?Victoria con alas ?
No ya la sabidur¨ªa, el mero t¨®pico nos previene de que una victoria, para serlo, ha de tener alas. No otra cosa deseamos los amigos de Alemania, a la reci¨¦n obtenida por Kohl, quien se distingue, precisamente, por lo contrario, por tener pies en tierra. Apellido ¨¦ste, adem¨¢s, que se presta a invocar el, por otra parte chabacano, proverbio: "Entre col y col, lechuga", en la esperanza de que el canciller no se limite, cuando menos, al partidismo de su propio partido, CDU-CSU, sino que atienda no s¨®lo a su rival, el SPD, sino tambi¨¦n a su aliado (lo que no siempre es m¨¢s f¨¢cil), el FDP, encabezado por el incombustible ministro Genscher, quien ha sabido mantener el siempre evanescente liberalismo alem¨¢n.La reciente victoria de Kohl, secuela de la obtenida sobre el muro, con ser ambas tan concluyentes, se prestan a la interpretaci¨®n, es decir, a la discusi¨®n (que, seg¨²n P. Valery, "ne mene a rien"). El alboroto del infame muro berlin¨¦s me recordaba el -dicho popular en el Par¨ªs dieciochesco, con motivo de haber construido en el municipio un muro destinado a prevenir la evasi¨®n fiscal: "Le mur murant Paris rend Paris murmurant". Tanto en aquel 1785 como en la presente ocasi¨®n el muro se prestaba a la murmuraci¨®n, es decir, no tanto a la cr¨ªtica como al murmullo, esto es, a rezongar, protestando de algo m¨¢s que de alguien, indiferentemente de que en el primer caso se tratase de erecci¨®n y en el segundo de derribo.
Gustos para todo
As¨ª pues, nada m¨¢s l¨®gico que este murmullo confuso que resuena desde que empez¨® el Zussammenbruch sovi¨¦tico, su ca¨ªda, coincidiendo, m¨¢s bien provocando, la subida alemana, ya que la verdad es que nadie sabe a qu¨¦ carta quedarse a falta de carta cabal. S¨®lo los necios o los radicales (fan¨¢ticos) son capaces de agarrarse a un clavo ardiendo, tal como lo hace, en el presente caso, la minor¨ªa, tan irreductible como insignificante, de quienes a?oran la RDA; hay gustos para todo. Disidentes, murmulladores hay que consiguen dar alguna en el clavo, con lo que aludo al SPD y a algunos de estos radicales, por serlo de buena fe. No les falta, en efect¨®, raz¨®n para dudar de que el capitalismo, en la RFA triunfante, pueda resolver no s¨®lo las miserias de los alemanes orientales, sino lo que todav¨ªa consideran m¨¢s importante sus ideales sociales, m¨¢s axactamente igualitarios. Numerosos parecen ser los miembros del partido comunista oriental, incluso algunos emigrados a la RFA que, con celo anticapitalista, no exento de antiliberalismo, advierten de los peligros de pasar de Guatemala a Guatepeor.
El liberalismo econ¨®mico, al nacer en el XIX, ten¨ªa excesiva fe en la libre empresa, sin prever los peligros de la acumulaci¨®n de capital y de los excesos del consumismo, tanta, en verdad, que ha podido reverdecer en nuestros d¨ªas con la escuela de Chicago, con el premio Nobel Milton Friedman. Bueno es constatar, por lo dem¨¢s, que el mismo caflficativo sirve para designar el liberalismo de izquierda como el de J. K. Galbraith, quien prefiere el Berl¨ªn Este al Brorix neoyorquino, que el de la se?ora Thatcher, campeona de la reprivatizaci¨®n. Tal confusionismo responde, sin embargo, al hecho de que la econom¨ªa llamada liberal, adem¨¢s de producir eficazmente, se resigna a repartir algo de sus beneficios entre los m¨¢s necesitados (servicios sociales mejorados, formaci¨®n profesional, control de las empresas privadas) gracias, en buena parte, al desplazamiento de los meros rentistas por los managers.
