Maniobra discutible
El Festival de San Isidro se sigue llamando de jazz, pero present¨® en su primera jornada sendos ejemplos de lo que se viene denominando nueva m¨²sica improvisada y m¨²sica mundial. Est¨¦ticas que siguen la t¨¢ctica del cuco y utilizan el viejo nido del jazz para medrar y expulsar de ¨¦l a sus genuinos inquilinos cuando se presente la ocasi¨®n; maniobra discutible y cada vez m¨¢s frecuente.Se supone que la Identidad del at¨ªpico tr¨ªo de Paul Motian se basa en el contraste entre el vigor algo tosco del saxofonista Joe Lovano y la tr¨ªptica intelectualidad del guitarrista Bill Frisell, manteni¨¦ndose ¨¦l mismo desde la bater¨ªa como faro referencial y fuerza aglutinadora. Sin embargo, su producto se resiente de monoton¨ªa y, lo que es peor, no aporta las novedades significativas que podr¨ªan ser su mejor baza. Motian baquetea con hosquedad, como si utilizara garfios, sin alcanzar la tensi¨®n que sab¨ªan imprimir los airados percusionistas del free jazz s¨®lo con sus manos; Lovano y su incisivo saxofonismo hace distantes las emociones que tan pr¨®ximas sonaban en los labios de su maestro John Coltrane; Frisell, por ¨²ltimo, abusa de acordes desfallecidos, de cierto aroma a ozonopino, que quedar¨ªan m¨¢s propios como fondo para hipot¨¦ticos cantantes countries de la pradera lunar.
XI Festival de Jazz de San Isidro
Tr¨ªo Motian / Frisell / Lovano-Don Cherry & Multikulti Quartet. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid. 15 de mayo. Aforo: 450 personas. Precio: 1.500 pesetas.
La luna debe ser el ¨²nico lugar que le queda por visitar a Don Cherry. Se le ha llamado el Marco Polo del jazz, se le ha comparado con el indio que pega su o¨ªdo a la tierra en busca de sonidos inaudibles para los dem¨¢s y es, sin duda, el m¨²sico n¨®mada por excelencia. Sensibilidad la tiene toda y muchos colegas coinciden en asegurar que ser¨ªa el mejor trompetista del mundo si tuviera m¨¢s t¨¦cnica. No puede mejorarla, porque lo que menos toc¨® en su concierto fue justamente su c¨¦lebre trompeta de bolsillo.
A cambio, hizo un precioso reggae con la mel¨®dica, jug¨® a encantador de serpientes con flautas bengal¨ªes, toc¨® la hipn¨®tica guitarra del cazador de Mali y crucific¨® a Monk en un medley al piano. Miel y hiel de m¨²sico argadillo que busca incensantemente valores propios que, a lo mejor, la providencia no ha tenido a bien concederle.
Vino acompa?ado por Peter Apfelbaum, otro poliinstrumentista discreto en todo menos en el aspecto, muy similar al de un Boy George sin maquillar, y una secci¨®n r¨ªtmica deseosa de sumergirse en el reggae a la menor insinuaci¨®n.
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