'Guernica' el cuadro ultrajado
Aunque tambi¨¦n yo s¨¦ que los cuadros s¨®lo pueden describirse aproximadamente y que las palabras aspiran a fijar como con un clavo el significado, hay que intentar, no obstante, explicar un cuadro que ha sido p¨²blicamente ultrajado.El lienzo mide ocho metros de largo y cerca de cuatro de alto. En el espacio representado, recinto interior y exterior se transfunden uno en otro. Los gestos de las figuras, ya sean personas ya sean animales, empujan hacia los m¨¢rgenes del cuadro, como si buscasen reventar el formato. Del exterior como del interior cuelga una desnuda bombilla que arroja una fr¨ªa luz aserrada. Como si la luz el¨¦ctrica no alumbrase suficientemente una mujer catapulta por la ventana abierta, con un largo brazo que domina todo el centro del lienzo, una l¨¢mpara de petr¨®leo. Quiere iluminar el acaecer hasta en el ¨²ltimo escondrijo del cuadro: el caballo relinchando herido, la cabeza inm¨®vil del toro, que se muestra, llamativamente levantada del cuerpo compacto, de perfil y no obstante, con los dos ojos incitada por el horror, una joven de nalgas desnudas pega un brinco; con los brazos levantados, cada mano atiesada, brama una mujer; y, claramente resaltado, el derribado jinete sostiene en su convulsionada mano derecha, que no puede o no quiere aflojar, una flor. La simultaneidad de todo el acaecer del cuadro obedece a una fuerza no visible, que procede de fuera, que golpea y muestra su efecto. Pero incluso all¨ª donde el espacio exterior est¨¢ se?alado por una ventana cortada con forma de una lumbrera, esa fuerza no se da a conocer. El jinete ca¨ªdo del l¨ªmite inferior del cuadro, las dos mujeres de la parte derecha e izquierda del lienzo claman al cielo. ?Viene de all¨ª la fuerza invisible?
?Qu¨¦ ocurri¨®, qu¨¦ hizo que este cuadro, pintado predominantemente en gris sobre gris, llegara a convertirse en el cuadro de nuestro siglo, v¨¢lido todav¨ªa hoy y, de nuevo ahora a la vista de los horrores de estos d¨ªas? ?Ad¨®nde han ido, dado que son s¨®lo las v¨ªctimas las que dominan la escena, los autores? Todo grita: la luz el¨¦ctrica, las personas, el caballo. Al guardar s¨®lo el toro un mutismo lleno de sentidos, acrecienta el alarido. Al cuadro podr¨ªa d¨¢rsele ese nombre si no se llamase ya Guernica.
Lo vi varias veces, cuando, en su exilio en Nueva York, se manten¨ªa extra?o entre tanto arte en el Museo de Arte Moderno (s¨®lo un tr¨ªptico del pintor Max Beckmann colgaba igual de ausente en la sala contigua e invitaba a la comparaci¨®n pict¨®rica. Cada uno con la expresi¨®n subida hasta el l¨ªmite del dolor. Estrictamente separados, y sin embargo tan cercanos el uno al otro: el pintor alem¨¢n, el pintor espa?ol).
Entretanto, el Guernica de Picasso ha vuelto a casa, lo que quiere decir que est¨¢ a s¨®lo unos pocos metros del Museo del Prado, aunque formando parte de ¨¦l -y por eso en estrecha vecindad con las pinturas negras de Goya-, en un edificio preparado s¨®lo para albergar ese mural y sus bocetos y preestudios; est¨¢ expuesto, en una sala climatizada, protegido por un cristal especial para prevenirlo de posibles atentados, el horror convertido en cuadro, el penetrante aullido mudo.
S¨®lo espacialmente sustra¨ªdo al transcurso de la guerra civil de su tierra, Pablo Picasso comenz¨® en la primavera de 1937 los trabajos preparatorios. Ya en el verano pudo mostrarse al p¨²blico el resultado en el Pabell¨®n Espa?ol de la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs. El Gobierno de la Rep¨²blica hab¨ªa cursado ya en 1936, en el primer invierno de la guerra, el encargo. Se alquil¨® un local suficientemente espacioso para un mural de considerable tama?o, que se mantuvo, sin embargo, durante meses sin usarse hasta que una noticia especial del acontecer diario de la guerra civil espa?ola incit¨® al pintor a dibujar ese cuadro, su cuadro, nuestro cuadro.
