B¨²squeda y necesidad del ¨¦xito
ENVIADO ESPECIAL, Era necesario. La audacia del proyecto -una ¨®pera popular en plena plaza de la Bastilla dotada de los medios t¨¦cnicos m¨¢s avanzados- se hab¨ªa visto envuelto en una gran pol¨¦mica, no exenta de contestaci¨®n, y en una sucesi¨®n de intrigas y luchas por el poder. La puesta en marcha se estaba demorando en exceso. Hab¨ªa que empezar. Y aunque los franceses son especialistas en sacar fruto de estas situaciones, la tensi¨®n se mascaba en el ambiente., No iba a ser menos la nueva Opera de Par¨ªs que la pir¨¢mide del Louvre, el museo de la estaci¨®n de Orsay o el mismo centro Beaubourg.No ha ten Ido la direcci¨®n del teatro la urgencia de inventar un t¨ªtulo de inaguraci¨®n que reuniese todas las caracter¨ªsticas que la ocasi¨®n requer¨ªa: grandeza, espectacularidad, oportunidad y, adem¨¢s, ser franc¨¦s. Lo ten¨ªan en Los troyanos de Berlioz, rechazada en su d¨ªa en su versi¨®n ¨ªntegra de cinco actos (en 1863 se estren¨® en Par¨ªs ¨²nicamente la segunda parte, Los troyanos en Cartago). La recuperaci¨®n hist¨®rica parisina pasaba a primer plano. Era un acto de desagravio, aunque en la pr¨¢ctica alg¨²n peque?o corte en el tercer y cuarto acto imped¨ªa redondear el intento.
Funci¨®n inaugural del teatro de la Bastilla de Par¨ªs
Los troyanos, de H¨¦ctor Berlioz. Direcci¨®n musical: Myung Whun Chung. Direcci¨®n esc¨¦nica: Pier Luigi Pizzi. Int¨¦rpretes: Shirley Verret, Grace Bumbry, George Gray, Kjell Magnus Sandve y Donald Kaasch. Teatro de la Bastilla (funci¨®n inaugural). Par¨ªs, 17 de marzo.
El joven director coreano Myung Whun Chung fue el gran triunfador de la noche inaugural del Teatro de la Bastilla. Consigui¨® el equilibrio entre la serenidad de una obra que tiene a Virgilio como arranque, pero en la que tambi¨¦n palpitan Homero y Shakespeare, viniendo los ecos musicales de Gluck o Cherubini, con un romanticismo que en ocasiones roza la desmesura. Y lo consigui¨® con una planificaci¨®n sonora contenida, sin excesos. La inteligencia musical daba el tono a la tragedia, pero tambi¨¦n al apunte ¨ªntimo.
En blancos, grises y negros, Pier Luigi Pizzi compuso los dos primeros actos (La conquista de Troya). Despu¨¦s, ya en Cartago, ampli¨® la gama crom¨¢tica a rosas p¨¢lidos, amarillos tostados, naranjas, morados y, posteriormente, rojos. La concepci¨®n esc¨¦nica subraya los valores pl¨¢sticos, est¨¦ticos. El movimiento es suelto, destacando los valores expresivos de los brazos en los conjuntos corales. Consigui¨® momentos espl¨¦ndidos. En los dos ¨²ltimos actos, vulgares, sin inspiraci¨®n y con alguna pretenciosidad, se vino abajo. Fue abucheado por un sector de p¨²blico con excesiva severidad.
El lunar de la noche
Toda producci¨®n oper¨ªstica necesita la guinda de unos primeros cantantes. Fue el gran lunar de la noche. Shirley Verrett (Dido) tiene un enorme talento dram¨¢tico y supli¨® con su extraordinaria escuela vocal e interpretativa la dureza de su registro agudo y la insuficiencia del grave. Grace Bumbry adolece de expresividad para mostrar los conflictos y tensiones del personaje de Casandra. Su visi¨®n fue plana. El norteamericano George Gray es un tenor de voz poco ensanchada para Encas. Da todas las notas, sin profundizar en el estilo. Result¨® fr¨ªo. Destacaron en cambio, dentro de un buen nivel de secundarios, el noruego Kjell Magnus Sandve y el norteamericano Donald Kaasch.Fue, en cualquier caso, un gran espect¨¢culo. El arranque, al que asistieron importantes personalidades del arte, la econom¨ªa y la pol¨ªtica (tambi¨¦n la m¨²sica: Olivier Messiaen estaba en la sala), tuvo dignidad y hasta muy buenos resultados en los conjuntos estables, orquesta y coro. El sonido es claro, el escenario tiene inmensas posibilidades. Algunas deficiencias en la manipulaci¨®n de la maquinaria, unido a los reparos comentados m¨¢s arriba, no impidieron que la funci¨®n inaugural del Teatro de la Bastilla de Par¨ªs -un d¨ªa hist¨®rico para la ¨®pera- tuviese lo que m¨¢s buscaba, lo que m¨¢s necesitaba: ¨¦xito.
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