Pensar el mundo
Tan s¨®lo el establecimiento de un mercado a tres bandas entre Europa, Estados Unidos y Jap¨®n -con la generaci¨®n de recursos que ello provocar¨ªa-, y no precisamente el nuevo orden mundial propuesto por George Bush, es capaz de garantizar, seg¨²n el autor, el progreso y la estabilidad del planeta en su conjunto.
De cuando en cuando es necesario hacer un alto en la atenci¨®n que prestamos a los hechos cotidianos y pararnos a reflexionar sobre nuestras obras y nuestros pensamientos. Estas pausas saltan al primer plano de la actualidad informativa cuando ¨¦sta produce hechos que, tomados en su conjunto, provocan m¨²ltiples interrogantes y escasas respuestas. En los ¨²ltimos meses ha surgido una pregunta de nueva s¨ªntesis que recibe respuestas inadecuadas, lo que es necesario corregir en inter¨¦s de todos.Las dificultades que plantea el actual sistema de relaciones internacionales son generadas m¨¢s por la ausencia de un horizonte pol¨ªtico general que por la complejidad intr¨ªnseca de las crisis locales y regionales. El nuevo orden mundial propuesto por George Bush constituye un s¨ªntoma de esta crisis global en cuanto f¨®rmula que tiende a echar mano de un m¨¦todo anticuado para encarar un problema nuevo.
El problema. no nace del hecho de que existan poderes contrapuestos que deseen dominar el mundo (como hab¨ªa venido ocurriendo hasta hace poco). Surge m¨¢s bien de la necesidad que sienten todas y cada una de las ¨¢reas del planeta de que se consolide un sistema rector del mercado mundial, necesidad que ninguna de ellas est¨¢ en condiciones de garantizar de forma cre¨ªble.
Mero acuerdo estrat¨¦gico
La propuesta de Bush se limita a ofrecer un acuerdo estrat¨¦gico capaz de administrar los problemas globales de seguridad militar sobre la base de un acuerdo de responsabilidad com¨²n entre Estados Unidos, la Comunidad Europea y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ello es importante como parte del desarrollo de un nuevo orden mundial (en particular, debido al proceso de cooptaci¨®n de la URSS por parte de Occidente), pero no puede constituir la estructura del propio orden nuevo.
En los ¨²ltimos 10 a?os, de hecho, ha ocurrido algo nuevo en el planeta: todos, con m¨¢s o menos ¨¦nfasis, han aceptado el sistema de mercado como organizaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad (es decir, el capitalismo ha vencido en el plano ideol¨®gico). En otras palabras, ha concluido el periodo en el que el 75% del planeta actuaba en base a tipos de organizaciones sociales distintas a aquella que ten¨ªa como puntos de referencia el mercado y el c¨®digo capitalista (experimentalismo socialista, populismo nacionalista ... ), y como marco, la congelaci¨®n basada en el sistema bipolar. Ahora, este 75% del planeta desea verse cooptado por el ¨¢rea rica y no competir con ella, pero no dispone de los recursos para hacerlo.
Demanda de recursos
La situaci¨®n actual, por tanto, se caracteriza por una enorme e improvisada demanda de recursos econ¨®micos como fundamento para alcanzar un acuerdo pol¨ªtico de estabilizaci¨®n planetaria. Ante este anhelo, y dadas sus proporciones, las potencias tradicionales se encuentran desnudas.
Estados Unidos puede transferir al resto del mundo un alto grado de seguridad, pero poco capital. Los europeos son los ¨²nicos que pueden movilizar grandes flujos de capitalizaci¨®n, pero la demanda de recursos es muy superior a la disponibilidad global de la, sin embargo, rica Europa, abocada, por otra parte, a medio plazo a invertir cuantiosos fondos en s¨ª misma (por ejemplo, los costes de la reconstrucci¨®n de Alemania, el saneamiento financiero de Italia... ). En resumen, existe una crisis de potencial capitalizador en Occidente en relaci¨®n al nivel de la demanda de recursos procedente de la mayor¨ªa del planeta.