La peque?a ciudad, capital un d¨ªa del Pa¨ªs Vasco, est¨¢ situada cerca del mar, no muy lejos de Bilbao. El 26 de abril de 1937, Gernika fue bombardeada desde media tarde hasta entrada la noche. En oleadas, los aviones reci¨¦n fabricados y de lo m¨¢s moderno que pod¨ªa ofrecer la t¨¦cnica b¨¦lica antes de estallar la II Guerra Mundial, bombarderos del tipo Heinkel 111 y Junker 52, arrojaron su carga: bombas incendiarias y bombas explosivas de hasta 500 kilos de peso. Se probaron aviones de combate. Bombardeo de espacios densamente habitados en riguroso estreno mundial. Aquel d¨ªa, un lunes, era d¨ªa de mercado y el centro de la ciudad estaba especialmente concurrido. Tras los primeros trallazos, caos y desbandada. Cuando apenas hab¨ªan acabado de arrojar la carga de bombas, los tripulantes de los aviones acribillaron con r¨¢fagas de metralleta a los que hu¨ªan. De los cerca de 7.000 habitantes de Gernika, tras el ataque hab¨ªan muerto 1.654 y 889 fueron heridos.
No desde ¨¦stos o desde aqu¨¦llos, no, desde aviones alemanes arrojaron las tripulaciones alemanas bombas de fabricaci¨®n alemana. Responsable del ataque terrorista fue la Legi¨®n C¨®ndor alemana, una unidad de ¨¦lite.
Peo no fue el odio a los alemanes, ni la aversi¨®n contra el golpista general Franco, ni tampoco su manifiesta toma de partido a favor de la amenazada Rep¨²blica: fue el espanto del pintor Picasso lo que se transform¨® en cuadro. No se?al¨® enemigo alguno. En la compleja composici¨®n no se encuentra -ni aunque sea oculto- ni un solo s¨ªmbolo fascista, ni tampoco referencia alguna a los autores alemanes. ?nicamente las v¨ªctimas se convirtieron en objetivo del pintor. A su dolor, a su horror, a su alarido, les dio expresi¨®n por medio del arte; para cumplir su arte, pero tambi¨¦n para que el mundo viera y oyera. Pero el mundo ni vio ni oy¨®.
Cuando el mural Guernica se expuso en el pabell¨®n de la Rep¨²blica Espa?ola en la Exposici¨®n Universal, la configuraci¨®n, que romp¨ªa toda convenci¨®n, repugn¨® a la derecha; la izquierda, especialmente los comunistas, ech¨® en falta que no se leyera en ¨¦l la tendencia pol¨ªtica o de partido. Una minor¨ªa vio, oy¨® y habl¨® perturbada de arte.
As¨ª ha seguido ocurriendo hasta hoy. Como una obra que hizo ¨¦poca en la historia del arte, aceptada y entretanto sosegadamente tolerada como punto cimero de la modernidad, el Guernica de Picasso sigue siendo entregado a la intencionada interpretaci¨®n torcida, al expolio o a la profanaci¨®n, tambi¨¦n a esa infamia de la que ning¨²n cristal especial puede proteger al original conservado en el museo.
A finales de septiembre de 1990, varias revistas alemanas (Gong, Stern y Der Spiegel) difundieron en tiradas enormes una reproducci¨®n t¨¦cnicamente impecable del cuadro, acompa?ada de un texto publicitario. Ocurr¨ªa eso pocos d¨ªas antes del d¨ªa de la unidad alemana, antes de que sonaran las campanas en todos los campanarios alemanes. En negrita gorda aparec¨ªa, debajo de la parte derecha del cuadro, como un encabezamiento partido en cuatro l¨ªneas, el titular "Las im¨¢genes hostiles del enemigo son el padre de la guerra". La estrecha columna del texto, puesta junto al margen derecho del cuadro, hac¨ªa publicidad del Bundeswehr (Ej¨¦rcito Federal) y se?alaba, con tipograf¨ªa algo m¨¢s peque?a, como firmante al "Ej¨¦rcito Federal". De nuevo el Ej¨¦rcito Federal se presentaba con su s¨ªmbolo distintivo colocado discretamente: la cruz de hierro, rodeada por unas letras en forma de ensaladera, como responsable del anuncio, financiado con el dinero de los impuestos.
