La respuesta a la regularizacion fiscal
El autor argumenta que el reciente proceso de regularizaci¨®n fiscal ha servido para poner de manifiesto la realidad de un cambio social subyacente en el comportamiento fiscal de los espa?oles. El mensaje emitido a trav¨¦s de esta experiencia es que los espa?oles quieren vivir en una sociedad democr¨¢tica y justamente reglada, quieren cumplir con est¨¢s reglas y quieren un cumplimiento general de las mismas.
El proceso de regularizaci¨®n fiscal es todav¨ªa demasiado reciente para sacar conclusiones definitivas del mismo. Con toda seguridad, necesitaremos una perspectiva temporal mucho m¨¢s amplia para evaluar su verdadero alcance y para entender las razones que han llevado a un afloramiento nada despreciable de base imponible. Aun as¨ª, creo que vale la pena avanzar una posible interpretaci¨®n de los hechos, aunque sea provisional y sujeta a rectificaci¨®n. Experiencias sociales como la acabada de vivir no abundan demasiado y es importante analizarlas. Lo que sigue es mi contribuci¨®n, necesariamente parcial y subjetiva, a este an¨¢lisis.Los hechos
Los datos provisionales referidos a todo el territorio espa?ol (es decir, incluyendo a las Haciendas forales) apuntan a que la base imponible directamente aflorada en todo el territorio espa?ol asciende a cerca de 1,25 billones de pesetas, cuando contabilizamos los pagar¨¦s canjeados por deuda especial (1,05 billones) y las declaraciones complementarias (200.000 millones). ?sta es una cifra que supera ampliamente las previsiones m¨¢s optimistas; ahora bien, ?es alta o baja?, ?es mucho o poco el dinero aflorado?
Estas preguntas s¨®lo pueden ser contestadas en t¨¦rmirios relativos. Y el problema aqu¨ª es que nadie sabe qu¨¦ volumen de dinero fiscalmente irregular existe en Espa?a, como tampoco se sabe el que existe en otros pa¨ªses. Es verdad que hay estudios sobre esta cuesti¨®n, pero est¨¢n basados en supuestos que arrojan serias dudas sobre las estimaciones finales. Creo que una gran mayor¨ªa de economistas estamos de acuerdo en que estos estudios sirven m¨¢s para saber c¨®mo evoluciona el fraude que para Conocer su nivel. As¨ª las cosas, un buen punto de referencia es el volumen de pagar¨¦s del Tesoro y de pagar¨¦s forales en manos del P¨²blico, que ascend¨ªa a 1',5 billones de pesetas. Es decir, se han canjeado alrededor de un 70% de los pagar¨¦s en manos del p¨²blico y la base imponible total aflorada supone cerca de un 80% del total de pagar¨¦s.
Ustedes dir¨¢n que estos porcentajes quiz¨¢s no sean los adecuados. Y llevan raz¨®n, porque adem¨¢s del colocado en pagar¨¦s exist¨ªa otro dinero fiscalmente irregular. Pero tambi¨¦n ser¨ªa exagerado, e incierto, utilizar puntos de referencia simplemente imaginarios. Si no sabemos cu¨¢nto dinero negro exist¨ªa en -Espa?a, tampoco podemos saber qu¨¦ porcentaje del mismo ha sido regularizado. En estas circunstancias parece razonable medir el resultado de la regularizaci¨®n con respecto a un punto de referencia cierto, siempre y cuando se explicite la referencia que se est¨¢ utilizando.
Incluso con estas reservas, mi valoraci¨®n personal del resultado es francamente positiva, y dudo que esta valoraci¨®n est¨¦ muy alejada de la opini¨®n general. Adem¨¢s, debeir¨ªamos tener en cuenta que las cifras anteriores se refieren solamente a la base imponible directamente aflorada. Es de esperar que quien ha hecho el esfuerzo de regularizar ahora va a declarar correctamente en el futuro para evitar la generaci¨®n de nuevos patrimonios fiscalmente irregulares, particularmente en el contexto de la advertencia de que ¨¦sta iba a ser la ¨²ltima oportunidad.
