M¨¢s Eros que Ramazzotti

Eros RamazzottiA las nueve de la noche se apagaron las luces y miles de voces femeninas entonaron tan agudo chillido que aquello parec¨ªa la batalla de Argel. Hasta entonces, la prole se entretuvo con ofertas de merchadising: fotograf¨ªas y camisetas con la efigie del ¨ªdolo. Cuando el tel¨®n se abri¨®, Eros, guitarra en ristre, se situ¨® en el centro y no hay tiple, contralto o soprano en este mundo que alcance las tesituras que all¨ª se oyeron.El 80% de los temas de Eros son baladas. Su voz nasal est¨¢ siempre en primer plano, y dibuja melod¨ªas que tienen su correlato en el desarrollo instrumental. Los temas discurren en progresiones sencillas con un doble hilo mel¨®dico: el principal, cantado, y el que detr¨¢s acometen los instrumentos.

A veces, Eros acelera el ritmo y sus m¨²sicos se internan en ampulosas construcciones sonoras que invitan al baile. El resto fue una mixtura de ambas ideas. Eros interpreta temas que comienzan muy lentos y se disparan luego en festivos estribillos. El tiempo que tardan sus fans en guardar el mechero y prorrumpir en aplausos a mano alzada es el ¨²nico brev¨ªsimo instante en el que -por fuerza mayor- no pueden exteriorizar su pasi¨®n.

Durante dos horas, Eros desgran¨® lo m¨¢s florido de su repertorio y es l¨ªcito pensar que sus composiciones suenen insulsas y reiterativas piara alguien. En las noches del verano florentino, j¨®venes an¨®nimos se re¨²nen en la Plazza della Signoria y all¨ª entonan rom¨¢nticas baladas que perpet¨²an una tradici¨®n modesta pero entra?able. Un par de breves momentos ac¨²sticos durante su concierto sugirieron que ¨¦ste fue, alg¨²n d¨ªa, el origen de Eros.