El texto publicitario, para el que el Guernica de Picasso deb¨ªa servir mod¨¦licamente como "imagen hostil del enemigo", puesto que mediante el titular -"Las im¨¢genes hostiles del enemigo son el padre de la guerra"- se informaba sobre causa y efecto, afirmaba en 23 l¨ªneas que el Ej¨¦rcito Federal no trabaja con tales im¨¢genes hostiles y que s¨®lo los reg¨ªmenes totalitarios empleaban tales "im¨¢genes hostiles del enemigo": "Esos reg¨ªmenes trazan la imagen del malvado enemigo para poder justificar los sacrificios que exigen permanentemente del pueblo". En las l¨ªneas siguientes del texto publicitario pod¨ªa uno enterarse del peligro de generar guerras que encierran las "im¨¢genes hostiles del enemigo" y de las virtudes del Ej¨¦rcito Federal, que nunca ha basado su misi¨®n en esas "im¨¢genes hostiles": No contra qu¨¦, sino a favor de qu¨¦, reza la pregunta por el sentido de su utilizaci¨®n. A continuaci¨®n, el texto enumera todo lo que hay que defender, para finalmente definir al Ej¨¦rcito Federal: "Es nuestra seguridad contra reveses que nadie puede prever". Podr¨ªa conjeturarse que se trata de hacer publicidad del Ej¨¦rcito Federal como si fuera una subdivisi¨®n de la compa?¨ªa de seguros Allianz, sobre todo dado que el texto publicitario enlaza varias frases tranquilizadoras para los bienpensantes.
Pero nada, ni una sola l¨ªnea explica al lector del anuncio por qu¨¦ el Guernica de Picasso puede servir mod¨¦licamente como "imagen hostil del enernigo". Se oculta el motivo que dio origen al cuadro. Se ignora que lo que se transform¨® en cuadro no fue enemigo alguno, sino sus v¨ªctimas bramantes. Call¨¢ndolo, se hace desaparecer, falazmente, que fueron pilotos, aviones, bombas,y metralletas alemanes los que destruyeron la ciudad vasca de Gernika y asesinaron a 1.654 de sus habitantes; ninguna nota a pie de p¨¢gina revela el nombre de la dotaci¨®n criminal, la Legi¨®n C¨®ndor. El texto est¨¢ redactado de forma Imp¨²dica y conforme a patrones p¨¦rfidos. El Ej¨¦rcito Federal, al profanar el Guernica de Picasso convierte un texto que pretende sugerir inofensividad en lo contrario; el texto construye una "imagen hostil del enemigo" y se sirve de aquellos procedimientos que fueron praxis habitual bajo la dominaci¨®n fascista y estalinista. En letra menuda se halla a la izquierda, bajo el margen del cuadro, el t¨ªtulo de la obra y el nombre completo del depositario de los derechos. Tras el signo del copyright firma el VG Bild-Kunst en Bonn. VG significa: sociedad de comercializaci¨®n. Ha de suponerse que se habr¨¢ hecho llegar a los herederos de Picasso una parte de los derechos de comercializaci¨®n y, como ha de hacerse si se quiere ser correcto, tambi¨¦n un ejemplar de la tirada. Sin embargo, y porque pudiera ser que los herederos no tengan ni atisbo de sospecha de haber cobrado ese salarlo de Judas, me pareci¨® conveniente informar, a trav¨¦s de un despacho de abogados de Hamburgo, a la sociedad de herederos, principalmente porque no dispongo de ninguna posibilidad legal de poner una denuncia contra el Ej¨¦rcito Federal. Bajo el texto del anuncio aparece, una vez m¨¢s, en letra peque?a: "?Quiere usted saber m¨¢s sobre este tema? Escriba a la Oficina de las Fuerzas Armadas. Apartado 140.189. 5300 Bonn 1 ".
Para mi r¨¦plica, la Oficina de las Fuerzas Armadas no era, ni es, la direcci¨®n a la que dirigirme. Despu¨¦s de no haber visto, excepto en la revista Art, reacci¨®n cr¨ªtica alguna a la monstruosidad calculada de este anuncio que sirve de reclamo al Ej¨¦rcito Federal -ni la Asociaci¨®n de Artistas Alemanes ni la secci¨®n de Artes Pl¨¢sticas y Gr¨¢ficas de la Academia de Artes de Berl¨ªn se sintieron escandalizadas por la profanaci¨®n del cuadro de Picasso; y tampoco en el Bundestag se trat¨® el caso-, he llevado conmigo mi protesta durante medio a?o, sabiendo que ten¨ªa pendiente esta lectura, junto con G¨¹nter de Bruyri, en lugar tan se?alado.
