Todo es un desastre
En los comentarios aparecidos en Espa?a sobre el caso Fujimori se observan diferentes reacciones. La m¨¢s com¨²n es la de atribuir a las deficiencias de la clase pol¨ªtica peruana, a su ineficacia y corrupci¨®n manifiesta el origen de la rebeli¨®n electoral que ha dejado en la miseria a las opciones tradicionales, o al menos no les ha compensado su derroche de medios y esfuerzo personal. Si los pol¨ªticos fallan, si, como dec¨ªa Fujimori, "todo es un desastre", puede considerarse como normal el que la gente se apunte a una opci¨®n incontaminada, nueva, rodeada de la aureola de lo t¨¦cnico, y aderezada con un poco de esperanza amarilla, de mitolog¨ªa de japon¨¦s, trabajador y honrado.Algo puede percibirse en las opiniones de estos d¨ªas en el sentido de atacar en bloque a pol¨ªtica, pol¨ªticos y elecciones. Los peruanos, dicen, buscan en el anonimato t¨¦cnico y laborioso lo que los pol¨ªticos no les pueden dar. Si ellos no han sido ni son capaces de arreglar el desastre nacional, probemos al nuevo.
El caso es que algo de raz¨®n tienen los peruanos. Y no s¨®lo por aquella simplicidad de que el pueblo siempre la tiene, sino porque la realidad se nos est¨¢ tornando tan compleja que la pol¨ªtica, y, en nuestro caso, la democracia, tiene dificultades para manejarla. Debemos convenir en que el sistema de representaci¨®n y decisi¨®n colectiva en que se sustenta la democracia empieza a enfrentarse con problemas de una tal magnitud y complicaci¨®n, que la arena parlamentaria y los representantes de una cada vez m¨¢s particular voluntad general no tienen instrumentos para hacerles frente.
Las armas de la pol¨ªtica son la palabra, la persuasi¨®n, la negociaci¨®n, el debate, la representaci¨®n de intereses, su intermediaci¨®n constante y la legitimidad, poca o mucha, que da la t¨²nica de parlamentario o gobernante. Y con esas armas se lanzan ellos y ellas a enfrentarse a la droga y sus flecos, el tr¨¢fico, la poluci¨®n, el paro, la energ¨ªa nuclear, el tren de alta velocidad, los sectores de nueva marginaci¨®n, las pensiones decrecientes para ancianos en aumento o el cambio en el temario de oposiciones. Y claro, necesitan t¨¦cnicos que sirvan a una pol¨ªtica, y los t¨¦cnicos empiezan a pensar que por qu¨¦ ellos tienen que hacer caso a un senor que quiere decidir sobre cosas que no entiende. Y los pol¨ªticos se meten a t¨¦cnicos, los t¨¦cnicos a pol¨ªticos, y el l¨ªo est¨¢ armado.
Parece aumentar la sensaci¨®n de que los pol¨ªticos se est¨¢n quedando atr¨¢s en relaci¨®n a las transformaciones sociales. Sucede tambi¨¦n que los pol¨ªticos est¨¢n insistiendo en los ritos y dan cada vez menos argumentos. Se creen m¨¢s y m¨¢s la ficci¨®n del pol¨ªtico-imagen como la ¨²nica capaz de superar la distancia entre la simplicidad de la pol¨ªtica y la complicaci¨®n de lo social. La gente los oye hablar y no escuchar, votar en los Parlamentos como les ordenan hacerlo, atacarse por principio, y afirmar sin ning¨²n atis bo de duda que ellos tienen la soluci¨®n. Y entonces, los pol¨ªticos, la pol¨ªtica, se perciben m¨¢s como un problema que como una soluci¨®n. La gente empieza a atribuir todo lo malo que les rodea a esos malos decisores, a esos pol¨ªticos, si no corruptos, al menos indocumentados.
De ah¨ª la atracci¨®n del mercado, como soluci¨®n revestida de naturalidad, frente al creciente ritualismo y artificiosidad de la pol¨ªtica. Pero el fen¨®meno Fujimori muestra la otra alternativa. La tecnocracia, los expertos, se convierten en los nuevos or¨¢culos. Prometen cientificidad y objetividad contra arbitrariedad y subjetivismo. Nos prometen un mundo mejor organizado. El problema es que quiz¨¢ entonces nos preguntemos sobre el sentido de esa mayor eficiencia. El discurso puede convertirse f¨¢cilmente en autorreferencial, mejorar y mejorar sin rumbo alguno.
Pero sepamos recoger lo que de positivo tiene la f¨¢bula del peruano-japon¨¦s que vendi¨® su tractor y lo hicieron presidente. Dec¨ªa hace poco un buen experto metido a pol¨ªtico, Giorgio Ruffolo, que "s¨®lo la pol¨ªtica podr¨¢ salvarnos", aludiendo a que, a pesar de que "todo sea un desastre", precisamos cada vez m¨¢s de la pol¨ªtica como instrumento indispensable de di¨¢logo, de debate, de compromiso, para manejar una realidad m¨¢s y m¨¢s fragmentada, m¨¢s y m¨¢s conflictiva. M¨¢s pol¨ªtica para orientar las nuevas capacidades t¨¦cnicas que el mercado no quiere o no puede aprovechar. M¨¢s pol¨ªtica para orientar colectivamente el futuro. La tecnificaci¨®n del poder, por s¨ª sola, ¨²nicamente provocar¨¢ una mayor separaci¨®n entre ciudadanos y ¨¦lite dirigente. Es desde la democracia, y por la democracia, desde donde se puede hablar de mejorar t¨¦cnicamente los canales de participaci¨®n popular, trabajando en eso que algunos ya denominan pol¨ªtica ergon¨®mica. Necesitamos m¨¢s pol¨ªtica y tambi¨¦n pol¨ªticos m¨¢s preocupados por conectar con la gente y sistemas electorales que lo favorezcan.
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