Paso atr¨¢s
Ahora bien, ya que de la crisis de la econom¨ªa estatal (URSS) se trata en la actualidad, hemos de referimos a quien no da un paso adelante, como acabamos de ver, sino m¨¢s bien un paso atr¨¢s en su af¨¢n de superarla. Me refiero, naturalmente, al gran escritor y exiliado pol¨ªtico Solzhenitsin, y concretamente a sus ¨²ltimos escritos: Carta a los dirigentes sovi¨¦ticos y C¨®mo revitalizar Rusia. Para ¨¦l la curaci¨®n de los males patrios no consiste en que la econom¨ªa socialista imite a la occidental, tan progresiva, sino en una aut¨¦ntica vuelta a las andadas, al dorado siglo XVIII, cuando la econom¨ªa patriarcal de la peque?a propiedad quedaba respaldada por la austeridad moral de la Iglesia ortodoxa, con sus iconos, concebidos, m¨¢s que como medios art¨ªs ticos como remedios espirituales, muy superiores, por tanto, al arte, crecientemente secularizado, occidental. En el bien entendido de que la religi¨®n ortodoxa, en su exaltaci¨®n espiritual, se desentendi¨® de este mundo, con las consecuencias para Rusia que la actual crisis permite comprobar, una vez m¨¢s, pero mejor que nunca. Estancamiento ¨¦ste grato a SoIzhenitsin, pues permiti¨® a su pa¨ªs vivir todo un siglo con los mismos precios, en contraste con la escalada de la inflaci¨®n occidental. Consecuentemente, la ¨²nica democracia que tolera el escritor es la practicada a peque?a escala (el mir ruso, el americano town meeting y la elecci¨®n cantonal suiza).Claro es que si postula lo pequeno (small is beautifull) en la esfera pol¨ªtica y econ¨®mica es por reservar lo grande para la ¨¦tica y lo espiritual.
Acaso tal actitud retroactiva, por no llamarla reaccionaria, haya chocado menos en la URSS que en EE UU, por lo que me divierte constatar cierta coincidencia del gran escritor con quien es menor como escritor, pero no como personalidad, tan sinceramente liberal y antinazi, aunque fiel a su origen junker-prusiano. Me refiero a la condesa Marion D?nhoff, alma mater de la revista de Hamburgo Die Zeit. Como es sabido, el t¨¦rmino junker equivale a descendiente de nobles terratenientes, para nada latifundistas, inspirado en una mentalidad que, sorprendentemente, coincide con la del ruso, quiz¨¢ por la contig¨¹idad territorial, ya que estaba radicada precisamente en Prusia Oriental. Pues bien, en una de las obras de la condesa, Preussen. Mass und M?ssigkeit (Prusia, mesura y desmesura), dice significativamente: "Recuerdo mi infelicidad cuando mi hermano, al hacerse cargo de nuestra finca, cambi¨® la econom¨ªa auton¨®mica por una de mercado. Dijo que, carec¨ªa de sentido que cultiv¨¢semos productos que pod¨ªamos comprar m¨¢s baratos. Me estremecieron estos cambios, aunque comprend¨ªa que mi hermano tenia raz¨®n".
Tal disgresi¨®n viene a cuento de que esta mesura es la misma practicada por Federico II, el Grande, por lo que con raz¨®n ha sido reivindicada por Claussewitz, quien, a su vez, lo fue, m¨¢s recientemente, por R. Aron, otro de la misma cuerda. Templanza ¨¦sta que pronto fue barrida en Alemania por el Sturn und Drang (tormenta y expansi¨®n), aunque bueno es saber que ya este mismo Federico II, al oponerse a la hegemon¨ªa alemana, more austriaco, que acaso hubiese sido mejor tolerada por los europeos, es decir, por los franceses, tan ofuscados, sin embargo, contra Viena en su versallesca reclusi¨®n. Inciso ¨¦ste v¨¢lido s¨®lo para comprender que las cosas son todav¨ªa m¨¢s complicadas de lo que parecen, con parecerlo mucho.
Dos inc¨®gnitas
Efectivamente, Alemania unida, Rusia desunida, dos inc¨®gnitas que s¨®lo el futuro podr¨¢ aclarar, pero teniendo en cuenta que en el pasado ambas no han podido llegar a ser naciones, pero precisamente por haber querido siempre ser algo m¨¢s (a diferencia de Francia, obsesionada con sus fronteras naturales, o Inglaterra, con las suyas, insulares. Recordemos la santa (no natural) Rusia de Iv¨¢n III (Mosc¨² concebida como la tercera y definitiva Roma), que bien puede servir de modelo al apartamiento y exclusivismo de Lenin (la URSS far¨¢ da se), por m¨¢s que en el primer caso rige la marcha atr¨¢s, el nihil ex novo, y en el segundo, el novo ex nihil. RFA y URSS, ambos ilimitados, sin fronteras naturales, tienen forzosamente que colaborar en una Europa condenada a estabilizarse. No, pues, victoria, sino paz con alas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.