Libres para contar lo que nos dicen
Los periodistas se rinden ante los militares en la guerra del golfo P¨¦rsico
Un coronel americano al mando de cierta base a¨¦rea estadounidense en el Golfo decidi¨® distinguir la semana pasada al pool de reporteros que hab¨ªan sido asignados a sus escuadrones de cazabombarderos desde el d¨ªa en que la guerra estall¨®. Por tanto, sac¨® para cada uno de ellos una peque?a bandera norteamericana como las que, seg¨²n afirm¨®, se encontraban en las cabinas de los primeros aviones de EE UU que bombardearon Bagdad. "Ustedes tambi¨¦n son combatientes" explicaba a los periodistas al irles entregando las banderas. Este incidente dice mucho de la nueva relaci¨®n, estrecha pero da?ina, entre los reporteros y los militares en la guerra del Golfo. La preparaci¨®n para esta guerra ha sido tan concienzuda, tanto han llegado a depender los periodistas de la informaci¨®n que les dispensan las autoridades militares occidentales en Arabia Saud¨ª, han quedado tan enamorados de su tecnolog¨ªa, que los reporteros se han visto atrapados.
Para la mayor¨ªa de los periodistas del Golfo -y para la mayor¨ªa de los ej¨¦rcitos occidentales- la guerra es una magnitud tan atrayeme como atemorizadora tan hist¨®rica como mortal. La idea de que ¨¦sta es una guerra justa, una lucha entre el bien y el mal, nos ha brindado a todos un pretexto moral para nuestra presencia. Si Sadam Husein es el HitIer de Bagdad -peor que Hitler, en el deficiente an¨¢lisis hist¨®rico del presidente Bush- entonces era inevitable que nuestra informaci¨®n del conflicto adquiriera un latente matiz de rectitud, incluso de romanticismo.Cuando los pilotos de la RAF despegaron desde una pista en el Golfo hace una semana, un joven reportero brit¨¢nico dijo a su audiencia televisiva que "su valor no conoce l¨ªmites". Cuando 10 aviones de la Armada de EE UU despegaron desde el portaaviones USS Kennedy al principio de la guerra -en una campana que, como sabemos ahora, tambi¨¦n est¨¢ causando v¨ªctimas civiles-, un reportero del Philadelphia Inquirer describi¨® c¨®mo "la ma?ana del jueves fue uno de esos momentos suspendidos en el tiempo... que allanan el camino para un amanecer de esperanza". Los periodistas se refieren ahora a Irak como al "enernigo", como si ellos mismos participaran en la guerra, cosa que, en cierto sentido, hacen.
El lenguaje es el de 1940, cuando los ej¨¦rcitos de Hitler hab¨ªan alcanzado el estrecho de Calais y estaban a punto de invadir Inglaterra. Se nos est¨¢ preparando para 1a mayor batalla de tanques desde la "Guerra Mundial" y la mayor operaci¨®n anfibia desde el D¨ªa D (o Corea)". La fuerza multinacional es "los aliados", con ese c¨®modo, reconfortante eco de la alianza militar con la que se derrot¨® a Hitler. Los aliados ganaron y volver¨¢n a ganar; as¨ª parecemos creerlo todos nosotros.
Absurdo peligroso
Este absurdo es tan peligroso como confuso. Cuando los tres mayores ej¨¦rcitos cristianos del mundo combaten con el mayor ejercito musulm¨¢n de la tierra, lanzando su ataque desde la naci¨®n musulmana que contiene los dos santuarios m¨¢s sagrados del islam, no hay lugar para trazar paralelos con la II Guerra Mundial. Si hoy viviera Ed Murrow, el periodista americano, probablemente se encontrar¨ªa entre los reporteros de Bagdad, describiendo el efecto de los ataques a¨¦reos aliados. Tampoco es ¨¦ste el "amanecer de la esperanza". Muy bien pudiera ser el comienzo de nuevas ¨¦pocas de odio entre Occidente y el mundo ¨¢rabe. Sin embargo, nuestras informaciones no reflejan esto.
No es f¨¢cil para los periodistas ejercer la autocr¨ªtica cuando informan, sobre la historia. Y arrojar dudas sobre la palabra de los oficiales americanos o brit¨¢nicos en el Golfo es provocar una condena casi inmediata. A aquellos que informamos de los sufrimientos humanos causados por los ataques a¨¦reos israel¨ªes sobre Beirut en 1982 se nos acus¨® de antisemitismo. Cualquier expresi¨®n de escepticismo aut¨¦ntico acerca de las afirmaciones militares norteamericanas sobre el Golfo suscita una acusaci¨®n parecida: ?nos hemos puesto del lado de Sadam? ?Es que no entendemos que Irak invadi¨® Kuwait el 2 de agosto?
No puede haber un solo reportero en Arabia Saud¨ª que no entienda que Sadam Husein es un dictador brutal y perverso que gobierna mediante el terror. No puede haber duda alguna del salvajismo de su Ej¨¦rcito al ocupar Kuwait. Los reporteros que investigan cuestiones militares en Arabia Saud¨ª arriesgan, en el peor de los casos, la deportaci¨®n. El ¨²ltimo periodista que hizo eso en Irak fue ahorcado.
