La muerte en directo
Un joven de 24 a?os, Antonio Cabrera, quiere ser mercenario. No quiere ser estrella del rock, ejecutivo de ¨¦xito ni novio de Estefan¨ªa. Desea ser mercenario.En Fuerteventura, en la misma isla ardentosa y seca en la que Unamuno vivi¨® su destierro, sue?a con el esplendor de una guerra. La del golfo P¨¦rsico.
Antonio Cabrera, m¨¢s conocido por el sobrenombre del Fusky y por su pasi¨®n por las armas y los motores, es capaz de decir adi¨®s a todo eso, a la paz lenta de un trozo de arena rodeada de mar por la jungla de un conflicto b¨¦lico.
Tras el coraz¨®n verde de los misiles, el Fusky ni siquiera imagina improbables esplendores de lo que un d¨ªa fue escenario de las mil y una noches, lo ¨²nico que le ocurre es que quiere conocer de cerca una guerra de verdad. Y es que al pobrecillo, en ese banal simulacro de conflagraci¨®n que es la mili, le toc¨® ser excedente de cupo. Ya es mala suerte para un gentil mozo belicoso...
Antonio Cabrera ir¨ªa a luchar contra Irak, pero no por razones personales ni por simpat¨ªas ideol¨®gicas, sino porque Kuwait, el Gobierno leg¨ªtimo en el exilio, puede hacer reales los mejores a?os de su vida. Asegura que, aunque est¨¢ obligado a defender sus intereses, tampoco es el salario (unas 300.000 pesetas al mes) lo que le mueve. Lo que le mueve es el deseo de vivir emociones intensas. Y nada m¨¢s intenso que la muerte en directo.-
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