Una obra genial que durmi¨® durante dos siglos
Tras la versi¨®n francesa de El asedio de Corinto, de Rossini, la resurrecci¨®n de Gibraltar de Barbieri y las dos jornadas protagonizadas por Pierre Boulez, el Festival. de Oto?o que organiza la Comunidad de Madrid y sus colaboradores y patrocinadores han presentado el s¨¢bado en La Zarzuela Dido y Eneas, de Purcell, en una producci¨®n, que hoy se representar¨¢ por segunda vez, del English Bach Festival Trust que dirige la activa Lina Lalandi. Dido y Eneas es uno de los pocos casos en que una obra genial pudo dormir un sue?o de m¨¢s de dos siglos.Desde la fecha de su estreno, 1689, en un pensionado femenino de Chelsea, hasta su verdadera puesta en circulaci¨®n en 1895 cuando, para conmemorar el bicentenario del compositor brit¨¢nico, se represent¨® en el Royal College of Music, de Londres, con acompa?amientos a?adidos por Charles Wood. Desde all¨ª la obra se extendi¨® por el Reino Unido y ya en los a?os veinte arrib¨® a Nueva York, Hamburgo, Par¨ªs, Viena y Basilea.
Dido y Eneas
Festival de Oto?o. Dido y Eneas, de Tate y Purcell. The English Bach Festival Trust. Direcci¨®n musical: P. Ash. Direcci¨®n esc¨¦nica: T. Hawkes. Coreograf¨ªa: S. Cremer. Vestuario: F. Atherton. Teatro de la Zarzuela. Madrid. 3 de octubre.
Unas veces en versi¨®n de concierto -como la dio en Madrid Alberto Blancafort con ?ngeles Chamorro de protagonista- y otras en representaci¨®n, la suerte favorable de Dido y Eneas estaba echada. Entre las espa?olas que crearon en nuestro tiempo el principal personaje femenino hay que destacar a Victoria de los ?ngeles, bajo la direcci¨®n de Barbirolli, y a Teresa Berganza, con Bruno Maderna en el podio.
Puente estil¨ªstico
Hist¨®ricamente, Dido y Eneas puede entenderse como el gran puente estil¨ªstico entre Monteverdi y Gluck. Pero el caso de Purcell es muy peculiar y para su creaci¨®n parece haberle bastado con las tradiciones de su pa¨ªs y no s¨®lo las esc¨¦nicas.La obra, que est¨¢ basada en un pasaje de La Eneida, se alza como algo ¨²nico por su poder de s¨ªntesis, su ausencia de ret¨®rica y tambi¨¦n su efectividad psicol¨®gica, al cantar las pasiones en un continuo de recitativos y arias integrados en una sola unidad expresiva con puntos ¨¢lgidos de tensi¨®n l¨ªrico-dram¨¢tica como son las dos arias de Dido, relajaciones un tanto popularistas y ecos patentes de las mascaradas inglesas.
Sobre estos valores, nos encontramos con una espl¨¦ndida fusi¨®n de la melod¨ªa y el idioma, todo ello dentro de un cuadro sobrio provocado, en parte, por la reducci¨®n del tema hecha por el libretista Nahum Tate a fin de no sobrepasar la hora de duraci¨®n que acaso era pr¨¢ctica en los espect¨¢culos del aludido internado londinense. En la versi¨®n montada ahora se ha a?adido, como tantas veces, el pr¨®logo original del mismo Purcell; de car¨¢cter mitol¨®gico.
Sobre fondo negro, sin m¨¢s escenograf¨ªa que las luces, unos trajes de ¨¦poca muy bellos, el inteligente movimiento de los personajes y la muy calculada intervenci¨®n del ballet, la versi¨®n presenciada ahora nos retrotrae a lo que pudo ser la representaci¨®n en el d¨ªa del estreno por lo sumario de los efectivos y la adecuaci¨®n de la interpretaci¨®n vocal e instrumental.
Ning¨²n gran divo, pero s¨ª una compa?¨ªa capaz de hacer bien esta alta m¨²sica e intenso teatro hasta evidenciar ese "vasto ambiente emocional", como escribe Dent, que enmascara la misma brevedad de la pieza. Della Jones, en Dido, la hechicera, Venus y el esp¨ªritu;. Nigel Leeson Willianis, en Eneas y Febo; Marilyn Hill, en Belinda y Fuente; y el resto del reparto, dirigido musicalmente por Peter Ash, esc¨¦nicamente por Tom Hawkes y en lo coreogr¨¢fico por Sarah. Cremer, hicieron aut¨¦ntica ¨®pera de c¨¢mara.
El ¨¦xito fue grande aunque la asistencia dist¨® de ser la merecida para esta representaci¨®n singular y poderosamente atractiva.
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