Le tiraron m¨¢s almohadillas que nunca
La despedida a Rafael de Paula al concluir la corrida de ayer era previsible: lluvia de almohadillas. Le tiraron m¨¢s almohadillas -y con m¨¢s furia- que nunca. Las inhibiciones de este torero son ya tan frecuentes, que el pron¨®stico sobre sus actuaciones es f¨¢cil: el fracaso. Nadie duda, por supuesto, de su calidad art¨ªstica, y la misma afici¨®n de Las Ventas fue testigo, hace un par de temporadas, del toreo m¨¢s bello que podr¨ªa concebir un int¨¦rprete de la tauromaquia. T¨¦cnicamente imperfecto, alcanz¨® -sin embargo- la genialidad. Pero esta categor¨ªa art¨ªstica de ninguna manera puede justificar su actitud de ayer, al decidir que no se acercaba al toro, mientras ordenaba a sus peones que s¨ª lo hicieran, comprometi¨¦ndoles a un riesgo que ¨¦l no hab¨ªa querido asumir. Un riesgo, adem¨¢s, in¨²til, pues los capotazos de la cuadrilla s¨®lo ten¨ªan por objeto distraer el tiempo que pudieran tardar en llegar los tres avisos. El bombardeo de toreros a almohadillazos es una pr¨¢ctica que de ninguna manera se justifica, pero el p¨²blico ten¨ªa toda la raz¨®n al protestar la intolerable actitud de Rafael de Paula. De cualquier forma, en otras situaciones algunos espectadores se equivocaron al corregir a Rafael de Paula. Por ejemplo, cuando en un tercio de banderillas le dec¨ªan que se situara en el centro del ruedo, pues le correspond¨ªa, en realidad, estar en el tercio; o cuando le gritaron por brindar el primer toro, antes de dar la alternativa a Fernando C¨¢mara, porque as¨ª es el rito y Paula lo estaba oficiando a la perfecci¨®n.
Babelia
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