Leyes y conciencias
A veces asusta un poco comprobar la facilidad con la que en nuestra democracia causas aceptables justifican no s¨®lo los m¨¢s dudosos procedimientos pol¨ªticos, sino las argumentaciones m¨¢s peregrinas y miopes, para beatificarlas popularmente. A quien pone reparos a esos modos y al celof¨¢n demag¨®gico que los adecenta se le reprocha: "Pero ?en qu¨¦ quedamos? ?No estabas a favor de conseguir tal cosa o acabar con tal otra?"., Y resulta complicado aclarar que uno quiere conseguir cosas razonablemente decentes, pero logradas por m¨¦todos que lo sean tambi¨¦n. Por ejemplo: ?qu¨¦ diablos -lamento que el Libro de estilo de este peri¨®dico me prohiba utilizar expresi¨®n m¨¢s contundente- tiene que ver el trazado de la autov¨ªa de Leizar¨¢n con una posible tregua de ETA? Uno cre¨ªa que dicha carretera se hace porque es necesaria y seg¨²n la trayectoria m¨¢s conveniente de acuerdo a criterios t¨¦cnicos, ecol¨®gicos, etc¨¦tera. Nadie pretendi¨® fastidiar a ETA con la autov¨ªa , ni nada tiene que ver ¨¦sta con los, delirios independentistas de la banda armada y sus auxiliares pol¨ªticos: fueron los terroristas los que convirtieron en causa propia la oposici¨®n a su trazado para apuntarse alg¨²n tanto cara a su clientela habitual. Puede que haya ciertos temas acerca de los cuales el Partido Nacionalista Vasco (PNV), el Gobierno o quien sea convenga que hable con ETA, pero 6c¨®rno puede insinuarse siquiera que vayan a utilizarse obras de inter¨¦s p¨²blico como piezas de cambalache para obtener favores pol¨ªticos -en nada relacionados con ellas- de tan c¨¦lebre tropa? ?Hay que ser bobo, vamos, o sinverg¨¹enza, o las dos cosas! Despu¨¦s de cometer manejos semejantes los partidos dem¨®cratas, ?a qui¨¦n le puede extra?ar la creciente abstenci¨®n de la gente en las elecciones?Pero el caso m¨¢s notable de los ¨²ltimos tiempos ha sido la sentencia por la que el juez Jos¨¦ Luis Calvo ha tenido a bien absolver a un insumiso, acusado de no querer realizar la prestaci¨®n sustitutoria del servicio militar. Seg¨²n el magistrado, entraban en colisi¨®n dos bienes jur¨ªdicos -la libertad de conciencia de los ciudadanos y las exigencias del Estado en materia de defensa nacional-, privilegiando la sentencia el que parec¨ªa de m¨¢s alto rango. Zafarrancho (aunque no precisamente de combate): el ministro de Justicia sale con que por esa v¨ªa tambi¨¦n los terroristas podr¨ªan invocar su conciencia para ser absueltos, y se gana la pitada del a?o. Seg¨²n Anguita, don Tom¨¢s ya no distingue el bien del mal, confusi¨®n particularmente perniciosa en persona de mando. Jubilosos, los amigos me dicen que quienes pensamos que el servicio militar debe ser profesional (y que, por tanto, la actual ley de objeci¨®n de conciencia, el servicio sustitutorio y dem¨¢s componendas se quedaron obsoletos desde el d¨ªa de la inauguraci¨®n) estamos de enhorabuena. Yo no lo tengo tan claro.
No hace falta compartir toda la argumentaci¨®n de los insumisos, que a veces no merece el Premio Nobel en filosof¨ªa pol¨ªtica, para darles la raz¨®n en lo esencial: el servicio militar obligatorio y la prestaci¨®n para objetores que la sustituye son rechazables por la misma raz¨®n, a saber, por su car¨¢cter de imposici¨®n general (pero sexualmente discriminatoria), por obligar a los ciudadanos a someterse quieran o no a un oficio p¨²blico que estar¨ªa mejor atendido por profesionales. Y por ascender la funci¨®n militar, una m¨¢s dentro del Estado y cuya preeminencia inquietante es juicioso pretender disminuir, a rito inici¨¢tico varonil y pacto de sangre forzoso con los manes de la patria, siempre un poco excesivos en hemoglobina y testosterona. Tienen por ello indudable coraje c¨ªvico quienes arrostran en carne propia las molestias y sanciones que conlleva desobedecer pac¨ªficamente la actual normativa, a fin de crear situaciones insostenibles que lleven al Parlamento a modificarla. De hecho, es evidente, ya que las autoridades se debaten en un jaleo de contradicciones bastante proceloso, que las sentencias judiciales sobre insumisos son de lo m¨¢s variado, que a muchos objetores no se les llama nunca para que hagan nada, que las prestaciones sustitutorias oscilan de lo imperceptible a lo punitivo y que dos a?os de trabajos forzados para compensar la renuncia a nueve meses de mili suena m¨¢s a condena que a alternativa. A un amigo m¨ªo se le ha ocurrido un remiendo que no me resisto a consignar: seg¨²n ¨¦l, lo mejor ser¨ªa nueve meses de servicio social obligatorio, y para quienes objetaran contra ¨¦ste, dos a?os de servicio militar sustitutorio.
