Morir en Vilna bajo las balas del Kremlin
13 lituanos pierden la vida ante tropas sovi¨¦ticas por defender las instituciones republicanas
PILAR BONET ENVIADA ESPECIAL El cad¨¢ver de Ignas Sipulionis, con el cabello rojizo y el rostro deformado, esperaba su turno para la autopsia en el dep¨®sito forense central de Vilna. Junto a ¨¦l, esparcidos por el suelo o sobre camillas, desnudos o cubiertos con mantas, hab¨ªa varios cad¨¢veres m¨¢s. Los documentos que llevaba encima Sipulionis indicaban que hab¨ªa nacido en 1973. Faltaba poco para el mediod¨ªa, y lo que ten¨ªamos a nuestro alrededor era parte del balance - 13 muertos y m¨¢s de un centenar de heridos- de una noche de pesadilla en la que el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico hab¨ªa vuelto a sacar sus carros de combate y hab¨ªa usado sus armas contra civiles que velaban por su independencia junto al centro de televisi¨®n de la capital lituana.
Hac¨ªa varios d¨ªas que el Ej¨¦rcito intimidaba a los lituanos con sus paseos nocturnos, pero en la madrugada del s¨¢bado al domingo se transgredieron los l¨ªmites. El momento fatal lleg¨® poco antes de las dos de la madrugada, cuando columnas de blindados y carros de combate tomaron por asalto la torre de televisi¨®n.En nombre del Comit¨¦ de Salvaci¨®n Nacional, un organismo fantasma dirigido desde el partido comunista promoscovita, un mensaje fue difundido por los altavoces, mientras los focos dejaban resbalar sus luces fr¨ªas sobre la multitud, cada vez m¨¢s compacta y m¨¢s decidida a no ceder.
"No tiene sentido oponer resistencia. Actuamos en nombre de la humanidad", gritaba el altavoz, mientras una columna de soldados de ¨¦lite en plena disposici¨®n de combate abandonaba los veh¨ªculos, comenzaba a disparar contra la multitud, romp¨ªa las puertas de vidrio del edificio y penetraba en su interior. Se oyeron tiros, gritos, cantos e insultos: "Bastardos", "fascistas". Cuarenta y cinco minutos despu¨¦s, todo hab¨ªa concluido y sobre la carretera quedaban varios veh¨ªculos totalmente planchados.
"Yo vi c¨®mo un carro de combate arremet¨ªa contra dos personas que se proteg¨ªan detr¨¢s de un coche aparcado. Y un segundo carro de combate se desvi¨® para incrustarles el coche encima", dec¨ªa Daumantas Siplis, profesor de la Universidad de Vilna. "Esto me hace recordar a Hungr¨ªa", exclamaba Vinzas Siginkas, que estaba haciendo el servicio militar, en 1956, cuando las tropas sovi¨¦ticas entraron en Budapest aprovech¨¢ndose de la crisis del canal de Suez.
Las emisoras, silenciadas
Con una diferencia de pocos minutos, en los estudios de televisi¨®n, que est¨¢n en otro lugar de la ciudad, los acontecimientos se desarrollaron de modo parecido. Poco despu¨¦s, las emisoras lituanas, que hab¨ªan ido informando puntualmente de todos los sucesos, dejaban de emitir. Como si de una broma cruel se tratara, la radio de Kaunas (la antigua capital de la rep¨²blica) se pon¨ªa a emitir coplillas populares rusas. Frente al Parlamento, donde la gente monta guardia d¨ªa y noche desde principios de la semana pasada, j¨®venes y viejos entonaban c¨¢nticos religiosos y escuchaban misas al aire libre durante la madrugada.
Para la doctora Dungola Kaladine, jefa del servicio de traumatolog¨ªa de la Cl¨ªnica n¨²mero 1, la pesadilla comenz¨® poco despu¨¦s de las 2.30, cuando empezaron a llegar, mezclados, cad¨¢veres y heridos. Las 60 camas de la secci¨®n de maternidad fueron desalojadas, y los cinco quir¨®fanos disponibles comenzaron a trabajar simult¨¢neamente. Los cirujanos se pusieron a extraer balas como la que llevaba dentro Vazilas Buzas, un jubilado de 60 a?os, que como una inmensa mayor¨ªa de lituanos hab¨ªa llegado a Vilna desde su pueblo para testimoniar su lealtad a las autoridades independentistas de la rep¨²blica. La bala le hab¨ªa entrado a la altura de la cadera derecha. Su rostro, bajo las s¨¢banas ensangrentadas, estaba l¨ªvido. Hab¨ªa sido el primer herido que lleg¨® a la cl¨ªnica, junto con el cuerpo de Sipulionis y el de otro joven al que, en la madrugada, amputaban una pierna.
La doctora Dalla Steibliene preguntaba al principio los nombres, pero luego se concentr¨® en el pulso y las constantes vitales. "Hab¨ªamos o¨ªdo hablar de Karabaj y de Armenla, pero all¨ª el temperamento es otro. No nos lo cre¨ªamos", afirmaba Steibliene. Uno de los j¨®venes operados era Arunas Ramasadicius, miembro de las milicias de Defensa del Distrito, a quien le sacaron una bala incrustada en un gl¨²teo. Ramasadicius fue alcanzado al tratar de huir por una ventana de la torre de televisi¨®n.
En la madrugada, el Parlamento se reun¨ªa de nuevo. Fuera, los reflectores iluminaban a la multitud que enarbolaba banderas lituanas. Dentro, en la oscuridad, los polic¨ªas, los fusileros y los mozos de las milicias de Defensa del Distrito hacen guardia o dormitan tras las barricadas formadas por muebles y sacos de arena. Estas barricadas se ampliaron a lo largo del d¨ªa con alambradas y rejas met¨¢licas que formaron un nuevo cord¨®n de protecci¨®n alrededor del Parlamento, reforzando el parapeto de autobuses que constituyeron la primera barrera contra una eventual llegada de los tanques.
"Est¨¢ tan claro como que dos y dos son cuatro que Gorbachov ha permitido esto", dec¨ªa Romauldas Ozolas, el viceprimer ministro del Gobierno cesante de Kazimiera Prunskiene. Seg¨²n Ozolas, los militares ten¨ªan un plan para tomar por asalto 300 puntos estrat¨¦gicos en toda Lituania, y el ministro de Defensa, Dmitri Y¨¢zov, estuvo en Vi1na hace dos d¨ªas.
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