Lafontaine, caballo perdedor
., Es el perdedor, y lo sabe. Al candidato socialdem¨®crata a la canciller¨ªa alemana no le corean su nombre en los m¨ªtines. Sus votantes son menos entusiastas, m¨¢s "modernos", como dicen los carteles de su partido. La unificaci¨®n alemana ha echado al traste su proyecto pol¨ªtico. En el territorio de la antigua Alemania Oriental, Oskar Lafontaine, de 47 a?os, aparece ante los votantes como un enigma inexplicable.
En el oeste el SPD se ha visto obligado a hacer una campa?a negativa, siempre agitando malos augurios, y esto tampoco ha funcionado. "?Todo el mundo se siente bien?", grita, micr¨®fono en mano, desde el estrado del Palacio de Deportes de Colonia. "?Yeah!", le responden a sus pies los m¨¢s de 3.000 militantes socialdem¨®cratas que han pagado m¨¢s de mil pesetas para escucharle a ¨¦l y a los grupos de rock que animan el mitin. "?Quer¨¦is aguantar a Kohl hasta el a?o 2000?", sigue indagando Lafontaine. Un "?Nooooo!" sonoro y reverberante se extiende por el lugar, seguido de risas.
El domingo pasado, el candidato socialdem¨®crata volvi¨® a Colonia, un lugar de amargo recuerdo. Hace siete meses, cuando hac¨ªa campa?a para su partido en las elecciones regionales de Renanla del Norte-Westfalia, una mujer se le acerc¨® al acabar el mitin pidiendo un aut¨®grafo y escondiendo en su bolso un cuchillo de cocina que le clav¨® en el cuello a menos de un mil¨ªmetro de la car¨®tida. Fue un milagro que no perdiera la vida.
En un ¨²ltimo intento desesperado por salvar lo que se pueda de la cat¨¢strofe que espera el domingo al viejo partido socialdem¨®crata, Lafontaine ha organizado una serie de m¨ªtines acompa?ado por grupos musicales, personalidades de la televisi¨®n y de la cultura y humoristas pol¨ªticos.
Electorado joven
Le sigue una buena parte de los j¨®venes, aunque parte de este trozo del electorado se le escape por la izquierda en direcci¨®n a los Verdes. Tiene tambi¨¦n a la tradicional clase obrera de las zonas industriales del Ruhr, y cuenta asimismo con los profesionales de su generaci¨®n que se identifican con su discurso antinacionalista. "Yo s¨¦ c¨®mo los s¨ªmbolos nacionales, banderas e himnos, han sido utilizados en el pasado", explicaba el domingo a su auditorio, "a m¨ª no me importan las banderas y los himnos, sino la humanidad".Ahora que ya su suerte parece estar echada, los alemanes empiezan a mirar de nuevo con cierta simpat¨ªa a este hombre que en un momento dado se perfilaba como el l¨ªder indiscutible del futuro. Sus apariciones son sobrias y suponen un llamamiento a la cordura m¨¢s que al est¨®mago, pero Alemania, por lo menos una gran parte de ella, no est¨¢ para escuchar este mensaje.
Hay que decir, sin embargo, que los socialdem¨®cratas se lo ve¨ªan venir desde hace tiempo. Las reticencias de Lafontaine ante el proceso de unificaci¨®n, algo que se puso en evidencia en m¨²ltiples ocasiones y que sin lugar a dudas les ha perjudicado especialmente ante los votantes del Este, ven¨ªan no ¨²nicamente de razones sociales o econ¨®micas, sino y especialmente por consideraciones pol¨ªticas partidistas.
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