Oriente en Occidente
Nacido en Hong Kong en 1949, aunque residente en EE UU, desde 1967, Wayne Wang ha alternado, tanto en su pa¨ªs de origen como en el de adopci¨®n, la realizaci¨®n de filmes para televisi¨®n con una producci¨®n cinematogr¨¢fica que ha llegado ya a los cinco largometrajes. El primero de ellos, Chang is missing ( 1982), una modesta producci¨®n independiente in¨¦dita en Espa?a, ya abordaba un tema que Wang conoc¨ªa en carne propia, la situaci¨®n de los inmigrantes chinos en Estados Unidos. Ahora, tras el ¨¦xito de Slam dance (aqu¨ª bautizado como Sin v¨ªas de escape ) , vuelve a la carga con un filme en el cual los acertados apuntes de costumbres van de la mano de una puesta en escena voluntariamente distante.
C¨®mete una taza de t¨¦ (Eat a bowl of tea)
Direcci¨®n: Wayne Wang. Gui¨®n: Judy Roscoe, seg¨²n la novela hom¨®nima de Louis Chu. Fotograf¨ªa: Amir Mokri. M¨²sica: Mark Adler. EE UU, 1938. Int¨¦rpretes: Victor Wong, Russell Wong, Cora Miao, Lau Siu Ming, Lee Sau Kee. Estreno en Madrid: cine Bogart (versi¨®n original).
Ley de Emigraci¨®n
Chinatown, Nueva York, 1949. Tras la participaci¨®n de voluntarios chinos en el Ej¨¦rcito estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial las autoridades americanas revisan la absurda ley de emigraci¨®n que imped¨ªa a las mujeres chinas establecerse en el pa¨ªs junto con sus maridos. Tradicional mano de obra para tareas pesadas, los chinos ver¨¢n cambiar radicalmente sus condiciones de vida: podr¨¢n fundar familias, establecerse seguramente en el pa¨ªs, pensar en el futuro.Pero, como suele ocurrir con frecuencia, estos cambios de vida se dan en el contexto de una raza recluida en un gueto, en el cual el peso de la tradici¨®n, el control social y la supeditaci¨®n individual a las directrices del patriarca de la familia desempe?a un rol opresivo y determinante.
Con estos elementos en su mano, Wang pod¨ªa haber explorado los caminos del melodrama, porque a ¨¦l se adapta perfectamente la peripecia, pat¨¦tica, de la familia reci¨¦n creada. Pero, mediante una h¨¢bil pirueta, el realizador opta por narrar los hechos como si de una historia de hoy se tratase: el marido sufre de impotencia por su estr¨¦s laboral, la mujer se aburre mortalmente de estar sola en casa. Lo hace adem¨¢s sin cargar las tintas, consciente de que en el matiz y en el provocar la sonrisa tiene sus mejores armas. Su puesta en escena, elegante, con un uso notable de la elipsis, es segura, y contiene algunos momentos particularmente inspirados, en los que ficci¨®n y realidad se dan la mano. Pel¨ªcula que denota una buena asimilaci¨®n del cine de los cl¨¢sicos americanos, de Capra a La Cava, no va m¨¢s lejos porque sus pretensiones tampoco le impelen a ello: se limitan a la voluntad de trazar un s¨®lido cuadro de costumbres y a recordarnos adem¨¢s que hay h¨¢bitos y comportamientos que raramente cambian, aunque tanto parezcan cambiar los tiempos.
Babelia
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