Hace un a?o y medio, cuando la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana todav¨ªa parec¨ªa estar segura de sus instrumentos de poder, el presidente federal curs¨® la invitaci¨®n para el acto. Desde entonces ha ocurrido m¨¢s de lo que ser¨¢ posible encontrar en los libros de historia. Entretanto, los alemanes ya unificados se han vuelto m¨¢s extra?os entre s¨ª de lo previsto. En lugar de la divisi¨®n pol¨ªtica, al engrandecido pa¨ªs lo divide ahora el desclasamiento social. Timados por estafadores electorales, los nuevos ciudadanos han sido borrados, por en¨¦sima vez, y puede que se sientan olvidados, a m¨¢s tardar, desde el momento en que la crisis del Golfo se transform¨®, indefectiblemente, en una guerra y sali¨® a la luz el reverso del car¨¢cter pac¨ªfico de los alemanes. Ahora sabemos que del tr¨¢fico de armas criminal con Irak no son s¨®lo responsables firmas alemanas -entre ellas algunas de renombre mundial-; no, el Gobierno federal llev¨® a cabo, a sabiendas, consinti¨¦ndolo y aval¨¢ndolo, ese crimen de grandes consecuencias; somos gobernados, por nombrar con precisi¨®n el milieu de Bonn, por una "honorable sociedad".
Puede uno preguntarse: ?qu¨¦ muestra el anuncio de la imagen hostil del enemigo, entregado hace medio a?o, y, por decirlo as¨ª, ya prescrito, del Ej¨¦rcito Federal, cuando ya se ha vuelto notorio que el ministerio competente hiede por la cabeza como pez podrido? ?A qui¨¦n le escuece la profanaci¨®n de un cuadro importante cuando no hace mucho en las secciones culturales m¨¢s importantes se negaba la capacidad social de "toda est¨¦tica de convicciones"? ?A qui¨¦n podr¨ªa mover o sacar de la comodidad del brasero mi protesta contra la ofensa p¨®stuma a los ciudadanos de la ciudad de Gernika asesinados por alemanes -1.654 en total- cuando desverg¨¹enzas de ese cariz entre hermanos se han vuelto dignas de consenso? Como mucho, se amonestar¨¢, atendiendo a las buenas formas, por su falta de tacto a la Oficina de las Fuerzas Armadas de la misma manera que se hubiera amonestado, por ejemplo, a Bayer Leverkusen si al departamento de publicidad de esa empresa se le hubiese ocurrido hacer publicidad de analg¨¦sicos con una reproducci¨®n perfectamente impresa del retablo de Isenheimer. Y el siguiente esc¨¢ndalo ser¨ªa ya, durante un breve per¨ªodo, actual.
Me encuentro algo pasado de moda en medio de esa aceleraci¨®n comunicativa. Acostumbrado a que desde los tiempos de Heinrich B?ll se nos aplique el veredicto de "predicador moral", s¨¦ lo habitual que es esa moral de bribones seg¨²n la cual lo que debiera haber sido es lo que ha sido. Sin embargo, reivindico un derecho no escrito, el derecho humano al pasado. M¨¢s a¨²n: al dedicar a mi anfitri¨®n, el presidente federal, esta pol¨¦mica bajo el t¨ªtulo El cuadro ultrajado, pongo mi confianza en sus muy escuchados discursos, en su palabra, que no deja de lado el peso del pasado alem¨¢n.
?l sabe lo que Gernika significa. Su generaci¨®n -y tambi¨¦n la m¨ªa- fueron marcadas por Gernika y sus consecuencias. ?l ha dicho, contra el actual esp¨ªritu de la ¨¦poca impulsor del olvido, repetidas veces, y complic¨¢ndose el desempe?o de su cargo, frases que obligan tambi¨¦n a las generaciones posteriores respecto a ese pasado. No quiero hacerle m¨¢s f¨¢cil el cargo. Mi palabra quiz¨¢ pueda mover algo; la suya tiene, en ocasiones, peso.
El ministro de Defensa es responsable de un anuncio publicitario a favor del Ej¨¦rcito Federal cuya tendencia desacredita el servicio en sus unidades. Precisamente porque el Ej¨¦rcito Federal tom¨® parte en una guerra cuyas consecuencias funestas han sido incalculables y sus v¨ªctimas incontables, el da?o que ese anuncio provoca es dif¨ªcilmente recuperable; el anuncio no puede ser aceptado.
Al rogar a Richard von Weizsacker que exija al ministro de Defensa que se disculpe ante los ciudadanos de Gernika no espero mucho -no una dimisi¨®n, ?qui¨¦n dimite ya aqu¨ª!-, pero s¨ª que el m¨¢s alto representante de la Rep¨²blica Federal de Alemania cumpla con su cargo.
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