Las entra?as del pintor
Pocas veces se exhibe tanto el pintor como cuando se nos muestra en -o a trav¨¦s de- su estudio. Ni tan siquiera en el autorretrato juega a descubrirse de un modo tan ¨ªntimo. Ambos recursos son, claro, en esencia narcisistas, y quien los usa pretende siempre una imagen que le favorezca, que ofrezca estrat¨¦gicamente su perfil mejor, ya entienda que este sea el del genio en toda su gloria o el de quien desgarra su m¨¢scara para ofertar el coraz¨®n al desnudo. Conscientes o no, una y otra son f¨®rmulas teatrales; pero cuando el pintor elige, para cualquiera de ellas, desvelarnos su guarida siempre hay algo que escapa a su control.Sobre estas cosas trata el sugerente ciclo de trabajos que nos ofrece Jaime Lorente en esta muestra, y del que ya present¨® un avance en el pasado Arco. Visiones del propio estudio, fragmentaciones fotogr¨¢ficas que se ofrecen al deseo de la mirada, al tiempo que le imponen distintos velos, el de la deformaci¨®n de la imagen, el de esa segunda figura espectral, extra¨ªda de radiograf¨ªas de las v¨ªsceras del artista, y el de las tramas propias de su reproducci¨®n gr¨¢fica.
Jaime Lorente
Galer¨ªa Estampa. Madrid.
En esa especie de cortejo, que aparenta exacerbar nuestra anhelo por el procedimiento ancestral de frustrar aquello que de entrada promete, Lorente hace al tiempo lo contrario, confesando los lazos de identidad, simb¨®lica y literal, que existen entre el estudio y las entra?as del pintor. Ambas cosas implican un mismo grado radical, y una forma igualmente extra?a, de intimidad. Una intimidad que resulta desconcertante incluso para quien la soporta, placentera y dolorosa a un tiempo, incognoscible siendo tan pr¨®xima, espantosa en el momento en el que se exterioriza. Lorente tamiza a su vez el ambivalente dramatismo de esa met¨¢fora a?adiendo al distanciamento de los soportes y procesos que emplea un deje de iron¨ªa. Cada pieza va acompa?ada de un acta notarial que hace inventario de cuanto revela la imagen de la que se ha partido. Y esa lectura desapasionada y escrupulosamente minuciosa destripa, desde luego, infinitamente m¨¢s de lo que a la nuestra se le permite y, con toda probabilidad tambi¨¦n, de aquello que el morador del estudio calculaba.
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