Deporte
Los que no hacemos deporte desde que suprimieron los ¨²ltimos tranv¨ªas de la era moderna -Pues ya no hac¨ªa falta correr para cogerlos en marcha- nos hemos sentido fascinados con las proezas acaecidas en los Juegos de Barcelona. El ejemplo de los esforzados atletas va a tener un efecto multiplicador, y cuantos est¨¢bamos entregados a la vida sedentaria nos pondremos a hacer deporte.La m¨¢xima "Mens sana in c¨®rpore sano" adquiere para multitud de espa?oles adultos el sentido real que en su tierna infancia apenas llegaron a intuir. ¨ªbamos los chavales a gimnasia una vez por semana, salvo que se enfureciera el cura, pues entonces nos castigaba a escribir cien veces la frase "No cantar¨¦ canciones obscenas". Ocurr¨ªa que, cuando nos llevaban a gimnasia, manifest¨¢bamos nuestro escepticismo cantando bajito: "Gimnasia, gimnasia, / la base de la salud. / Haciendo gimnasia / se esco?a la juventud".
No us¨¢bamos prendas deportivas: la camisa arremangada, y gracias. Los ejercicios consist¨ªan en subir y bajar los brazos, tres flexiones, dos zapatetas, bronca del cura por re¨ªrnos, y vuelta a clase marcando el paso. Los tiempos han cambiado, afortunadamente, y esas 22 medallas conseguidas por nuestros atletas no son fruto de la casualidad, sino de una seria preparaci¨®n que hubo de empezar en las escuelas.
Los Juegos Ol¨ªmpicos fomentar¨¢n el deporte, pero todos han de tener las, mismas oportunidades, profesor que les ense?e, cancha donde practicarlo, da igual que sean capaces de batir marcas o sirvan s¨®lo para dar sombra al botijo. Las medallas deben reflejar la cultura deportiva de un pa¨ªs, la salud f¨ªsica y mental de sus gentes. Mas si la pol¨ªtica deportiva se circunscribe a que las ganen los superdotados, entonces constituyen un montaje. Y ¨¦se no puede ser el legado de la 25a Olimpiada de la era moderna, tan emotiva y tan bonita.
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