El colmo pol¨ªtico del culmen art¨ªstico
Tras ¨ªmprobos esfuerzos, como si lo que hiciese museo a un museo no fuera la colecci¨®n sino tener elevadores transparentes, he aqu¨ª, por fin, la presentaci¨®n p¨²blica de la colecci¨®n del Museo Nacional del Centro de Arte Reina Sof¨ªa, cuatro a?os despu¨¦s de su constituci¨®n legal como, museo nacional; dos, de la segunda remodelaci¨®n del edificio; seis, de la primera, que, a su vez, se hab¨ªa iniciado hac¨ªa otros seis, en 1980, y, por ¨²ltimo, coincidiendo con lo que se ha dado en llamar Plan de Reordenaci¨®n de las Colecciones Estatales, que hasta el momento ha consistido en hacer agujeros en un museo para tapar con un remiendo los de otro, lo que le tiene muy agradecido y contento al presidente del Real Patronato del MNCARS, como se explica en la presentaci¨®n del cat¨¢logo editado al efecto, ya que no en balde "ha sido part¨ªcipe activo y testigo especial de los esfuerzos realizados a lo largo de estos a?os que culminan ahora".Gramaticalmente no est¨¢ muy claro, sin embargo, lo que hay que entender por culminaci¨®n: si el paso de los a?os y entonces estamos ante la celebraci¨®n de un aniversario, como, por ejemplo, el decimosegundo del inicio de la remodelaci¨®n del edificio, o bien el cuarto del nombramiento del real patronato, lo que no es para tom¨¢rselo a broma porque durante ellos han desfilado por la pasarela de la participaci¨®n activa y el testimonio especial, pero con desigual suerte, una directora en funciones, Carmen Gim¨¦nez, y dos directores titulares, Tom¨¢s Llorens y Mar¨ªa Corral; o, quiz¨¢, los esfuerzos, que, desde el punto de vista arquitect¨®nico y financiero, han sido ciertamente formidables; o, en fin, si acaso lo que ahora se culmina sea el susodicho Plan de Reordenaci¨®n y, qui¨¦n sabe, si hasta la colecci¨®n misma, lo que, de ser as¨ª, francamente me parecer¨ªa m¨¢s el colmo que el culmen.
Al margen de que una colecci¨®n de arte contempor¨¢neo, por definici¨®n, nunca se culmina, en la que ahora nos ocupa lo m¨¢s optimista que cabe decir, en todo caso, es que quiz¨¢ recomience por fin su andadura en buena direcci¨®n tras casi un siglo de extrav¨ªo. ?C¨®mo, si no, se puede explicar que de las 8.900 piezas heredadas del desaparecido Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo (MEAC) -que, porcierto, sigue convocando con estas siglas a citas extravagantes- apenas se haya salvado en la presente exposici¨®n un centenar, aproximadamente un poco m¨¢s del l%?
Pr¨¦stamos
M¨¢s datos: lo que ahora se exhibe suma, si no me equivoco, 274 piezas, de las cuales una parte son pr¨¦stamos temporales de la ahora llamada Asociaci¨®n de Amigos del Arte Contempor¨¢neo; otra, de la colecci¨®n de la Telef¨®nica; una tercera, de coleccionistas privados, y una cuarta, esta vez ya con la curiosa categor¨ªa de "pr¨¦stamos permanentes", del Museo del Prado, que constituye, en t¨¦rminos de importancia art¨ªstica, el 90% del valor de lo exhibido. A este conjunto hay que a?adir los legados de Dal¨ª y Mir¨®, el fant¨¢stico cuadro de Picasso Los espa?oles muertos por Francia, que nos regal¨® el Gobierno galo de Mitterrand, y otras donaciones diversas.
Pues entonces, se preguntar¨¢ el lector: ?qu¨¦ es lo que queda realmente propio -y no apropiado temporal o permanentemente- del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa? Pues exactamente el n¨²mero de adquisiciones realizadas desde el a?o 1987, que suman 115 piezas, entre las que hay, sin duda, media docena de obras extraordinarias, una veintena de indiscutible inter¨¦s y hasta otra veintena interesante a secas.
?Esto es el culmen para quienes llevan 12 a?os mareando la perdiz en medio de fastuosos dispendios inmobiliarios y reordenaciones? Yo, por mi parte, prefiero creer, con el permiso del presidente del real patronato, que esto sea el fin de una pesadilla y tras ella se pueda alg¨²n d¨ªa no demasiado lejano pasearse sin sonrojo entre las obras de una colecci¨®n nacional de arte contempor¨¢neo digna de este nombre, y con obras, eso s¨ª, ni prestadas, ni usurpadas, ni reordenadas, sino leg¨ªtima y orgullosamente propias.
