Europa adelante
EL TRIUNFO del s¨ª es una gran noticia para los franceses y para todos los europeos. Europa ha respirado con alivio ante la apretad¨ªsima victoria que el Tratado de Maastricht ha obtenido en Francia (un escaso 51 % de s¨ªes frente a algo m¨¢s de un 49% de noes, con -un 70% de participaci¨®n, seg¨²n datos oficiales). Los ciudadanos franceses, dentro de la diversidad de sus opciones pol¨ªticas, se han pronunciado por no retroceder en la construcci¨®n de la unidad econ¨®mica y pol¨ªtica de Europa. En Espa?a, pr¨¢cticamente todas las fuerzas pol¨ªticas (con excepci¨®n de un sector de IU) han acogido favorablemente el resultado final.El evidente susto que en cualquier caso han vivido los Gobiernos de los pa¨ªses desarrollados, y que se ha resuelto en ¨²ltima instancia por un margen de infarto, exige la reflexi¨®n. El fuerte atractivo del no muestra la inmadurez del proyecto europeo. No es s¨®lo que algunos plazos para la uni¨®n monetaria sean demasiado constrictivos en una- fase de recesi¨®n econ¨®mica generalizada. Tambi¨¦n que el contenido pol¨ªtico del tratado resulta insuficiente para cubrir el d¨¦ficit democr¨¢tico que arrastra la CE, de manera que apenas contrarresta el v¨¦rtigo que supone para algunos acabar con ese marco de solidaridad e identificaci¨®n colectiva que ha sido durante 200 a?os el Estado nacional. En esta circunstancia, la lentitud del avance pol¨ªtico respecto al econ¨®mico -el Estado nacional en retroceso, pero la uni¨®n pol¨ªtica muy incipiente- crea un vac¨ªo que posibilita la expansi¨®n de los nacionalismos ¨¦tnicos. El muy importante porcentaje de noes debe ser interpretado como un serio mandato para sopesar las cosas m¨¢s cuidadosamente antes de lanzarse a complejas propuestas consultivas que admiten, como se ha visto, interpretaciones contrapuestas desde todas las ideolog¨ªas.
Ciertamente, el triunfo del s¨ª no conlleva una recuperaci¨®n absoluta de la confianza de los agentes econ¨®micos. Independientemente de las p¨¦simas condiciones en que hoy se desenvuelven la mayor¨ªa de las econom¨ªas europeas (dificultades para recuperar los ritmos de crecimiento, para reducir los desequilibrios y solucionar algunos de los problemas estructurales que presentan), la inestabilidad que ha experimentado en la ¨²ltima semana el Sistema Monetario Europeo (SME) ha dejado abierta una crisis que el resultado del refer¨¦ndum no cierra en absoluto. La reiterada actitud de Alemania. de no modificar su pol¨ªtica econ¨®mica -como se?al¨® en la reuni¨®n que el G-7 sostuvo el s¨¢bado en Washington- no propicia soluciones a corto plazo.
Pero lo cierto es que el comportamiento de quienes votaron afirmativamente en Francia en la jornada de ayer permite se?alar que el triunfo propicia una Europa m¨¢s estable. Ahora existen las condiciones para preparar de manera menos crispada, pero con evidente atenci¨®n al importante n¨²mero de opositores, los pasos que a¨²n quedan por recorrer para que el camino de Maastricht pueda iniciarse en 1993: las ratificaciones parlamentarias en varios pa¨ªses y la soluci¨®n del problema planteado por el no dan¨¦s.
Interdependencia y amenazas
Como era previsible, las turbulencias financieras de los ¨²ltimos d¨ªas que culminaron con el estallido de dos eslabones del Sistema Monetario Europeo (lira y libra) han hecho reaccionar a los franceses en el sentido de apoyar las soluciones europeas. Esas mismas turbulencias han puesto de relieve que no hab¨ªa soluciones en un marco nacional. Estamos todos en un mismo barco. La interdependencia es el fen¨®meno decisivo del actual momento de la historia. Por ello no se evitan las amenazas de inestabilidad volviendo hacia atr¨¢s, hacia los ego¨ªsmos y estrecheces nacionales, sino avanzando hacia la moneda europea.