?Hay que ponerse, entonces, muy contentos con la sentencia del parad¨®jico juez Calvo Cabello? Veo muy pocos motivos, salvo el de hacer ruido sobre cuestiones que siempre est¨¢ bien que se aireen, aunque sea a golpe de disparate. Para empezar, hago notar que lo controvertido en este caso no es la actitud del insumiso, que ha estado muy en su punto el hombre y que acept¨® con valor la posibilidad de ir a la c¨¢rcel sin interponer recurso para dar testimonio de sus ideas, sino las del juez. Lo raro no es que un insumiso no se someta a la ley, sino que parezca no someterse a la ley el juez que ha de sentenciarle. Seg¨²n la sentencia, "hay un reconocimiento constitucional de la primac¨ªa de lo personal sobre lo estatal". El viejo bakuninista que dormita en m¨ª salta alborozado ante esta noticia, que lecturas de nuestra Carta Magna nunca me hab¨ªan revelado. Ni siquiera sab¨ªa que en la Constituci¨®n ambos conceptos estuviesen contrapuestos. De lo que se trata, prosigue con intrepidez el magistrado, es de la disyuntiva "conciencia o ley" (y a?ade, para aclarar m¨¢s la cosa, "individuo o sociedad, persona o Estado"). Ni m¨¢s ni menos, como en Dostoievski o en las tragedias griegas.
De modo que donde habla la conciencia, que se calle la ley. Claro. Que la conciencia est¨¢ por encima de cualquier ley es evidente... para quien tiene esa conciencia. Y es que la conciencia moral es tan importante para el sujeto que ninguna ley puede abrogarla, sustituirla o confirmarla. Una cosa es la norma objetiva, pactada de acuerdo a violencias o prudencias hist¨®ricas, y otra la vivencia consciente que cada cual puede tener de lo que implica su libertad. Aun cuando externamente coincidan, nunca es lo mismo la conciencia moral que la ley positiva: si difieren, no hay juez en el mundo que a base de sentencias excepcionales pueda reconciliarlas. Pero lo aut¨¦nticamente moral de la conciencia es que renuncia a cualquier otro refrendo salvo el subjetivo que se da a s¨ª misma: si se cree m¨¢s respetable cuando desde fuera parece m¨¢s respetada, ya est¨¢ haciendo trampas.
Los jueces, muchas gracias, no est¨¢n para legalizar las conciencias, sino para conservar respetable la conciencia intersubjetiva que la ley normatiza. Desde el punto de vista jur¨ªdico, la sentencia de Calvo Cabello comete el pecado antikantiano de que su universalizaci¨®n es contradictoria: vamos, que si Calvo Cabello acierta, no se convierte en un juez m¨¢s justo, sino que resulta innecesario como juez. Pero el aut¨¦ntico absurdo de la sentencia, en contra de lo que se ha dicho (?oh, el olfato cr¨ªtico de mi gremio!) no es jur¨ªdico, sino ¨¦tico: el juez pretende extender pasaporte a la conciencia, que nunca puede salir de s¨ª misma, y no precisamente por falta de salvoconductos...
El abucheado ministro de Justicia no se ha cubierto de gloria con su comparaci¨®n famosa, sobre todo cuando el ministro del Ej¨¦rcito lleva ya tiempo con la perra de que los antimilitaristas son ultraizquierdistas rezagados, elogio a estos ¨²ltimos que me parece un tanto inmerecido. Pero tampoco andan muy esclarecidos quienes no ven que don Tom¨¢s de la Quadra no ha comparado a los insumisos con los terroristas, sino la conciencia del insumiso con la conciencia del terrorista: y en tan subjetivo ¨¢mbito tiene tanta raz¨®n que mentira parece en un ministro, porque uno de los rasgos de la conciencia es que puede ser calificada como crimen por quienes desde fuera no la comparten. Que se lo pregunten si no a los muy concienciados verdugos que a fin de tranquilizar sus almas acechan a Salman Rushdie para darle su merecido o a los integristas musulmanes que en pa¨ªses democr¨¢ticos europeos se niegan a cumplir las leyes comunes que no coinciden con el Cor¨¢n y buscan a alg¨²n juez Calvo que les comprenda.
Lo m¨¢s grave: que la sociedad se esconda detr¨¢s de los jueces a la espera de que ¨¦stos, diciendo cosas raras y haciendo jur¨ªdicamente el pino, resuelvan problemas pol¨ªticos que poco tienen que ver con los arcanos existenciales de la conciencia y mucho con leyes impresentables como la del servicio militar, votadas por los parlamentarios que -?ay, dolor!- nos representan.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de ?tica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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