Madrid es Barajas
Para los que ven¨ªamos de fuera, Madrid era Barajas. Al principio Barajas era un aeropuerto disminuido, una ciudad humilde a la que llegaban extranjeros y espa?oles que se sent¨ªan extranjeros. La aduana, para los que ven¨ªan de Canarias, por ejemplo, no era un lugar de paso, sino una amenaza, y a¨²n hoy, cuando parece que se ha abierto la mano de la Guardia Civil, esa frontera sigue siendo la frontera de la sospecha. Luego abren las maletas y se encuentran que entre los calcetines uno se lleva de vuelta los walkman que compr¨® en los decomisos de la Puerta del Sol.Barajas era una met¨¢fora de Madrid, con sus bajos fondos y su loter¨ªa. En los bajos fondos viv¨ªan -y viven- los taxistas desaprensivos que buscan en el rostro del viajero la v¨ªctima que puede pagar 5.000 pesetas por un viaje a la Gran V¨ªa. Act¨²an con una ley infalible: lo que quiere el transe¨²nte es llegar cuanto antes, y c¨®mo llegar, despu¨¦s de un viaje en avi¨®n, que parece imposible, es capaz de pagar cualquier cantidad por la ¨²ltima parte del desplazamiento. Antes los desaprensivos hac¨ªan ese servicio inhumano a bordo de coches negros, pero ahora se disfrazan de todos los colores y surgen como hongos cuando uno llega, de modo que nadie los descubre porque se dirigen s¨®lo a la v¨ªctima, levantando levemente las cejas y susurrando la palabra taxi.
Un inmenso merendero
Barajas era tambi¨¦n la expresi¨®n de entonces. En aquel tiempo no ven¨ªan con cajas s¨®lo los que proced¨ªan de Mallorca y tra¨ªan ensaimadas en sus recipientes circulares. La gente ven¨ªa a probar fortuna, o al m¨¦dico, y a¨²n no hab¨ªa comprado maletas, de modo que tra¨ªa sus cosas en cualquier envoltorio. As¨ª que Barajas ten¨ªa el aspecto de un inmenso merendero popular al que a veces se acercaban extranjeros, directores generales y los ejecutivos. Ahora surgen de la cinta transportadora maletas s¨®lidas y de todos los colores, como si el pa¨ªs fuera otro, y han cambiado tanto las cosas que cuando se extrav¨ªan las maletas tambi¨¦n se pierden las de los directores generales.
Ahora quieren agrandar Barajas y convertirla en una ciudad aeroportuaria. Antes, llegar a Espa?a era cambiar de ruido. En Heathrow, el aeropuerto de Londres, por ejemplo, el ruido era enmoquetado y difuso, como en Orly, el aeropuerto parisiense, donde el sonido era multinacional y espeso, pero amortiguado. Sin embargo, Barajas era -y es- un ruido s¨®lido y espa?ol, al que le falta, para ser verdaderamente el ruido de Madrid, el sonido leve de las c¨¢scaras de gambas cayendo junto a la barra del bar. Barajas es un ruido inconfundible, y no se debe s¨®lo al sonido habitual del espa?ol que viaja o que reside: debe haber una ac¨²stica madrile?a que domina todas las cosas y que se desplaza de manera constante por la avenida de Am¨¦rica, o por la nueva M-40, y se instala cada d¨ªa en el aeropuerto para que Barajas no deje de ser Madrid.
Amar y despedirme
Ya en los aeropuertos europeos no se despide y se recibe multitudinariamente a la gente: se viaja mucho, de modo que es una rutina irse y volver, y nadie presta demasiada atenci¨®n al ejercicio de ambas voluntades. En Espa?a, en cambio, seguimos siendo solemnes en este rito de la ?da y de la vuelta, como si hubiera dentro de los espa?oles la constancia de la vida que ten¨ªa Neruda: "Mi destino es amar y despedirme".
Aunque ahora los espa?oles viajan m¨¢s, y viajan de otra forma, irse o volver sigue embadurn¨¢ndose del aire de la aventura, y por eso la gente va tanto a Barajas. Los ves ah¨ª, esperando horas a que llegue el vuelo charter, y da la impresi¨®n de que el bienvenido regresa de un peligroso viaje ant¨¢rtico, cuando en realidad vuelve sencillamente de Fuengirola.
Barajas es Madrid y es en buena medida la Espa?a que queda, vociferante y abigarrada, una mezcla de ejecutivos rampantes y de espa?oles lentos que vienen a Madrid a ver al m¨¦dico o a ver a su hijo que tambi¨¦n es m¨¦dico. Antes Barajas era tambi¨¦n el centro de atenci¨®n de los que consideraban un milagro que los aviones volasen, pero ahora ese espect¨¢culo lo dan por televisi¨®n.
Barajas era una distracci¨®n de Madrid. Ahora quieren que Barajas sea Barajas propiamente dicha. Y acaso querr¨¢n quitarle el ruido que Madrid le dio a Barajas, esos bares difusos. e inc¨®modos, los taxistas malhumorados y exc¨¦ntricos, la loter¨ªa por los pasillos, el overbooking, que es tambi¨¦n una forma de ser de la ciudad de Madrid.
Suponemos que los madrile?os van a impedir que les segreguen del aeropuerto de Barajas, porque cuando uno llegue por ah¨ª y no oiga ese ruido tendr¨¢ la impresi¨®n de haber, llegado a cualquier parte.
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