El tuerto
?. F.-S, Hay cuatro genios tuertos en la historia del cine norteamericano. John Ford, que no se sabe c¨®mo perdi¨® un ojo, ni si lo perdi¨® realmente y su parche pirata era pura coqueter¨ªa. Raoul Walsh, que durante el rodaje de una cabalgada una mata puntiaguda se cruz¨® en su camino y le vaci¨® una cuenca. Nicholas Ray, que no era tuerto, pero que fing¨ªa serlo y se colocaba un parche pirata de seda negra en el ojo derecho, aunque algunas ma?anas, cuando su resaca era dura, se equivocaba de ojo y se lo pon¨ªa en el izquierdo. Y finalmente Fritz Lang, que se qued¨® sin ojo derecho -¨¦l atribuy¨® a esta circunstancia que su mirada se le fuese siempre sin querer hacia la izquierda- en un insignificante accidente de rodaje durante uno de sus Mabuse.
Hay, entre las leyendas caseras del cine, una que concede al peque?o gang de los ojos ¨²nicos el don de la fijeza y la mirada iluminada. Lang, a trav¨¦s de su ¨²nico ojo, configur¨® un mundo sin equivalencia en la historia de lo imaginario. Los espectadores espa?oles, gracias a la reciente emisi¨®n por TVE de su obra completa, tienen unos refrescada y otros reci¨¦n descubierta la incalculable energ¨ªa que hay dentro de la colosal obra de este jud¨ªo vien¨¦s que, a su manera, invent¨® y acab¨® con el cine. Es dificil comenzar tan arriba desde tan abajo; y m¨¢s dificil a¨²n imaginar por que flanco puede mejorarse un filme de Lang.
Perfecci¨®n
Fue y es la perfecci¨®n hecha imagen. Las grandes obras de Lang desconciertan, desarman la capacidad de an¨¢lisis del espectador, cuando se descubre que en su condicion de mecanismos de relojeria respiran como un ser vivo; que le es posible ahondar en misterios cabal¨ªsticos con la transparencia de un cuento de hadas; que en el fondo de la negrura absoluta todo es di¨¢fano cuando es observado por este tuerto taladrador de sombras. Lang y Ford son el genio del cine en su mayor pureza. Hicieron con un s¨®lo ojo incontables obras maestras sin signo aparente de esfuerzo en sus miradas.
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