No hablar¨¦ mal de la Obra
Desde que abandon¨¦ el Opus Dei, he mantenido un respetuoso silencio acerca de esa instituci¨®n en la que gest¨¦ honradamente los mejores a?os de mi vida; en parte, porque as¨ª me lo exigi¨®, en nombre de monse?or Escriv¨¢, Pedro Casciaro cuando me localiz¨® en M¨¦xico; y en parte por lealtad conmigo mismo y con los juramentos promisorios que me obligaron a hacer en el Opus Dei. Nadie me habr¨¢ o¨ªdo nunca hablar mal de esa instituci¨®n, me he negado sistem¨¢ticamente a aceptar entrevistas period¨ªsticas de tono cr¨ªtico, y aprovecho ahora la oportunidad para desautorizar a cualquier persona que haya utilizado mi nombre dando a entender lo contrario.A pesar de que esta lealtad m¨ªa no ha sido siempre correspondida, no pienso cambiar mi l¨ªnea de conducta, ni siquiera al enterarme de la publicaci¨®n de ciertos documentos en los que las dos m¨¢s altas jerarqu¨ªas del Instituto vierten insidiosas acusaciones contra m¨ª, cuya falsedad puedo probar documentalmente. No considero elegante enzarzarme en disputas de patio de vecindad.
Yo no he pedido en ning¨²n momento testificar en la causa de beatificaci¨®n de monse?or Escriv¨¢ de Balaguer -ni en pro ni en contra-, y me parece una iniquidad que esas dos personas se atrevan a descalificarme de antemano tergiversando los hechos, y que el tribunal eclesi¨¢stico lo d¨¦ todo por bueno sin m¨¢s averiguaciones.
Lo ¨²nico completamente cierto de todo lo que dicen -y lo ¨²nico importante para el proceso de beatificaci¨®n- es que monse?or Escriv¨¢, mientras pertenec¨ª al Opus Dei y le serv¨ª lealmente, me trat¨® siempre con un gran cari?o, mucho m¨¢s de lo que ya merec¨ªa (luego, dijo de m¨ª mil perrer¨ªas), rez¨® mucho por m¨ª, con poco fruto, y puso todo su empe?o, que era grande, para evitar que yo abandonase el Instituto. Esto es lo positivo, lo que hab¨ªa que declarar en el proceso. Lo dem¨¢s es chismorrer¨ªa y pura maledicencia. Por cierto que el se?or Echevarr¨ªa no me conoce m¨¢s que de vista o de o¨ªdas, porque ¨¦l era un mequetrefe cuando yo estaba en el Opus.
Soy creyente, pero no me interesa ni ¨¦sta ni ninguna otra beatificaci¨®n. No quiero entrar en la pol¨¦mica que ha levantado este proceso. Me basta con aclarar que yo fui "pescado por la cabeza", como dicen ellos, mas no por el coraz¨®n. Nunca me encontr¨¦ a gusto dentro del Opus Dei, pero mientras estuve all¨ª lo serv¨ª con toda mi entrega. Siempre me quise marchar; lo saben ellos. Me opuse a la ordenaci¨®n hasta donde pude (le consta a Pedro Casciaro, que era entonces secretario general), pero todo fue in¨²til. Salirse de la Obra era poco menos que imposible y no me parec¨ªa correcto hacerlo mientras ocupaba puestos de direcci¨®n. Cuando ya no los tuve, me fui, de mala manera, huyendo como un malhechor, con lo que llevaba puesto. Pero no hab¨ªa otra salida. Yo sab¨ªa la triste suerte que me esperaba en Roma si me hubiera retrasado 24 horas en escapar. Cuando me vi libre, respir¨¦, empec¨¦ a sentirme persona, di gracias a Dios y se las sigo dando. No tengo resentimientos contra nadie, no culpo de nada a la instituci¨®n -muy respetable-, en la que cuento a¨²n con grandes amigos que deseo perseveren en su camino.
Digo sencillamente que aqu¨¦llo no era para m¨ª. ?se fue el error del padre Escriv¨¢ conmigo, como lo fue el de predecir la fecha de su muerte; tambi¨¦n los grandes hombres y aun los santos se equivocan. Lo cual nada tiene que ver con su proceso de beatificaci¨®n. Lo que no entiendo es que para enaltecer las virtudes del siervo de Dios haya que recurrir al mito, a la falsedad y a la maledicencia.
Deseo al Opus Dei los mayores ¨¦xitos, como imagen visible de la Iglesia triunfante, y solamente les pido una cosa: que me dejen en paz. Yo vivo muy contento con mis hijos y no cambio un solo d¨ªa de mi vida actual por todos los a?os -muy interesantes, pero de pesadilla- que pas¨¦ en el Opus.
es consejero permanente de Estado. Fue secretario general del Opus Dei y consiliario de esta instituci¨®n en Espa?a.
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