?stos son los hechos, pero
?qu¨¦ significan? Aun a riesgo de. equivocarme, creo que es importante avanzar una interpretaci¨®n de esta experiencia. En mi opini¨®n, la misma ha servido para poner de manifiesto la realidad de un cambio social subyacente, que lleva ya tiempo produci¨¦ndose en Espa?a, que afecta a todos los ¨¢mbitos de la vida y que tiene importantes implicaciones sobre las actuaciones de la Administraci¨®n.
Espa?a est¨¢ dando pasos muy significativos hacia la modernizaci¨®n, y la respuesta a la regularizaci¨®n fiscal debe ser interpretada como una manifestaci¨®n m¨¢s de este proceso, aunque una particularmente significativa. Esta respuesta implica un, cambio de comportamiento social demasiado sustancial para ser atribuido en exclusiva a las caracter¨ªsticas t¨¦cnicas de una determinada oferta tributaria o a la particular habilidad de un determ¨ªnado Gobierno para presentar la cuesti¨®n. Estos factores pueden haber contribuido, pero por s¨ª solos dif¨ªcilmente pueden explicar la envergadura de esta respuesta.
En mi opini¨®n, los ciudadanos espa?oles, desde su vertiente de contribuyentes, han emitido un mensaje que debe ser cuidadosamente interpretado: cada vez m¨¢s, los espa?oles quieren vivir en una sociedad democr¨¢tica y justamente reglada, quieren cumplir con estas reglas y quieren que el cumplimiento de las mismas sea absolutamente general. Las implicaciones de este mensaje son m¨²ltiples y afectan a diferentes ¨¢mbitos de nuestra realidad social, pero, por razones obvias, perm¨ªtanme que me centre s¨®lo en las de car¨¢cter fiscal.
Una sociedad democr¨¢tica y justamente reglada quiere decir, entre otras cosas, una sociedad con normas tributarias colectivamente aceptadas. Nadie tiene la f¨®rmula perfecta para saber, c¨®mo ¨¦sta aceptaci¨®n puede ser conseguida, pero parece razonable suponer que un marco legal tributario generado por el m¨¢s amplio consenso posible, atento al inter¨¦s general y estable en el tiempo, tiene m¨¢s garant¨ªas de ser socialmente aceptado que otro impuesto por la fuerza, discriminatorio y, temporalmente, vol¨¢til.
Nuestras normas tributarlas han cambiado quiz¨¢s demasiado en los ¨²ltimos tiempos, aunque no debe olvidarse que desde 1978 Espa?a se halla inmersa en un ambicioso proyecto de renovaci¨®n fiscal y que estos procesos acostumbran a necesitar de iteraciones m¨²ltiples antes de converger en el punto adecuado. Creo que estamos ya crea de este punto: falta poco para cerrar un marco legal tributario moderno, adaptado a nuestra realidad econ¨®mica y homologado con los existentes en otros pa¨ªses europeos. A partir de ah¨ª, la estabilidad debe ser un objetivo predominante. Las leyes tributarias, como el buen vino, cuanto m¨¢s viejas, mejores.
Resultados
El resultado de la regularizaci¨®n sugiere que, en gran medida, los contribuyentes espa?oles comparfen esta opini¨®n. Las normas tributarias que hoy tiene Espa?a ni son caprichosas ni van a cambiar sustancial¨ªnente en el futuro inmediato. Estas son las reglas del juego, como lo son tambi¨¦n en otros pa¨ªses europeos, y en este juego deben participar todos los ciudadanos levantando la mano y pagando sus impuestos. Las muchas manos alzadas en el proceso de regularizaci¨®n me hacen pensar que la aceptaci¨®n social de nuestros tributos comienza a ser una realidad.
Otro aspecto significativo al que tambi¨¦n apunta el resultado de la regularizaci¨®n es el progresivo convencimiento de que una sociedad sin reglas es una sociedad ineficiente, a la que le costar¨¢ progresar. En las junglas sociales, en las sociedades no transparentes, quienes prosperan son los que carecen de escr¨²pulos los que abusan de las lagunas legales y los que utilizan en su provecho, la inseguridad jur¨ªdica creada por la falta de reglas. Pero ¨¦ste es un modelo de sociedad que est¨¢ lastrado por demasiados costes sociales y al que, estoy convencido, la gran mayor¨ªa de espa?oles ha renunciado deforma definitiva.