Un primer esbozo
Al margen de las procelosas vicisitudes, de fondo y de forma, que acompa?an a la colecci¨®n del MNCARS, el esfuerzo hecho ahora por Mar¨ªa Corral para presentar, por primera vez, esta exposici¨®n denominada oficialmente Selecci¨®n del museo merece nuestra atenci¨®n cr¨ªtica, entre otras cosas porque, de recibir los apoyos adecuados, hay que suponer que constituir¨¢ el perfil de la futura colecci¨®n.Pues bien, desde mi punto de vista hay en esta selecci¨®n un primer dato alentador: que se ha tratado de argumentar y no de inventariar, que es lo que diferencia al museo del guardamuebles. Argumentar una colecci¨®n exige, en cualquier caso, una no peque?a dosis de valor, pues supone discriminar, y discriminar abre impensables heridas sin cuento, pero argumentar a trav¨¦s de fondos como los ahora existentes y sin siquiera poseer aliviaderos complementarios para descargar presiones, como bien podr¨ªa haberlo sido el MEAC, est¨¢ pr¨®ximo a la haza?a.
El argumento dise?ado es, por lo dem¨¢s, el que tiene que ser: una definici¨®n hist¨®rica del arte moderno a trav¨¦s del gusto espa?ol. Esta gu¨ªa es patente, sostenida con br¨ªo y, en ocasiones, brillante durante la primera mitad del siglo incluyendo en ella hasta el informalismo de la d¨¦cada de los cincuenta; luego, se toma confusa y vacilante y, finalmente, se desploma, no por cierto porque las piezas seleccionadas de actualidad y presentadas con el expresivo r¨®tulo de Propuestas carezcan en s¨ª de valor e inter¨¦s, pues las hay de Nauman, Soto, Flavin o Solano muy notables, sino porque aqu¨ª todo se diluye en pura e incierta expectativa de no se sabe bien qu¨¦ y, como tal, se asemeja a una especie de tanteo hecho con los pobres, por deslavazados, retales que se tienen a mano. Es, se me dir¨¢, el futuro, pero el secreto cr¨ªtico consiste, como se?al¨® H. Bauer, "en transferir el pasado al futuro".
Ejemplos positivos
Antes de llegar a la d¨¦cada de los sesenta, que es a partir de donde, a mi juicio, m¨¢s se pierde el rumbo nacional e internacionalmente, hay alg¨²n ejemplo muy positivo de dial¨¦ctica integraci¨®n, como el de la sala de Fontana, que tan bien acompa?a las po¨¦ticas irrupciones en el espacio, el gesto y la materia de nuestros informalistas y expresionistas de los cincuenta, como, m¨¢s atr¨¢s, Calder, Arp, Lam, Matta, cumplen asimismo esa funci¨®n, aunque su presencia sea precaria. En todo caso, lo que mejor queda atado son los episodios de la llamada Escuela de Par¨ªs, el realce dado a los figurativos locales inspirados en el neoclasicismo italiano y la nueva objetividad alemana, el riqu¨ªsimo y siempre sorprendente surrealismo ib¨¦rico reforzado por la potencia estupefaciente de Mir¨® y Dal¨ª, y, c¨®mo no, los inclasificables exc¨¦ntricos de la modernidad, que para m¨ª son por igual Solana y Julio Gonz¨¢lez, que merecidamente gozan de privilegiadas salas individuales.
Por lo dem¨¢s, la presencia de Picasso, que deber¨ªa ser ¨¦tica, y est¨¦ticamente el aut¨¦ntico nervio de la colecci¨®n, es todav¨ªa, a pesar de hallazgos, regalos, reordenados hurtos y otras componendas, clamorosamente insuficiente. Y es que no habr¨¢ identidad para nuestra colecci¨®n nacional hasta que ese hueco picassiano no se rellene como es debido y la presencia de Juan Gris, Julio Gonz¨¢lez, Joan Mir¨® y Salvador Dal¨ª se vean proporcionalmente equilibradas en cantidad y calidad. Culminemos, pues, este primer esbozo de definici¨®n de una futura colecci¨®n, aunque s¨®lo sea para que pol¨ªticos y patronos puedan tomarse un descanso de tantos y tan prolongados esfuerzos.
Babelia
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