Recesi¨®n econ¨®mica e infraestructuras
El autor defiende la necesidad de que Espa?a, pese a la recesi¨®n, mantenga la inversi¨®n en infraestructura como n¨²cleo estable de crecimiento. La infraestructura, dice, condiciona la eficacia econ¨®mica y la cohesi¨®n a largo plazo de una sociedad.
Toda sociedad y su econom¨ªa tienen su grado de desarrollo estrechamente ligado a la cantidad y calidad de infraestructuras de todo tipo. Generalmente se piensa en las infraestructuras f¨ªsicas como carreteras, embalses, escuelas, etc¨¦tera, pero cada vez m¨¢s las dimensiones material e inmaterial de toda infraestructura se combinan de manera crecientemente sofisticada. No pueden hoy concebirse una red de centros hospitalarios sin una pol¨ªtica sanitaria o de telecomunicaciones sin un complejo software (soporte l¨®gico) que optimice la anterior. En un futuro no lejano, las limitaciones a la expansi¨®n f¨ªsica de ciertas infraestructuras obligar¨¢n al desarrollo de sistemas de gesti¨®n de las mismas como suceder¨¢ con las carreteras, o al desarrollo de concepciones infraestructurales que exploten de manera, revolucionaria la complementariedad entre las dimensiones material e inmaterial.Los tradicionales inventarios y comparaciones internacionales de dotaci¨®n en infraestructuras no revelan, por lo general, estos ¨²ltimos aspectos ni el dinamismo espectacular que caracteriza desde hace a?os su desarrollo. Ser¨ªa err¨®neo, por tanto, considerar, en lo que se refiere a la dotaci¨®n en infraestructuras de un pa¨ªs que quiera estar presente en la arena global, objetivos estrictamente cuantitativos. El stock de infraestructuras de un pa¨ªs debe aumentar y/o renovarse para no estrangular el proceso de desarrollo de una sociedad ni el de su econom¨ªa.
Los transportes, las comunicaciones, la sanidad, la formaci¨®n y la educaci¨®n, la calidad del medio ambiente, la asistencia social y el ocio son otros tantos. aspectos de la vida social y econ¨®mica en los que las infraestructuras son vitales para su eficacia y, lo que a menudo se olvida, para su grado de cohesi¨®n.
Cuando los pol¨ªticos y los ciudadanos de un pa¨ªs comprenden la importancia estrat¨¦gica que las infraestructuras poseen y aceptan mantener el pulso que supone su renovaci¨®n permanente establecen uno de los pilares M¨¢s importantes del desarrollo a largo plazo e inmunizan a la econom¨ªa, al menos en parte, contra los efectos negativos del ciclo econ¨®mico.
De lo anteriormente expuesto debe de retener el lector dos ideas fundamentales: a) las infraestructuras se renuevan constantemente creciendo en importancia los sistemas de gesti¨®n de las mismas, b) la infraestructura condiciona la eficacia econ¨®mica y la cohesi¨®n a largo plazo de una sociedad.
Los cielos
Las inversiones en infraestructura son, sin embargo, muy costosas y no es de extra?ar que multitud de gobiernos opten por recortarlas para hacer frente a las dificultades presupuestarias. Tales dificultades se ven particularmente agravadas en tiempo de recesi¨®n o crisis econ¨®mica debido a los menores recursos que afluyen a las arcas del Estado y las mayores demandas provocadas por el ciclo bajo d¨¦ la econom¨ªa.
El ciclo econ¨®mico se da tambi¨¦n, naturalmente, en pa¨ªses bien dotados de infraestructuras y la existencia de estas ¨²ltimas no puede evitar que se cierren empresas y crezca el paro. Sencillamente, los pa¨ªses m¨¢s desarrollados soportan mejor el ciclo adverso.
Al poco de iniciarse la crisis de 1973 / 74 muchos pa¨ªses desarrollados optaron por no continuar con sus programas de infraestructuras de transporte ante una crisis que se preve¨ªa larga. De todas formas, la recuperaci¨®n lleg¨® y el resultado fue la aparici¨®n de disfunciones generalizadas y saturaci¨®n precisamente cuando el dinamismo de la econom¨ªa requer¨ªa lo contrario. ?La gesti¨®n de la infraestructura escasa y mal adaptada corr¨ªa a cargo del fantasma de Malthus.
Hoy, mal resuelta la escasez y poca calidad de las mismas infraestructura s, la recesi¨®n vuelve a escena y con ella la tentaci¨®n de cortar de nuevo las inversiones. Este es el caso en nuestro pa¨ªs.
Tampoco hay que dejar, no obstante, que el fantasma de Keynes cobre protagonismo en este campo y que se haga del gasto en infraestructura un "estabilizador autom¨¢tico" para mitigar los efectos adversos de la recesi¨®n.
El gasto en infraestructura tiene por vocaci¨®n mantener y aumentar la eficacia y la competitividad de una econom¨ªa en el largo plazo y en ¨¦ste la econom¨ªa registra invariablemente crecimiento tendencial que se ver¨¢ reforzado por la contribuci¨®n de la infraestructura independientemente de las oscilaciones c¨ªclicas. Son precisamente las ganancias en crecimiento tendencial que permite el desarrollo de las infraestructuras las que alivian los rigores del ciclo adverso de la econom¨ªa.
Por ello el compromiso que el Gobierno de nuestro pa¨ªs parec¨ªa dispuesto a mantener, antes de las preocupantes noticias econ¨®micas de este verano, de dedicar el 5% del PIB a la inversi¨®n p¨²blica merec¨ªa una calurosa acogida. Enti¨¦ndame el lector, no en cuanto a la cifra, que deber¨ªa ser algo superior, pero desde luego en cuanto al principio de establecer un tono regular de inversi¨®n p¨²blica en infraestructura, tan necesaria en nuestro pa¨ªs. La recesi¨®n no puede acabar con ese compromiso. No se trata de darle negocio a la construcci¨®n sino de no quitarle al pa¨ªs oportunidades de crecimiento a largo plazo manteniendo un n¨²cleo estable de gasto productivo y evitando que su desarrollo infraestructural sufra la hist¨¦resis del pasado.
Imagino que la bondad de una regla de inversi¨®n p¨²blica como la citada requiere estudios detallados sobre las necesidades de nuestro pa¨ªs, criterios de asignaci¨®n, prioridades, etc¨¦tera. Requiere tambi¨¦n acuerdos y consenso entre partidos y administraciones que refuercen nuestra estancia ante los posibles financiadores adicionales internacionales, comunitario o incluso el inversor privado. Pero sobre todo requiere tenacidad, pedagog¨ªa popular y liderazgo por parte del partido que, a la saz¨®n, asuma la responsabilidad de gobernar.
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