La esperanza trabaja contra el reloj
M¨ªnimas posibilidades de rescatar vivos a los dos obreros sepultados en el hotel Bah¨ªa de Santander
La avenida de Alfonso XIII, donde se asientan los restos del hotel Bah¨ªa, se ha convertido en una exposici¨®n al aire libre de maquinaria pesada. Coches de bomberos y de las fuerzas de seguridad, ambulancias y tres enormes gr¨²as capaces de levantar 110 toneladas est¨¢n junto a las ruinas del hotel para colaborar en las tareas de rescate de los dos obreros que a¨²n permanecen sepultados desde el lunes bajo los escombros. Una de las gr¨²as lleva toda la ma?ana golpeando la fachada del edificio con un p¨¦ndulo de hierro de cuatro toneladas para contribuir a la demolici¨®n. El reloj corre inexorable, y cada vez son menores las posibilidades de encontrar con vida a los dos desaparecidos. Ayer los trabajos se concentraron en dos zonas de la cuarta planta, se?alados insistentemente por los perros rastreadores.Un autob¨²s municipal de la l¨ªnea 28, que hace el servicio a El Sardinero, ha sido habilitado para el descanso de los familiares de los desaparecidos, que pasan sus horas luchando entre el abatimiento y la esperanza. El Ayuntamiento les hace llegar viandas y mantas para pasar la noche.
En el autob¨²s s¨®lo hay ahora un ocupante: Miguel ?ngel Calleja, palentino de 28 a?os, que se turna con otros familiares en la espera. Su t¨ªo, Gonzalo Montalvo Fern¨¢ndez, de 59 a?os, soltero, sigue bajo los escombros junto a Julio Serrano Alonso, de 24 a?os. "Siempre hay que tener una peque?a esperanza", dice sin convicci¨®n. "Pero a medida que pasa el tiempo...".Los pastores alemanes de la Ertzantza rastrean sin descanso entre los cascotes para encontrar a los desaparecidos. Los animales son trasladados diariamente en helic¨®ptero desde el Pa¨ªs Vasco. En su tarea les ayuda Rhessy, una hembra de la misma raza, de siete a?os y propiedad de los santanderinos Carlos Fern¨¢ndez e Irene Pel¨¢ez.
Fernando Mac¨ªas, arquitecto jefe de protecci¨®n de la edificaci¨®n del Ayuntamiento de Madrid, que colabora en las tareas de demolici¨®n del hotel, ha solicitado una lanza t¨¦rmica para llevar a cabo su labor. "Emite un fuerte chorro de acetileno con ox¨ªgeno enriquecido que corta el hierro y pulveriza el hormig¨®n desde m¨¢s de tres metros de distancia, sin riesgo para el operario", explica. "La ensayamos en Madrid en el tr¨¢gico incendio de Almacenes Arias, que cost¨® la vida a diez bomberos". Mac¨ªas encuentra cierta similitud entre las ruinas de los Almacenes Arias y las del hotel santanderino: los mismos temibles colgantes de hormig¨®n de hasta 270 metros cuadrados de superficie. Sobre los forjados dela tercera y la cuarta planta del Bah¨ªa a¨²n hay acumuladas 150 toneladas de cascotes.
Los bomberos de la ciudad se han convertido en los h¨¦roes de estas largas horas. Metidos en contenedores sostenidos en el vac¨ªo y protegidos por arneses, despliegan una actividad incesante sobre las ruinas. Incesante y forzosamente lenta a causa de los dos hombres sepultados en la enorme escombrera. Con mazas e incluso sus propias manos, abren huecos en los cascotes antes de recurrir a elementos mec¨¢nicos que aceleren el derribo.
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