El espa?ol no s¨®lo ha comenzado a aceptar la necesidad social del actual marco tributario; quiere tambi¨¦n cumplirlo. As¨ª interpreto la amplitud de la respuesta a la regularizaci¨®n fiscal. Si no fuera as¨ª, si en el fondo no hubiera un convencimiento colectivo de que vivir en una sociedad moderna es vivir dentro de un marco legal en todas y cada una de las manifestaciones de la vida, dificilmente podr¨ªa explicarse el volumen de la base aflorada. La mayor dificultad, a partir de enero de 1992, para eludir al fisco ha debido jugar un papel importante, pero, con toda seguridad, entre las razones ¨²ltimas debe figurar tambi¨¦n el rechazo creciente de los espa?oles a estar al margen de la ley. En un marco tributario forzado sobre la sociedad, poco transparente y con efectos m¨¢s formales que reales, no cumplir con la norma puede incluso ser una. se?al de prestigio. En un marco tributario como el hoy existente en Espa?a, no cumplir con la norma es creciente y mayoritariamente visto como una se?al de insolidaridad y falta de civismo.
Naturalmente, a la altura de esta aceptaci¨®n social debe encontrarse la utilizaci¨®n justa y eficaz de los recursos obtenidos a trav¨¦s del sistema tributario. Sin ella, los avances sustanciales observados en el comportamiento fiscal de los ciudadanos espa?oles no podr¨ªan perdurar ni consolidarse. Por ello, atender a las demandas sociales de unos servicios p¨²blicos de calidad y bien gestionados es un reto ineludible al que debe dar respuesta adecuada nuestro sector p¨²blico.
Pero quiz¨¢s la se?al m¨¢s relevante que yo extraer¨ªa del resultado de la regularizaci¨®n fiscal es el deseo de la sociedad espa?ola de que el cumplimiento de las normas fiscales sea absolutamente general. Y ah¨ª la se?al la han dado no tanto quieries han regularizado como quienes, habiendo cumplido con sus obligaciones fiscales, han entendido y aceptado la necesidad de poner en pr¨¢ctica un proceso de regularizaci¨®n como el que se acaba de experimentar.
?sta es una implicaci¨®n fundamental que.no puede pasar inadvertida a la Administraci¨®n tributaria. La aceptaci¨®n social y pol¨ªtica de la regularizaci¨®n y el ¨¦xito alcanzado deben comprometer a la Administraci¨®n a asegurar un cumplimiento generalizado de las normas tributarias y a prestar un trato cualitativamente distinto a quienes cumplen.
Una mayor eficacia en la mejora de los niveles de cumplimiento fiscal supone una doble tarea para la Administraci¨®n tributaria. Debe ser capaz de restaurar la legalidad violentada con la mayor contundencia posible y debe ser capaz tambi¨¦n de reducir al m¨¢ximo los costes de cumplimiento para aquellos que declaran adecuadamente sus impuestos. Una administraci¨®n tributaria moderna se distingue por sus esfuerzos en esta doble direcci¨®n, entendiendo que hacer cumplir la ley y facilitar su cumplimiento constituye un servicio p¨²blico que los ciudadanos inequ¨ªvocamente demandan.
Con la experiencia de la regularizaci¨®n, la sociedad civil, el poder legislativo y la Administraci¨®n han hecho posible un gran paso en la consolidaci¨®n del sistema tributario; han demostrado, en definitiva, c¨®mo se puede sintonizar en el proceso de dise?o e implantaci¨®n de las normas tributarias. Es de esperar que en el pr¨®ximo futuro, y ante las mayores exigencias de eficacia en la gesti¨®n tributaria y en la gesti¨®n de los servicios p¨²blicos, esta sinton¨ªa contin¨²e, se reafirme y convierta en irreversibles los importantes cambios sociales acabados de observar.
es secretario de Estado de Hacienda.
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