La expulsi¨®n de Espa?a fue para los jud¨ªos el fin de un drama, dicen profesores en la Men¨¦ndez Pelayo
Tres grupos sociales viv¨ªan en perpetuo pecado mortal. Los verdugos, por matar al pr¨®jimo; las prostitutas, por fornicar con ¨¦l, y los jud¨ªos, por rechazar testarudamente la divinidad verdadera. El d¨ªa especial de las prostitutas en la casa de ba?os coincid¨ªa con el de los jud¨ªos y sus mujeres. Encerrados en guetos, acosados cada vez m¨¢s por el fundamentalismo cristiano, la expulsi¨®n de 1492 fue para los sefard¨ªes un drama, pero tambi¨¦n el fin de una pesadilla, la liberaci¨®n tras el trauma, seg¨²n las conclusiones de los participantes en el curso sobre Sefarad, que en la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo de Santander dirige el catedr¨¢tico de Hebreo ?ngel S¨¢enz-Badillos.
El fin del mal sue?o en el que viv¨ªan los jud¨ªos en la Espa?a del siglo XV, entre campa?as como la de San Vicente Ferrer o el Papa Luna, fue posterior. La expulsi¨®n de los jud¨ªos se sinti¨® como una tragedia entre los que la vivieron, "pues toda emigraci¨®n, salvo las de los que voluntariamente se lanzan a la b¨²squeda de otra realidad, es siempre coactiva", seg¨²n Eloy Benito Ruano, secretario perpetuo de la Real Academia de la Historia.Entre 60.000 y 80.000 fue la cifra dada ayer por el fil¨®logo sem¨ªtico Jos¨¦ Ram¨®n Magdalena, de los jud¨ªos que salieron de la pen¨ªnsula ib¨¦rica, "entre ellos personajes de una gran preparaci¨®n y destreza manual, que dejaron desprovistas a las villas y ciudades donde trabajaban de un selecto cuerpo de funcionarios, mercaderes o artesanos que ten¨ªan un fuerte impacto en la vida comunitaria
Jos¨¦ Ram¨®n Magdalena pint¨® un siniestro panorama de la presi¨®n ejercida sobre los jud¨ªos en la zona oriental de la pen¨ªnsula, con disposiciones concretas como que el jud¨ªo que tocara una fruta en el mercado deb¨ªa comprarla obligatoriamente -r¨¦plica a la escrupulosidad hebrea con los alimentos- o el amontonamiento en barrios cuya expansi¨®n estaba prohibida, pese a que los jud¨ªos pagasen a los Reyes en su condici¨®n de pueblo de inquilinos en otros estados soberanos.
Los conversos
La p¨¦rdida para Espa?a tras la expulsi¨®n, tambi¨¦n fue considerable en las ciencias, en la medicina y en la literatura, dice S¨¢enz-Badillos. "Lo que se dice ganar, se gan¨® poco, salvo lo que aportaron los conversos". A?ade que la sociedad cristiana no fue nunca receptiva ni transigente, y aquella expulsi¨®n sigue estando de actualidad porque refleja "la t¨ªpica postura mayoritaria contra las minor¨ªas, que seguimos viendo, incluida Espa?a, con cualquier minor¨ªa molesta que quiera preservar su identidad".
A pesar de las dificultades, el profesor estadounidense Norman Roth destac¨® que hubo muestras de convivencia real entre jud¨ªos y cristianos. Por ejemplo, hijos de jud¨ªos que trabajaban como aprendices en talleres cristianos; y obispos que hac¨ªan regalos a los jud¨ªos, o viceversa, en sus respectivas fiestas sagradas. Esa buena vecindad se frustr¨® de pronto y el jud¨ªo volvi¨® a su lugar de siempre, entre los marginados, los que estorban, seg¨²n la tesis del especialista en historia medieval israel¨ª Eliezer Gutwirth.
Para S¨¢enz-Badillos, la verdadera raz¨®n del edicto de los Reyes Cat¨®licos es el triunfo de un fanatismo absurdo, del fundamentalismo de la sociedad hispana. Y cita otro edicto de esos monarcas, fechado en 1499, que le parece m¨¢s impresionante que el de la expulsi¨®n en 1492. El documento da cuenta de que algunos de los exiliados se est¨¢n atreviendo a volver a Espa?a, por lo que se cursa la orden de que sean ejecutados.
En el campo de la literatura, la ¨¦poca andalus¨ª hab¨ªa sido magn¨ªfica, con un adelanto notable al Renacimiento y con la existencia de poetas jud¨ªos geniales, seg¨²n afirma S¨¢enz-Badillos. Todo esto se perdi¨® de un plumazo, "pero los conversos se mantuvieron en la misma l¨ªnea de hombres avanzados a su tiempo". Y aunque pueda haber discusiones al respecto, S¨¢enz-Badillos cita a Santa Teresa, Cervantes y Fernando de Rojas como miembros de familias de jud¨ªos conversos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.