El comandante, las infantas y el negro Toni
De poco se pod¨ªa quejar ayer Fidel Castro en Sevilla. El Rey Juan Carlos, preocupado un poco por el dibujo que los periodistas hacen estos d¨ªas de su rostro cuando recibe a Castro, le puso a su lado en la capital andaluza lo mejor que ten¨ªa a su alcance: las infantas Elena y Cristina.Iba Castro radiante a las 10.30 de la ma?ana por el Camino Real de la Expo, flanqueado por las dos infantas de Espa?a, y al son de un pasodoble que interpretaba la Guardia Real. Hablaba con las dos a la vez, cosa dif¨ªcil, y sonre¨ªa. Incluso estaba tan a gusto que se puso al frente de la comitiva, con su uniforme de gala, cuyas hombreras delatan que es hombre con mando en su plaza.
Pero Castro cambia como pez en el agua. Dos horas despu¨¦s ya no sonre¨ªa y deambulaba en solitario, alejado del s¨¦quito, por los pabellones de la plaza de Am¨¦rica. Parec¨ªa que ten¨ªa ganas de marcharse, de que todo este protocolo acabara. Y lo consigui¨®.
Terminado el acto, en el que el Rey Juan Carlos pronunci¨® unas palabras, sali¨® pitando. Tanto que sorprendi¨® a su comitiva, que no estaba preparada, y tuvo que esperar en el peque?o autob¨²s de la Expo casi diez minutos a que llegaran los polic¨ªas, se habilitara la escolta y se montara la caravana que le llevar¨ªa luego a su pabell¨®n. Aguant¨® tambi¨¦n el chaparr¨®n ruidoso de una chiva colombiana que, aparcada cerca y sin intencionalidad alguna, regalaba canciones, entre ellas esa de Se va el caim¨¢n, se va el caim¨¢n.
Hasta el final
Respond¨ªa ayer Castro a las preguntas de los periodistas con frases cortas: "La historia me defender¨¢", en alusi¨®n al rapapolvo de Felipe Gonz¨¢lez. "Uno no se va cuando quiere, sino cuando puede", en referencia a una hipot¨¦tica jubilaci¨®n anticipada. "La lucha ser¨¢ hasta el final".Castro se levant¨® a las 7.30 y desayun¨® dos lunitas (cruasanes) con mantequilla y un taz¨®n de caf¨¦ americano. Su cocinero personal, el negro Ton?, no dejaba a los camareros del hotel Alfonso XIII que destaparan las botellas de agua mineral porque ¨¦l ten¨ªa que controlarlo todo antes.
No durmi¨® Castro en la suite 146, sino en la habitaci¨®n 148, por razones de seguridad. El camarero que se encarg¨® de la mesa de desayuno en la 146 se encontr¨® con que todo estaba intacto, incluso las frutas, el zumo y la cafetera. Nadie, nada m¨¢s que Castro, hizo esto ayer en el hotel sevillano, tomado por la polic¨ªa como si fuera una fortaleza. Ni siquiera Felipe Gonz¨¢lez ni Carmen Romero, que durmieron en la suite real, y pidieron el desayuno a las diez. Y es que Castro, en este viaje por Espa?a que hoy le llevar¨¢ a Galicia, ve meigas por todas partes.
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