia, resulta que ambas formaciones ya fracasaron desde el poder en aquella ¨¦poca.
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