Esta crisis de capitalizaci¨®n global convierte en d¨¦bil y vacilante la propuesta de un nuevo orden mundial basada en un directorio con capacidad militar global, pero sin el apoyo de un potencial econ¨®mico equivalente al alcance del empe?o estrat¨¦gico. Esta naturaleza menoscabada de la propuesta norteamericana es incluso altamente peligrosa en el plano de las relaciones Este-Oeste en cuanto que induce una relaci¨®n de tipo tributario entre los europeos y los japoneses por un lado y Estados Unidos por el otro que no puede por menos que convertirse en fuente de un conflicto estructural. Por tanto, sin la elaboraci¨®n de una pol¨ªtica de mercado global es imposible estabilizar de forma sustancial (es decir, occidentalizar) el planeta, ya que las sociedades pobres no tienen m¨¢s alternativa que organizarse a trav¨¦s de una forma pol¨ªtica conflictiva (ya no regulada por los l¨ªmites del equilibrio bipolar).
Escenario negativo
En s¨ªntesis, el nuevo orden mundial propuesto por Bush da paso a un escenario tautol¨®gico negativo: la oferta de una mayor seguridad estrat¨¦gica global crea un nuevo conflicto asimismo global, dado que la propia oferta peca de falta de contenidos econ¨®micos proporcionales. El mundo, en este caso, est¨¢ mal pensado.
Pensar bien el mundo significa ante todo comprender cu¨¢les son sus necesidades. Y el mundo exige fondos en una proporci¨®n muy superior a los que es posible movilizar mediante los medios hoy por hoy disponibles. Por tanto, pensar el mundo consiste en estos momentos en dotar al mercado global de una arquitectura pol¨ªtica capaz de potenciar la generaci¨®n econ¨®mica. Veamos c¨®mo.
En estas mismas p¨¢ginas hemos abogado repetidamente por la elaboraci¨®n urgente de un proyecto pol¨ªtico capaz de generar un mercado com¨²n entre Estados Unidos, la Comunidad Europea y Jap¨®n. En el contexto actual, esta propuesta cobra a¨²n m¨¢s urgencia si cabe, ya que es la ¨²nica soluci¨®n capaz de crear un motor de desarrollo con consecuencias planetarias.
Esta integraci¨®n ofrecer¨ªa, sin duda, aspectos generadores muy superiores a los que se obtienen con el actual ordenamiento del mercado internacional, ya que tanto el sistema financiero como el industrial se ver¨ªan obligados a globalizar sus funciones incidiendo obligatoriamente en las ¨¢reas perif¨¦ricas del polo tricontinental, esto es. el resto del mundo. En esta escala, de hecho, el mercado actuar¨ªa mediante procesos naturales (atra¨ªdos por los diferenciales econ¨®micos) y no tan s¨®lo institucionales (es decir, mediante acuerdos deudores entre Estados), se producir¨ªa una transferencia masiva de recursos a escala global acompa?ada de una transferencia asimismo natural (y, por tanto, progresiva y selectiva) de la racionalidad capitalista. Esta soluci¨®n, en resumen, pondr¨ªa en circulaci¨®n un mayor volumen de capital y de forma m¨¢s organ zada. Y ello resolver¨ªa la primera parte del actual problema: el mercado capitalista, tal como existe tioy d¨ªa, no crea flujos de recursos hacia las zonas pobres. Dado que tales flujos no pueden mantenerse artificialmente a partir de un cierto l¨ªmite, la ampliaci¨®n del mercado es lo ¨²nico que puede garantizar que tales transferencias se produzcan de modo natural, es decir, compatible con los requisitos del propio mercado,
Capitalizaci¨®n 'natural'
En s¨ªntesis, la formaci¨®n de un mercado com¨²n tricontinental permitir¨ªa la capitalizaci¨®n natural y no deudora de los sistemas subcapitalizados. Y ello estimular¨ªa a su vez el desarrollo tanto de las zonas ya ricas como de las pobres, y crear¨ªa las bases concretas (y un punto de orden concreto) para los acuerdos pol¨ªticos sobre seguridad.
Pensar el mundo hoy d¨ªa significa construir el mercado global, ya que tan s¨®lo el capitalismo (en su forma moderna) est¨¢ capacitado para dotar de un lenguaje com¨²n al planeta sin violencias imperiales y mediante procesos distributivos de car¨¢cter pragm¨¢tico. Es imprescindible no perder demasiado tiempo con propuestas que no sirven sino para retrasar la realizaci¨®n de esta s¨ªntesis esencial, sin la cual todos nosotros nos arriesgamos a retroceder a aquel pasado que tan s¨®lo recientemente hemos dejado con orgullo a nuestra espalda.
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