El arte seductor de Mozart
Ya lo escribi¨® Stendhal: Mozart siempre encanta. Ten¨ªa raz¨®n, volvieron Las bodas de F¨ªgaro, un Mozart siempre esperado y escasamente practicado en Madrid. Y con la ¨®pera sobre Beaumarchais llegaba tambi¨¦n a las tablas madrile?as un nuevo valor de nuestra l¨ªrica, con significativos ¨¦xitos a la espalda, anunciado y cantado largamente por autoridades en la materia, como Berganza, Domingo y Carreras. No es mala tarjeta de presentaci¨®n. Adem¨¢s, el reparto, en su conjunto, ten¨ªa calidad y equilibrio, y del director Ros Marb¨¢ pod¨ªa esperarse cuanto puede dar, que es mucho, siempre teniendo en cuenta los medios y las circunstancias.
Personajes
Las bodas de F¨ªgaro
Teatro L¨ªrico Nacional. Las bodas de F¨ªgaro, de Da Ponte, sobre Beaumarchais. M¨²sica de W. A. Mozart. Int¨¦rpretes: R. Stilwell (Alma Viva), Lella Cuberli (Condesa), Mar¨ªa Bayo (Susana), Carlos Chausson (F¨ªgaro), Diana Montague (Cherubino), Anne Mason (Marcelina), Alfonso Echeverr¨ªa (Bartolo), Robin Leggate (Basilio), Santiago Jeric¨® (Don Curzio), Cathryn Pope (Barbarina) y Jos¨¦ Antonio Carril (Antonio). Coro y orquesta titulares. Direcci¨®n Musical: A. Ros Marb¨¢. Direcci¨®n esc¨¦nica: M. Hunter. Escenarios y trajes: Sue Blane. Luces: Durbam Marenghi. Coreograf¨ªa: Goyo Montero. Clave: Pablo Cano. Director coro: Ignacio Rodr¨ªguez.Producci¨®n de la Weish National Opera. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 5 de abril.
As¨ª pues, el p¨²blico abonado y los que, sin serlo, lograron localidades se las promet¨ªan felices y, a mi modo de ver, las tuvieron. Es verdad que no lleg¨® a producirse el gran ¨¦xito -esas noches de triunfo tumultuoso-, pero en Madrid y con Mozart este tipo de reacciones extremas resulta todav¨ªa dif¨ªcil.En Las bodas, una de las m¨¢s geniales creaciones de su autor, se produce invariablemente un efecto: acaban import¨¢ndonos m¨¢s los personajes que la misma acci¨®n que desarrollan. Mozart, por otra parte, cuid¨® con suprema atenci¨®n cada individualidad, y as¨ª aparecen plenamente caracterizados F¨ªgaro y el Conde, la Condesa y Susana, Don Basilio y Don Bartolo.
Y hasta cada situaci¨®n an¨ªmica de las diferentes figuras principales encuentra su traslaci¨®n musical en medio de un ambiente tan delicioso como la mejor sinfon¨ªa del salzburgu¨¦s. Ya la obertura, de la que apenas reaparece en la ¨®pera alg¨²n inciso mel¨®dico, nos alerta sobre el esp¨ªritu de la obra, cuya accidentada an¨¦cdota seguimos paso a paso, gracias a Mozart, como si la desconoci¨¦ramos. Pero ¨¦sta es la virtud de las creaciones verdaderamente geniales. Por muchas veces que se representen y mucho tiempo que pervivan, no se repiten, renacen en todos sus valores.
Es importante y hasta condicionante el de una vocalidad dependiente del texto. Presos de la dramaturgia, atentos al quehacer de los cantantes y al ser de sus personajes, olvidamos a veces esa dimensi¨®n primera de la ¨®pera: lo que Luis de Pablo denomina "vitalidad ling¨¹¨ªstica", "fisonom¨ªa sonora del idioma", tan real que hace casi imposibles las traducciones de los libretos.
Pienso incluso que el escaso ¨¦xito de Las bodas de F¨ªgaro cuando se estrena en Madrid en el teatro de los Ca?os del Peral a comienzos del siglo pasado pudo obedecer, en buena parte al hecho de que se cantara en traducci¨®n castellana. En este aspecto ling¨¹¨ªstico-musical, como en todos los dem¨¢s, el F¨ªgaro fue resuelto por Mozart de manera no s¨®lo mod¨¢lica, sino genial. Nos lo acaban de demostrar anteanoche, una vez m¨¢s.
La fidelidad informativa nos obliga a se?alar tres triunfadores, aparte la ya debidamente apreciada y maravillosa m¨²sica Lella Cuberli: Mar¨ªa Bayo, debutante aqu¨ª, cuya Susana, tan bien cantada y vivida, fue ganando en calidades hasta concluir con la m¨¢xima brillantez; Diana Montague, un Cherubino expresivo, mesurado y exacto en la intenci¨®n, y Antonio Ros Marb¨¢, un maestro en posesi¨®n de unos m¨¦ritos que voceamos algunos hace un cuarto de siglo y hoy, al fin, reconocen todos.
Emoci¨®n
Antonio Ros Marb¨¢ impuso tono a toda la pieza, cual si se tratase de una sinfon¨ªa, a trav¨¦s de una inteligente, calculada y al mismo tiempo emocional continuidad. Mar¨ªa Bayo posee una voz de bell¨ªsimo timbre, dotada de un especial mordente; sus agudos son perfectos y la igualdad en todos los registros, ejemplar. Estuvo ciertamente brava, tal y como se le grit¨® m¨¢s de una vez en el curso de la representaci¨®n.No nos caus¨® sorpresa ni la l¨ªnea, ni la voz, ni la teatralidad de Carlos Chausson, un valor seguro desde el mismo d¨ªa de su presentaci¨®n. Y habr¨ªa que decir en cambio las mejores cosas de Richard Stilwell, un Alma Viva en el que la raz¨®n y la pasi¨®n se equilibraron.
Merece an¨¢logo elogio el resto del reparto que actu¨® en la obra" en el que no hubo bache, as¨ª como la hermosa producci¨®n de la WeIsh National Opera, cuya regie corresponde a Malcolm Hunter sobre la base de la de Giles Havergal.
Coro y orquesta respondieron tambi¨¦n con la flexibilidad y el dominio propios de un teatro estable. En resumen, vivimos en el teatro de la Zarzuela, de la calle Jovellanos de Madrid, una muy grande noche de la temporada oper¨ªstica madrile?a con este Mozart recibido como un vaso de agua clara.
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