La broma
Probablemente nunca conoceremos a Teresa Dominique, la chica que fue objeto de una curiosa expoliaci¨®n de su intimidad. No fue nada tr¨¢gico y, sin embargo, es sintom¨¢tico. Llamaron a Teresa para ofrecerle un trabajo de secretaria y, en realidad, lo ¨²nico que quer¨ªan era filmarla en una situaci¨®n c¨®mica que ella desconoc¨ªa y que hubiera sido emitida en un programa de televisi¨®n. ?C¨®mo nos hubi¨¦ramos re¨ªdo en la comodidad de nuestras salitas con los apuros sinceros de Teresa! En las novelas ejemplares de fin de siglo salen escenas parecidas, cuando el perverso cacique hac¨ªa bailar a los cojos o amar a las v¨ªrgenes a cambio de unas pocas monedas. Ahora la explotaci¨®n del hombre por el hombre es m¨¢s sutil. Se usan las horas y las angustias de las personas y luego se les dice que era broma. Nadie se ha de enfadar por una broma. Re¨ªr es bueno; sobre todo para el que r¨ªe, nunca para el re¨ªdo.La historia de Teresa no es una an¨¦cdota m¨¢s de la televisi¨®n. En todo caso es el ejemplo del comercio de las expectativas de la gente, ese nuevo list¨®n de la humillaci¨®n humana que antes se exig¨ªa a cambio de un mendrugo y hoy se demanda a cambio de un futuro mejor. Este tipo de conductas probablemente no son un delito grave. Sus autores se exculpar¨¢n diciendo que s¨®lo era un juego y acabar¨¢ resultando que Teresa no tiene sentido del humor, cuando lo que aqu¨ª sucede es que alguien est¨¢ comerciando con las esperanzas. En estas ofertas de trabajo falsas, en estas cartas que prometen millones a gente cr¨¦dula, en este tocomocho permanente en el que el tiempo propio es oro y el tiempo ajeno paja, se encuentra la nueva frontera de los mercaderes de voluntades. Nos mutilan el m¨²sculo de la ilusi¨®n y nos toca re¨ªr porque ya todo es broma. Y el coraz¨®n es una v¨ªscera de cart¨®n piedra atada con una gomita.
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