Las fauces abiertas del t¨²nel

"?Funciona el metro o no funciona?", le pregunta un castizo borrach¨ªn a una vendedora de flores enlutada en la entrada del metro de Cuatro Caminos. "S¨ª, ahora, s¨ª". Es mediod¨ªa. "A ver si voy a entrar y me van a dejar encerrao ", grita el hombre mientras baja las escaleras. Los madrile?os se acercaban ayer a las bocas del metro como quien se enfrenta a las fauces de un drag¨®n. Ve¨ªan el trasiego de gente subiendo y bajando y se paraban, at¨®nitos. Uno se aproxima, mira, se aleja un poco, incr¨¦dulo, y pregunta al superviviente que sube: "?Se puede entrar?" Otro, m¨¢s t¨ªmido, saca su billete y se arriesga a bajar. Siempre hay un par de jubilados que asisten al espect¨¢culo con la misma devoci¨®n con la que matan las horas ante cualquier obra en su barrio.Los viajeros no se lo acaban de creer y preguntan a las taquilleras, que ayer dejaron de recibir insultos. "Menos bonita me han llamado de todo", dice la de Cuatro Caminos. Una jubilada le, acaba de brindar una sonrisa de premio con un "Huyyy, ?qu¨¦ bien!", al enterarse de que el metro funcionar¨¢ todo el d¨ªa.

Convoyes privados

El desconocimiento hizo que los convoyes viajasen vac¨ªos por la ma?ana. "F¨ªjate qu¨¦ maravilla, vag¨®n privado", dec¨ªa una joven, viajera habitual de la l¨ªnea 2, al abordar el tren en ¨®pera. Hasta se o¨ªa eco en los t¨²neles de la estaci¨®n a las diez de la ma?ana. "A m¨ª me viene al pelo", comentaba content¨ªsimo un joven madrile?o de toda la vida que repart¨ªa poes¨ªas de vag¨®n en vag¨®n diciendo que acaba de llegar de Alicante. El metro interrumpi¨® la caminata de Purificaci¨®n, una jubilada que ayer fue al m¨¦dico y se par¨® en Sol a tomar un caf¨¦ para seguir luego hasta Goya. Le inform¨® un vendedor de loter¨ªa: "Esto era un secuestro sindical", dec¨ªa. Y a Sara, una limpiadora que trabaja en Cuatro Caminos, le ahorr¨® el dinero del taxi.

Tambi¨¦n hubo tensiones. Dos vigilantes detuvieron en Alonso Mart¨ªnez a una se?ora que, al enterarse del fin de la huelga, intent¨® volver al and¨¦n. "Ens¨¦?enos el billete. Ha entrado por la salida". La mujer revent¨®. "?D¨¦jeme en paz. No les ense?o nada, payasos!". "Identif¨ªquese". "H¨¢galo usted tambi¨¦n". Los guardas decidieron poner una denuncia a la mujer. Varias personas hac¨ªan corro: "Si la gente no paga, bien hecho est¨¢". "A qui¨¦n se le ocurre pedir el billete en un d¨ªa como ¨¦ste".

Cuenta la jefa de estaci¨®n de Cuatro Caminos que los pasajeros alzaron el pulgar en se?al de victoria cuando la megafon¨ªa anunci¨® la buena nueva. Ella y un par de conductores se alegraban del fin de una huelga que ha sido, dicen, un juego de ajedrez. "Una lucha pol¨ªtica entre reyes. Y todos preocupados s¨®lo por los peones", dice uno. "Ha sido peligroso para los usuarios, que no cab¨ªan en el and¨¦n. Para nosotros, lo mismo, todo insultos". Pero las cosas han cambiado. Un Se?or pregunta por la salida de Reina Victoria. Al despedirse da las gracias tres veces por lo menos.