Despacito y buena letra
Alemania exige un ritmo m¨¢s lento y seguro para la uni¨®n monetaria europea
El panorama en que se desarrolla el proceso de la uni¨®n monetaria ha cambiado radicalmente de escenario en poco tiempo. El modelo liderado por el presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Delors, que hasta hace poco contaba con la confianza de todos los Estados, a excepci¨®n del Reino Unido, ha sido objeto de serias objeciones. Las dificultades t¨¦cnicas del propio proceso y, sobre todo, el impacto de la unificaci¨®n alemana han cambiado el marco de la escena europea. La Comisi¨®n ha intentado superar la situaci¨®n acelerando el proyecto europeo. Pero Alemania, la nueva potencia econ¨®mica, no quiere correr riesgos que frenen su proyecto nacional. El Bundesbank ya ha fijado sus condiciones, cuya dureza nadie oculta. La reciente decisi¨®n del Reino Unido de entrar en el Sistema Monetario Europeo (SME) supone tambi¨¦n otro cambio en el mapa europeo.
Las dificultades del proceso se fueron perfilando a medida que fue avanzando la unificaci¨®n alemana y trascendiendo la aut¨¦ntica dimensi¨®n de los problemas t¨¦cnicos de la uni¨®n monetaria En el Informe Delors siempre se hab¨ªa entendido la unificaci¨®n como un proceso dilatado que contar¨ªa con los instrumentos necesarios para favorecer la convergencia de los pa¨ªses.En el Informe se establec¨ªan tres etapas y en la segunda ya se preve¨ªa la creaci¨®n del Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) para coordinar la pol¨ªtica monetaria. Entonces se pens¨® que esta instituci¨®n ser¨ªa un foro de discusi¨®n de las pol¨ªticas monetarias de los distintos pa¨ªses y ello facilitar¨ªa la convergencia. Pero pronto se descubri¨® que la realidad era mucho m¨¢s complejaLa pol¨ªtica monetaria tiene unos mecanismos propios de cada Estado, solo conocida por los funcionarios de los respectivos pa¨ªses. Los expertos se?alan que las dificultades de entendimiento son mayores de las previstas hasta en las en la identificaci¨®n de los instrumentos m¨¢s elementales. Por ejemplo, cuando se habla de los agregados monetarios -los indicadores que miden la masa monetaria y que son vitales para controlar la inflaci¨®n- en cada pa¨ªs se entiende una cosa distinta.As¨ª, en Espa?a se emplean los llamados Activos L¨ªquidos en manos del P¨²blico (ALP), que miden las variaciones del dinero en efectivo y de los dep¨®sitos bancarios. El Reino Unido s¨®lo toma como referencia la circulaci¨®n de billetes. En Italia, no se controla el pasivo, sino los cr¨¦ditos. En Alemania se emplea un sistema mucho m¨¢s eficaz, gracias a tener un sistema m¨¢s sencillo.
El otro gran problema es el pol¨ªtico, derivado de la unificaci¨®n de Alemania. Los expertos estiman que las ayudas necesarias para financiar la reindustrializaci¨®n de la RDA, la vuelta de los soldados sovi¨¦ticos a su pa¨ªs y la crisis del Golfo, supondr¨¢n serias tensiones inflacionistas. Todo ello induce a pensar que Alemania se encerrar¨¢ m¨¢s en s¨ª misma y evitar¨¢ toda ingerencia en su pol¨ªtica monetaria.El temor de DelorsAnte esta situaci¨®n, la Comisi¨®n temi¨® que muchos pa¨ªses se asustaran por el creciente c¨²mulo de dificultades y que ello acabar¨ªa por bloquear el camino hacia la Uni¨®n Monetaria. Para neutralizarlo, la CE opt¨® por acelerar el proceso y present¨® una nueva propuesta el pasado 21 de agosto. Su principal caracter¨ªstica es que la segunda etapa del Plan Delors comenzar¨¢ el 1 de enero de 1993 y que durante la misma se crear¨¢ una nueva instituci¨®n monetaria, el SEBC, independiente de los gobiernos.
La propuesta cre¨® un profundo malestar en muchos pa¨ªses y provoc¨® por primera vez un posicionamiento diferenciado de Espa?a en el proyecto europeo. Sin duda, la reacci¨®n de Espa?a ya hab¨ªa sido motivada por el anterior anuncio del presidente del Bundesbank, Karl Otto Ph?l, cuando propuso la unificaci¨®n en dos velocidades distintas, relegando a Espa?a al pelot¨®n de los m¨¢s rezagados.
. Consciente de los desajustes que el aceler¨®n comunitario podr¨ªa provocar en la econom¨ªa espa?ola, el ministro de Econom¨ªa, Carlos Solchaga, plante¨® una f¨®rmula de compromiso. En ella ped¨ªa aplazar un a?o el inicio de la segunda etapa, al tiempo que potenciaba el desarrollo de las instituciones comunitarias.
Pero lo m¨¢s determinante de la iniciativa de Madrid fue lanzar un puente a otros pa¨ªses, con situaciones econ¨®micas m¨¢s pr¨®ximas a la espa?ola, y salvar as¨ª la relegaci¨®n. La reciente decisi¨®n del Reino Unido de entrar en el SME revela la audacia del gesto de Solchaga. A Espa?a se la hab¨ªa identificado demasiado como el id¨ªlico pa¨ªs, adalid del europeismo que ya casi se hab¨ªa olvidado de sus intereses nacionales.
La ¨²ltima gesta de esta fe curopeista fue la incorporaci¨®n de la peseta al SME el 16 de junio de 1989, que constituy¨® una verdadera epopeya. La rapidez con que se decidieron las cosas oblig¨® al subgobernador del Banco de Espa?a, Luis ?ngel Rojo, y al director general de Tesoro, Manuel Conthe, a viajar a Bruselas con un avi¨®n de Pescanova -el ¨²nico aparato disponible- un camino que aun sigue intrigando a los mandatarios europeos.
Pero quiz¨¢ lo m¨¢s significativo de la propuesta espa?ola es que ha sido como un detonante de otros pa¨ªses. Sobre todo ha provocado una definici¨®n clara de Alemania que hasta ahora hab¨ªa permanecido en silencio. El Bundesbank, que no ha sido corregido por Kohl ha mostrado sus cartas: eliminaci¨®n de diferencias de los tipos de inter¨¦s nominales entre los distintos pa¨ªses y de la inflaci¨®n. Una forma de demorar el proceso sin decirlo.
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