El m¨¢s sonriente de los peruanos solitarios de Par¨ªs
"?De d¨®nde somos? Somos de nuestra infancia", dijo Saint-Exup¨¦ry como si estuviera pensando en Alfredo Bryce, un tipo de escritor que menudea en la historia de la literatura: marcados para siempre por sus primeros a?os, los de infancia, luego se marchan y se pasan la vida reorganizando la memoria de aquello que dejaron.De esa especie, la variedad de latinoamericanos-parisinos son legi¨®n. Antes, o al tiempo que Bryce, la lista abarca, entre otros, a Rub¨¦n Dar¨ªo, Asturias, Carpentier, S¨¢bato, M¨²gica La¨ªnez, Vallejo -"morir¨¦ en Par¨ªs con aguacero un jueves del que guardo ya el recuerdo..."-, Neruda, Bioy, Garc¨ªa M¨¢rquez, Ribeiro, Fuentes, Vargas Llosa (compatriota y profesor suyo) y Cort¨¢zar.
Un mundo para Julius, primera novela de Bryce y sin duda la de m¨¢s ¨¦xito, estableci¨® en 1970, esto es, en la primera oleada de literatura latinoamericana que conquist¨® el mundo, cu¨¢les iban a ser las reglas de su juego: humor con un delicado trasfondo de soledad y cierta amargura, autobiograf¨ªa y novela estrechamente confundidas, novela de personajes m¨¢s que de trama o situaciones, y Per¨², Per¨² en diferentes registros, el pa¨ªs burgu¨¦s, el intelectual, el cosmopolita. Todo muy latinoamericano.
Algo le individualiza, sin embargo, entre sus colegas continentales: la ternura. Bryce pasa a veces por humorista, y aunque es cierto que hace gracia, a menudo es la gracia del rid¨ªculo y de la caricatura, terrenos a los que le lleva a s¨ª mismo como en un deseo de que se r¨ªan de ¨¦l.
Lo que necesites escribir
Hombre mucho m¨¢s serio de lo que puede parecer en su escritura y en su conversaci¨®n exagerada, y de lo que dice su leyenda, que como todos los escritores ¨¦l fomenta, en su obra Bryce ha aplicado aquello que dec¨ªa Borges: "Lo que quieras escribir, y necesites escribir, y lo que escribas con toda sinceridad, es lo ¨²nico que vale. Todo lo dem¨¢s te va a salir mal".No otra cosa ha hecho Bryce Echenique: sin exprimirse ni acelerar su memoria, en una vida m¨¢s bien sedentaria entre Francia y Espa?a, ha ido entregando, entre cuentos y cr¨®nicas, novelas que iban marcando m¨¢s o menos enigm¨¢ticas etapas, como La vida exagerada de Mart¨ªn Roma?a, El hombre que hablaba de Octavia de C¨¢diz, Tantas veces Pedro..., todas ellas con los colores que identifican a su autor, personaje solitario, desde lejos.
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