S¨®lo frases
Tal vez sea cierto que cada d¨ªa leemos menos libros, pero eso, en la cultura del barniz, apenas si se nota. Estamos inmersos como nunca en la civilizaci¨®n de la cita, y cuando menos lo esperamos surge del forro del contertulio la navaja verbal de unas comillas. Es la frase, esa condensaci¨®n del pensamiento que alg¨²n artesano labr¨® para su placer y que con el tiempo se ha ido desgajando del texto. En su d¨ªa fueron palabras a medida, pero poco a poco han ingresado en la industria de la charleta, como incrustaciones de pedrer¨ªa destinadas a dar brillo a la ganga mental. La frase ajena siempre tiene vocaci¨®n de KO dial¨¦ctico. Hasta entonces manten¨ªamos una desigual esgrima con el discrepante, pero la frase solemne y perfecta ha acabado el combate. "Las cosas son como son hasta que dejan de serlo", declama el replicante. Y a continuaci¨®n suelta la firma como un mazazo: "Lo dice Llopis, ya sabes". No lo sab¨ªamos, pero una nueva frase ha venido a instalarse en nuestra armer¨ªa de urgencia. Con memoria y constancia acabaremos dominando el arte de vadear los argumentos saltando de frase en frase sin necesidad de mojarnos.Citar es como vivir de segunda mano. Una manera de apropiarse de la experiencia ajena para so?ar que alg¨²n d¨ªa la tuvimos. A veces, en el almac¨¦n de las palabras, las frases entrecomilladas se traspapelan y entonces su autor se desdibuja. La semana pasada, aqu¨ª mismo, atribu¨ª a Barral un verso de Jaime Gil. La literatura de los poetas amigos se agolpaba en la memoria, y en la conversaci¨®n coral se confundieron las voces. Tampoco pas¨® nada. Las frases, como el dinero, no son tanto de quien lo gana como de quien lo tiene. Nos cre¨ªmos brillantes ide¨®logos y ahora nos descubrimos como babosos pirot¨¦cnicos que hacen estallar sus greguer¨ªas en la noche.
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