Desparrama coraz¨®n
El gran reto al que debe enfrentarse un musical como Los reyes del mambo, donde los actores representan el papel de m¨²sicos sin serlo, es dar sensaci¨®n de veracidad. En una pel¨ªcula donde, adem¨¢s, la m¨²sica es latina y lo que manda es el coraz¨®n imprevisible, el reto es doble. En el aspecto musical, el filme dirigido por Ame Glirncher supera los dos envidos por la calidad de su banda sonora y por la interpretaci¨®n de Armand Assante y Antonio Banderas.
Los reyes del mambo es una pel¨ªcula que narra la historia. intemporal de unos m¨²sicos que buscan el para¨ªso norteamericano y se encuentran con la absurda miseria del conquistado en lugar del sinsentido laurel del conquistador. Es la eterna lucha de la m¨²sica latina por darse a conocer en el mundo a trav¨¦s de la ¨²nica puerta posible: Estados Unidos. Muy pocos artistas lo han conseguido, y la cubana Celia Cruz es una de las excepciones. Tito Puente lo ha tenido algo m¨¢s f¨¢cil por su origen neoyorkino, que le convirti¨® en el verdadero rey del mambo de la costa este, dejando a P¨¦rez Prado el principado del oeste.
Celia Cruz y Tito Fluente son dos artistas imprescindibles para comprender el desembarco latino, que est¨¢n presentes -f¨ªsica y musicalmente- en Los reyes del mambo. Junto a Cruz y Puente, la presencia de Beny Mor¨¦, Arturo Sandoval y el grupo Mambo All Stars en la banda sonora del filme, estampa el certificado de denominaci¨®n de origen, a pesar de que Linda Rondstadt y Los Lobos se hayan colado por la puerta falsa.
En la pel¨ªcula, resulta particularmente emotiva la interpretaci¨®n in crescendo que de un cl¨¢sico como Guantanamera hace Celia Cruz, la reina de la fiesta. Y muy convincente la interpretaci¨®n vocal de Antonio Banderas en Bella Mar¨ªa de mi alma, un bolero convertido en eje sobre el que gira la pel¨ªcula, que en la versi¨®n de Los Lobos baja bastantes enteros. Pero lo m¨¢s impresionante es la cre¨ªble adecuaci¨®n de Assante y Banderas al papel de los hermanos Castillo como m¨²sicos.
El comienzo con Armand Assante-C¨¦sar Castillo lanz¨¢ndose a los timbales de Tito Puente en su primera noche neoyorkina para establecer un duelo de percusi¨®n con el maestro y, de paso, comerse el mundo, resulta tan verdadero como Antonio Banderas-N¨¦stor Castillo desliz¨¢ndose de rodillas por el escenario tras un convincente y estremecedor solo de trompeta. Son s¨®lo dos momentos fugaces, pero marcan la grandeza y el drama de una historia de perdedores enmarcada en una m¨²sica como la latina, que desparrama coraz¨®n.
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