Triste verbena
El d¨ªa de la Virgen de agosto, la urbanizaci¨®n se convirti¨® en verbena. Al frente de las fuerzas vivas, muy mermadas en esas fechas, don Ezequiel argument¨® con involuntaria convicci¨®n marxista que la urbanizaci¨®n es para quien la vive, y al hilo de ese argumento decidi¨® celebrar la festividad con tron¨ªo. Don Agapito Zarragato y Contreras, antiguo falangista, disp¨¦psico y a veces iracundo, aventur¨® con raz¨®n que el asunto iba a tener mal fin, ya que el presidente de la comunidad de propietarios no hab¨ªa autorizado ning¨²n dispendio festivo ni se hab¨ªa retractado de su pol¨ªtica administrativa de austeridad suma en gastos corrientes. Pero la Ilusi¨®n es imparable, y don Ezequiel, tir¨® adelante. "Cuando vuelva el presidente nos reembolsar¨¢ los gastos, os lo aseguro", a?adi¨® con ¨¢nimo persuasivo.El mismo don Ezequiel capitane¨® una comisi¨®n encargada de comprar en la madrile?a calle de Toledo farolillos y cadenetas, a los que pretend¨ªa a?adir, "por favor, gr¨ªmpolas y gallardetes" don Ambrosio, un farmac¨¦utico jubilado de Jandilla. "Y habr¨¢ que contratar una orquesta", sugiri¨® la esposa de don Ezequiel una mujer inmensa que hab¨ªa sido gobernanta en un hotel canario de cierto lujo.
De la orquesta se encarg¨® Aniceto, el fontanero, quien tocaba el ¨®rgano de o¨ªdo y un poco la trompeta. Entre ¨¦l y otro empleado, que pretend¨ªa cobrar horas extraordinarias aunque las hubiese prohibido el presidente, montaron un tabladillo para la orquesta. "Ser¨¢ fina, espero, y no charanga...", musit¨® recelosa y esperanzada la esposa de don Ezequiel. Y en torno a la piscina se improvis¨® el escenario verbenero, las cadenetas, los farolillos..., pero ni gallardetes ni gr¨ªmpolas. A las ocho y media de la tarde -era mi¨¦rcoles-, don Ezequiel orden¨® a los empleados, que llevaban bebiendo cerveza gratis todo el d¨ªa en el mostrador del club social que anunciaran solemnemente por la urbanizaci¨®n el inicio de la verbena. "Y digan a los chicos que la limonada no cuesta un duro".
A las nueve empez¨® a tocar la orquesta -un saxof¨®n, una trompeta, un clarinete y un bater¨ªa-, sin m¨¢s audiencia que las fuerzas vivas o lo que de ellas quedaba en la urbanizaci¨®n. "?Pero d¨®nde est¨¢n los chicos?", pregunt¨® don Ezequiel con un asomo de inquietud. Y en ese momento lleg¨® el mensajero de la gente joven, el fontanero Aniceto, asegurando que los chicos estaban reunidos junto a la pista de tenis y dec¨ªan... Aniceto sac¨® un papel del bolsillo y ley¨® lo siguiente: "La limonada da diarrea. Nosotros queremos cerveza libre y un cubata gratis".
Se celebr¨® urgentemente consejo de adultos y se decidi¨® transigir por una vez. "Pero s¨®lo un cubata por barba, y ninguno a los menores de 17 a?os", sentenci¨® la reuni¨®n. Los chicos llegaron poco despu¨¦s en manada y empezaron a beber cerveza con lo que don Ezequiel calific¨® de malintencionada avidez. Y tras la cerveza, los cubatas. El camarero no distingu¨ªa entre mayores y menores de 17 a?os, ni entre quien no hab¨ªa bebido ninguno y quien ya llevaba tres. El asunto empezaba a enturbiarse. La orquesta/charanga, decidida a remover en las fuerzas vivas sensaciones ya sedimentadas, desgarraba boleros y repet¨ªa una y otra vez, anunci¨¢ndolo a viva voz el trompeta, Cerezo rosa, el n¨²mero incre¨ªble. Las parejas bailaban con el rabillo del Ojo fijo en los m¨¢s j¨®venes, que segu¨ªan las suaves melod¨ªas con estridentes carcajadas. Y cuando don Ezequiel, al terminar un bolero, bes¨® la mano de su pareja con un gesto se?orial, los chicos le dedicaron una ovaci¨®n cerrada y gritos entusiastas de "?to-re-ro, to-re-ro!". La fiesta se torc¨ªa.
Clausura oficial
Al cabo de un rato, don Agapito Zarragato y Contreras decidi¨® razonablemente que los chicos no deb¨ªan beber de alcohol ni una gota m¨¢s, y para ello la fiesta tendr¨ªa que clausurarse oficialmente. La cuenta, orquesta incluida, ascend¨ªa a 206.000 pesetas, y nada aseguraba, dadas las circunstancias, que el presidente fuera a abonarlas. Eran las once menos cuarto de la noche. La Fiesta hab¨ªa durado exactamente 105 minutos, y hab¨ªan asistido a ella, al margen de los 12 chavales aguaverbenas, nueve adultos. Y entre ellos tendr¨ªan que hacer frente a los 40.000 duros largos.
?Por qu¨¦ se le habr¨ªa ocurrido a don Ezequiel celebrar esa fiesta? ?Y por qu¨¦ se permiti¨® beber a los muchachos? Las fuerzas vivas se sent¨ªan humilladas por quien de nada ten¨ªa la culpa, es decir, por el resto de los vecinos que viven satisfactoriamente sin necesidad de que se ocupen de ellos las fuerzas vivas, que en todos los colectivos humanos s¨®lo viven en funci¨®n de s¨ª mismas.
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