Las heridas siguen abiertas: dos pa¨ªses han abandonado el acuerdo y no es previsible que vuelvan a ¨¦l de forma inmediata; algunos de los que permanecen ten¨ªan hasta hoy a sus monedas en una clara posici¨®n de provisionalidad que a la vista de la reacci¨®n de los mercados en las primeras horas parecen confirmar la validez, no exenta de cautelas, de los actuales tipos de cambio centrales. Adem¨¢s, ser¨¢ dificil eliminar el malestar creado por la actuaci¨®n de las autoridades alemanas en esta crisis; el enfrentamiento manifiesto de los brit¨¢nicos, es. s¨®lo el exponente m¨¢s visible. En definitiva, el ajustado resultado afirmativo del refer¨¦ndum no devolver¨¢ la consistencia de que dispon¨ªa hasta ahora ese acuerdo de estabilidad cambiaria, pilar sobre el que se hab¨ªa fundamentado la viabilidad del proyecto de uni¨®n monetaria recogido en el Tratado de Maastricht, pero s¨ª alivia en buena parte el sombr¨ªo panorama que alentaba la opci¨®n contraria.
La normalizaci¨®n de la actividad econ¨®mica y el asentamiento de las expectativas de los agentes exigir¨¢n no s¨®lo un ejercicio de cooperaci¨®n entre las autoridades econ¨®micas de los Doce destinado a normalizar el funcionamiento del SME. Igualmente es m¨¢s necesario que nunca que esos programas nacionales de reducci¨®n de las divergencias reales de sus econom¨ªas proyecten la credibilidad necesaria. Esa ser¨¢ la mejor forma de inmunizaci¨®n contra convulsiones similares a las registradas la pasada semana.
Una convergencia realista
Tambi¨¦n ser¨¢ necesario adecuar los planes de convergencia a hip¨®tesis m¨¢s realistas, consecuentes no s¨®lo con la debilidad de las econom¨ªas, sino tambi¨¦n con esa mayor vulnerabilidad del proyecto de uni¨®n. De ah¨ª el acierto de la convocatoria de una reuni¨®n urgente de los jefes de Estado y de Gobierno comunitarios para examinar las medidas necesarias, convocada en la noche del domingo por el primer ministro brit¨¢nico, John Mayor, para los primeros d¨ªas de octubre. Maastricht ofrece un marco, pero dentro de ¨¦l hay que estudiar los mecanismos m¨¢s adecuados a la luz de lo que est¨¢ ocurriendo.
En el ¨¢mbito m¨¢s espec¨ªfico de la pol¨ªtica interior francesa -que ha condicionado de forma tan desproporcionada la suerte de los dem¨¢s ciudadanos comunitarios- es evidente que el desarrollo del refer¨¦ndum ha sido esencialmente negativo, porque resultar¨ªa il¨®gico deducir del resultado un triunfo personal de Mitterrand con esa m¨ªnima diferencia de votos. Incluso lo m¨¢s inteligente por su parte ser¨ªa buscar cuidadosamente el momento m¨¢s id¨®neo para retirarse, una vez cumplido su destacado papel en la construcci¨®n de la unidad europea. Es evidente que dicha uni¨®n superar¨ªa alguno de sus obst¨¢culos con un cambio en la presidencia francesa, desgastada hasta el l¨ªmite en la larga y dura campa?a previa a la consulta popular. El propio Gobierno sale malparado al no haber sido capaz de evitar que en las filas socialistas surgiera una corriente partidaria del no. El triunfo del s¨ª lo ser¨ªa tambi¨¦n en buena medida de Giscard d'Estaing, lo que abre la posibilidad de formar un Gobierno de coalici¨®n de centro-izquierda en el que los socialistas podr¨ªan colocar, por ideolog¨ªa y talante, a cualquiera de sus candidatos m¨¢s claros: Rocard, Fabius o Delors, compatibles todos ellos con una derecha centrista desde su concepto de la pol¨ªtica.
Por lo que ata?e a Espa?a, y se?alada ya que la ¨²nica oposici¨®n tajante al Tratado de Maastricht en el ¨¢mbito parlamentario se reduce a un sector de IU, la lecci¨®n m¨¢s clara de la jornada de ayer, por elemental que parezca, es que su pol¨ªtica econ¨®mica ha de asentarse sobre bases que permitan el buen funcionamiento de la econom¨ªa. La hora de las pol¨ªticas basadas exclusivamente en el voluntarismo y el aumento constante de la demanda ha pasado. El Gobierno ha de trabajar en mejorar sus condiciones de oferta. Es cierto que no existen muchas alternativas a la pol¨ªtica econ¨®mica actual, pero, ciertamente, s¨ª existen diferentes prioridades y distintas actitudes. Ese es su gran reto en esta hora de mayoritaria satisfacci¨®n.
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