Censura militar
Hoy. sin embargo, casi tres semanas despu¨¦s del inicio de la guerra, los periodistas de Arabia Saud¨ª han permitido que las autoridades occidentales les embauquen, forzados a integrarse en los pools de reporteros bajo restricciones militares o a actuar independientemente con el peligro de que les sean retiradas sus credenciales de prensa. En teor¨ªa, el pertenecer a un pool de reporteros significa que las informaciones de los periodistas que viajan con los militares est¨¢n disponibles para todas las redes de televisi¨®n y peri¨®dicos. En la pr¨¢ctica, significa que las informaciones de los ¨²nicos reporteros con permiso oficial para presenciar los sucesos del frente son le¨ªdas y a menudo modificadas por censores militares.
Tambi¨¦n hay que decir que existen periodistas del pool que env¨ªan con ¨¦xito y valent¨ªa informaciones que describen la infelicidad tanto como la motivaci¨®n de los soldados en guerra, el aburrimiento tanto como su animaci¨®n, los errores tanto como la eficiencia. Pero muchos de sus colegas no pueden presumir de tanto. La mayor¨ªa de los periodistas que est¨¢n ahora en el Ej¨¦rcito visten uniforme.
Confian en los consejos y en la protecci¨®n de los soldados que est¨¢n junto a ellos. Como es natural (y justificable), tienen miedo de: la batalla terrestre que se avecina, as¨ª que tambi¨¦n acuden a los soldados que est¨¢n junto a ellos en busca de aliento. Dependen de las tropas y de sus oficiales en lo que se refiere a las comunicaciones, quiz¨¢ a sus vidas. Y as¨ª existe el deseo profundo de integrarse, de que "el sistema funcione", una frecuente ausencia de facultades cr¨ªticas.
Esto fue penosamente ejemplificado la semana pasada, cuando las tropas iraqu¨ªes conquistaron la abandonada frontera saud¨ª de Jafyi . Al principio, los reporteros del pool fueron mantenidos a 25 kil¨®metros del lugar de los hechos y -equivocados por los guardianes militares- enviaron historias que informaban de la reconquista de la ciudad. Pero cuando The Independent acudi¨® a la zona para investigar, un reportero de la cadena norteamericana de televisi¨®n NBC trat¨® de impedirlo con estas palabras: "?T¨², imb¨¦cil! No nos vas a dejar hacer nuestro trabajo. No tienes permiso para estar aqu¨ª. L¨¢rgate. Vuelve a Dahran". Llam¨® luego a un relaciones p¨²blicas de los marines norteamericanos, que anunci¨®: "No le est¨¢ permitido hablar con los marines de EE UU, y a ellos no se les permite hablar con usted".
Fue un momento inquietante. Un viaje a JafyI revel¨® que los iraqu¨ªes estaban luchando todav¨ªa en la ciudad mucho tiempo despu¨¦s de que el primer ministro brit¨¢nico anunciara ante el n¨²mero 10 de Downing Street que hab¨ªa sido liberada. Para el reportero norteamericano, sin embargo, los privilegios del pool y de las reglas militares eran m¨¢s importantes que el derecho de un periodista a hacer su trabajo.
Los ej¨¦rcitos americano y brit¨¢nico han conseguido de este modo enfrentar a los reporteros entre s¨ª, dividir a los periodistas aduciendo que los que tratan de trabajar fuera del pool acabar¨¢n con las oportunidades de quienes trabajan -bajo restricciones militares- dentro de ¨¦l.
Ausencia de cr¨ªtica
Parece que hemos llegado a tal seguridad acerca de que ¨¦ste es un conflicto del mal contra el bien que en muchas ocasiones no hacemos uso de nuestras facultades cr¨ªticas. Algunos reporteros se est¨¢n comportando como si fueran soldados m¨¢s que periodistas. Existe una euforia, una alegr¨ªa en ciertas informaciones que las hace casi indiscernibles del material que aparece diariamente en Stars and Stripes, el peri¨®dico militar americano.
Muchas de las informaciones de los pools de televisi¨®n parecen producidas por el Ej¨¦rcito, cosa que, en cierto sentido, es lo que ocurre. Los reporteros que trabajan con independencia de los militares han sido amenazados no s¨®lo con la retirada de sus credenciales, sino tambi¨¦n con la deportaci¨®n de Arabia Saud¨ª, incluso aunque cumplan las directrices de seguridad que proh¨ªben informar de detalles militares ¨²tiles para Irak.
Se supone que ¨¦sta es una guerra en favor de la libertad, pero los ej¨¦rcitos occidentales de Arabia Saud¨ª, con la excusa de preservar la "seguridad", desean controlar el flujo de la informaci¨®n. No podr¨ªa haber mejor prueba de esto que las dificultades planteadas al equipo de televisi¨®n franc¨¦s: film¨® los combates de Jafyi con gran riesgo y, a pesar de que no viol¨® las directrices, vio sus cintas confiscadas porque no pertenec¨ªan al pool.
Probablemente no apreciamos todav¨ªa qu¨¦ humillante es que aceptemos este sistema. ?C¨®mo vamos a justificar lo que ha llegado a ser servilismo si la batalla terrestre que se avecina resulta ser un ba?o de sangre para Occidente? ?Qu¨¦ excusas encontraremos para esas Informaciones acr¨ªticas? Cuando los cuerpos comiencen a llegar, el p¨²blico, cuyo apoyo a este conflicto en parte ha sido configurado por lo que lee y por lo que ve en televisi¨®n, puede que no nos perdone nuestra debilidad al aceptar tan humildemente esas banderitas dadas por el coronel.
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