La hora de la Expo

LAS INCERTIDUMBRES que han venido afectando a la preparaci¨®n de la Exposici¨®n Universal de Sevilla y a los actos conmemorativos del V Centenario parecen haberse clarificado algo en las ¨²ltimas semanas. La sustituci¨®n del comisario Olivencia por el comisario Casinello fue, con la reaparici¨®n de Y¨¢?ez, el cambio m¨¢s llamativo del organigrama. La nueva estructura ha culminado con dos decisiones que pueden indicar el rumbo que la Expo tomar¨¢ en los pocos meses que restan para su inauguraci¨®n. Tanto las reponsabilidades asumidas por el vicepresidente del Gobierno, Narc¨ªs Serra, como la colaboraci¨®n del Ayuntamiento de Sevilla permiten suponer que la situaci¨®n ha variado. Al menos se ha reconocido el insoslayable imperativo de que el tiempo ya no permit¨ªa esperar m¨¢s a que los conflictos se resolvieran por s¨ª mismos.Las competencias coordinadoras del vicepresidente Serra en los eventos del 92 tienden a evitar las disfunciones en la preparaci¨®n de acontecimientos de distinta naturaleza, y la cooperaci¨®n del Ayuntamiento de Sevilla, no socialista, restaura un comportamiento de racionalidad y eficacia imprescindible.

Los responsables de la Expo no han logrado hasta la fecha suscitar el inter¨¦s y el entusiasmo de la ciudadan¨ªa sevillana por la muestra que, a partir de abril de 1992, tendr¨¢ a su capital como escenario. La enorme y m¨²ltiple obra p¨²blica que se: est¨¢ construyendo, principalmente en la isla de la Cartuja, con repercusiones decisivas en la infraestructura urbana, ha dejado indiferente, cuando no esc¨¦ptico, a un pueblo cuya sagacidad e imaginaci¨®n est¨¢n de sobra demostradas. Una causa de este desinter¨¦s es probablemente la indefinici¨®n sobre el destino ¨²ltimo de muchas de las instalaciones de la Expo.

Desde un principio, el proyecto ha carecido de una concepci¨®n omnicomprensiva, especialmente en los contenidos de los pabellones y, lo que es m¨¢s importante, en el significado global del V Centenario en su relaci¨®n con la exposici¨®n. Muchos de los malentendidos y rechazos ideol¨®gicos que el 92 levanta en sectores sociales de Iberoam¨¦rica, cuyos pa¨ªses participar¨¢n oficialmente, deben achacarse tanto a errores de comunicaci¨®n del proyecto como a sus cambiantes perfiles. La Expo produce la impresi¨®n de que se ha ido haciendo mientras; se hac¨ªa.

En el cap¨ªtulo de grandes obras, Renfe acaba de precisar la fecha inaugural del pol¨¦mico tren de alta velocidad entre Madrid y Sevilla, coincidiendo con la noticia de que la ampliaci¨®n del aeropuerto hispalense estar¨¢ terminada en la fecha prevista. La infraestructura hotelera, en cambio, se retrasa, y no est¨¢ claro que resulte suficiente si se cuniplen las previsiones de visitantes forasteros.

Un balance de la situaci¨®n actual corrobora la falta de programaci¨®n global y de definici¨®n de que adolece una empresa de tal envergadura. Pero cabe a¨²n confiar en que el ref¨®rzamiento dlirectivo del entramado burocr¨¢tico sea capaz, al ritmo del tiempo, que no se detiene, de explicar mejor la Expo 92 y de que a la hora exacta en que sus puertas se abran no se est¨¦n dando brochazos de pintur¨¢ a sus paredes.