Cat¨¢logo de inexistencias
El pasado y el futuro se juntan en el nuevo Museo de la Ciudad
?Qu¨¦ es Madrid? Una pregunta dif¨ªcil de contestar en una ciudad donde lo ex¨®tico no es ser de fuera, sino haber nacido en ella, y cuyos cambios continuos de fisonom¨ªa aceleran el paso del tiempo. El equipo municipal del PP, decidido a resolver la duda, ha construido un museo con su respuesta: desde el jueves, el Museo de la Ciudad ofrece a los curiosos, con videos, maquetas y m¨²sica de organillo, el pasado y el futuro de Madrid. La posible identidad madrile?a.
Adosado a la Junta Municipal de Chamart¨ªn, el nuevo edificio (Pr¨ªncipe de Vergara, 142) intenta romper el anonimato ex terior con un flamante interior en forma de octaedro, de paredes rojas entre el techo de cristal y el m¨¢rmol blanco del suelo. Junto a fotos y maquetas del presente, sus cuatro plantas muestran lo que no existe por que ya ha sido, como el primer tranv¨ªa de Madrid, o porque todav¨ªa no es, como la reproducci¨®n de la catedral de la Almudena finalizada.Para que los visitantes va yan entrando en ambiente, en la planta baja les esperan los 59 alcaldes que ha tenido Madrid desde 1759 hasta la actualidad. All¨ª est¨¢n todos: desde Carlos III, "el mejor alcalde de Madrid", hasta Jos¨¦ Maria ?lvarez del Manzano, que posa para la foto con el collar de mando y la sonrisa de la primera comuni¨®n.
Esta llamativa galer¨ªa de retratos tiene su utilidad: el visitante repasa el callejero de Madrid -ah¨ª est¨¢n, entre otros, el marqu¨¦s de Pontejos, el marqu¨¦s de Villamagna y Alberto Aguilera- y se entera de que la ciudad jam¨¢s ha tenido una alcaldesa. Eso s¨ª, para suplir esta carencia femenina, escondida detr¨¢s de una columna, est¨¢ la Mariblanca -uno de los s¨ªmbolos de la ciudad-, y no faltan azafatas vestidas de rosa y blanco que ofrecen gafas de papel para la pr¨®xima atracci¨®n: un documental con la historia de Madrid en tres dimensiones para hacer que se sientan en casa los que vienen de fuera y tambi¨¦n los escasos madrile?os.
Empapados de Madrid, los visitantes sal¨ªan ayer del cine dispuestos a recorrer las cuatro plantas del museo. "Mire si soy madrile?a que me llamo Carmen, nac¨ª el d¨ªa del Carmen y he vivido siempre al lado del antiguo mercado del Carmen", declaraba orgullosa Carmen Garc¨ªa, de 65 a?os.
Si de algo no carece el museo es de espacio. Los cambios que ha experimentado la ciudad a medida que iba creciendo se exponen en vertical, con un amplio despliegue de mapas, y en horizontal, con grandes maquetas para los que no son muy duchos en la lectura cartogr¨¢fica. En cart¨®n, pero intactos, vuelven a surgir del pasado el primer Madrid de las 42 puertas y el subsuelo de la Puerta del Sol.
Empe?ado en hacer visible lo invisible, y virtual lo potencial, el museo exhibe peque?as muestras de lo que ser¨¢ el futuro. Las pol¨¦micas torres KIO, en la plaza de Castilla, se levantan terminadas en la cuarta planta del museo. En la segunda, dedicada a la evoluci¨®n de la locomoci¨®n y los transportes, las antiguas paradas del tranv¨ªa alternan con el tel¨¦fono del futuro y v¨ªdeos para que chavales y adultos conozcan el funcionamiento oculto de la ciudad.
J¨®venes no hab¨ªa ayer muchos, pero todos aseguraban estar encantados con el museo. Cristina Aguilar, una madrile?a de 15 a?os, aseguraba compungida que Madrid se est¨¢ perdiendo. "La historia de Madrid es superimportante. Es la primera ciudad de Espa?a, mejor que Sevilla y Barcelona".
El zaragozano Blas Alfranca, de 81 a?os, defin¨ªa el papel madrile?ista del museo. "Hay que distinguir entre madrile?ismo y casticismo. El casticismo es el trasnoche, los chulos y los mantones de Manila. Eso no se puede aprender; pero el madrile?ismo, ese sentimiento de ser de Madrid, se consigue al conocer la ciudad. Y lo que se conoce mejor se ama m¨¢s".
Gafas para no ver
Al ritmo de Madrid, Madrid, Madrid, en la sala de la planta baja se proyectaba ayer un documental en tres dimensiones sobre la historia de la ciudad. El p¨²blico, formado sobre todo por jubilados, se apresuraba a entrar con las gafas de papel que repart¨ªan en la entrada las azafatas. Cuando las luces se apagaron y empezaban a desfilar las primeras im¨¢genes, se colocaron excitados las gafas especiales."Bienvenidos, wilkomenn, welcome, benvenutti", dec¨ªa una voz en off, mientras los espectadores luchaban in¨²tilmente con sus gafas especiales para ver con nitidez el texto distorsionado que aparec¨ªa en la pantalla. Todo se ve¨ªa deformado: desfigurada la Plaza Mayor, desfigurados san Isidro labrador y santa Mar¨ªa de la Cabeza, y desfigurado Felipe II. Inquieto, el p¨²blico se remov¨ªa en sus asientos hasta que minutos despu¨¦s apareci¨® un aviso en la pantalla que indicaba que no hab¨ªa llegado el momento de ponerse las gafas. Se oy¨® un suspiro en la sala, y todos, aliviados, se las quitaron.
En la historia narrada, el pasado era breve, y el presente, extenso. Precedidos por el dibujo de alg¨²n mamut, los patronos de la ciudad, la antigua muralla y Felipe II dejaron paso a im¨¢genes del Madrid actual. Los lugares y personajes conocidos levantaban murmullos de reconocimiento.
"?Mira, la Lina!", "eso es la Castellana","?anda, el Caf¨¦ Gij¨®n!". Los menos conocidos, como el Museo de Arte Contempor¨¢neo, pasaban con m¨¢s pena que gloria.
El ambiente se fue caldeando con frases ingeniosas. "Lo que tiene Madrid es estilo. Tiene tanto que hasta las gambas llevan gabardina", y esta frase de Ram¨®n G¨®mez de la Serna levant¨® murmullos de aprobaci¨®n. La voz en off ofrec¨ªa Madrid a propios y a extra?os como una ciudad abierta, con el poder de hacer que nadie se sienta extra?o. No falt¨®, sin embargo, un poco de chuler¨ªa. "Puesta a ser la m¨¢s grande, por alcaldes ha tenido reyes", dec¨ªa el comentarista, y sonrisas afirmativas aparecieron en las bocas de los entregados asistentes.
De vez en cuando entraba un nuevo espectador a la sala, y por la puerta entornada entraba la m¨²sica del organillo. ?Qu¨¦ m¨¢s se pod¨ªa pedir para sentirse en Madrid? Como broche final aparecieron im¨¢genes de la ciudad en tres dimensiones. Apareci¨® el aviso de ponerse las gafas, y los murmullos de excitaci¨®n aumentaron. Ante las gafas pasaron estatuas, jardines y esculturas vanguardistas. Cuando las luces se encendieron hubo aplausos. Borracha de im¨¢genes, Mar¨ªa Monte, de 67 a?os, declaraba su orgullo por ser madrile?a.
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