El Brillante de Atocha
El Brillante de Atocha reluce con sus m¨²ltiples facetas en la despejada y populosa glorieta, enfrentado a los monumentales hangares de la estaci¨®n ferroviaria. Liberada la plaza del siniestro y emblem¨¢tico paso elevado, scalextric de ominosa estampa, considerado en su d¨ªa como el no va m¨¢s del progreso y la modernidad, Atocha sigue siendo la puerta de Madrid hacia el Sur, abigarrado zoco bien provisto de bares de bocadillos, chiringuitos y quioscos que marcan su personalidad castiza y popular. El nuevo Centro de Arte Reina Sof¨ªa y la cl¨¢sica feria permanente de libros de la cuesta de Moyano otorgan a esta glorieta -que excede en sus dimensiones del familiar diminutivo- sus cartas de nobleza cultural, credenciales que no bastan para coartar a los voluntariosos trileros que montan su breve y espantadizo tinglado a escasos metros del flamante museo, exactamente a las puertas de El Brillante, bar cervecer¨ªa, anchuroso y polifac¨¦tico, que ofrece m¨¢s de cien especialidades gastron¨®micas diferentes a su multitudinaria clientela, del pincho de tortilla a la pizza italiana, del zarajo de Cuenca a la copa Melba.Mil desayunos y otras tantas raciones y bocadillos se sirven diariamente en los cuatro mostradores de un establecimiento que puede considerarse como cl¨¢sico de la hosteler¨ªa madrile?a, pese a su relativamente reciente fecha fundacional. El Brillante de Atocha fue inaugurado en 1961, fiel a la f¨®rmula que hab¨ªa probado su ¨¦xito en otra cervecer¨ªa del mismo nombre instalada desde 1952 en la calle de Eloy Gonzalo del barrio de Chamber¨ª.
Si se except¨²a la terraza que ocupa seis meses al a?o la acera de la glorieta, El Brillante es un bar para estar de pie, aferrado a la ca?a y al berberecho que suelen poner de aperitivo, hinc¨¢ndole el diente al bocata de calamares o mojando churros en el chocolate o el caf¨¦ con leche
Los calamares
La oferta de desayuno completo, con churros, porras y zumo de naranja, a 180 pesetas convoca a primeras horas de la ma?ana a una clientela fija a la que se agregan los transe¨²ntes ferroviarios y los amantes de la cultura, estudiantes del conservatorio con sus instrumentos bajo el brazo y j¨®venes artistas con sus cartapacios.
Pero frente a todas las tentaciones de la carne y el pescado, expuestos en amplios bodegones fotogr¨¢ficos que constituyen la ¨²nica decoraci¨®n del local, prevalece el imperio del bocadillo de calamares, que se ha ido convirtiendo en reliquia de imposible nostalgia, en retirada ante la invasi¨®n de la hamburguesa.
Para el responsable del establecimiento es timbre de orgullo que el madrile?¨ªsimo bocata de calamares se siga despachando m¨¢s que la for¨¢nea hamburguesa que sacia los apetitos adolescentes. El Brillante ha remozado su carta y su espacio, sin perder su estilo, para dar cabida y satisfacci¨®n a los nuevos clientes de cola y burger, pero la ca?a de cerveza, las bravas, los bocadillos y los pollos asados, que forman la base de las t¨ªpicas "bolsas de viaje", siguen siendo los productos favoritos del p¨²blico, un p¨²blico indefinible por su variedad, un p¨²blico de amplio espectro, como corresponde a un lugar de tr¨¢nsito perpetuo.
Tres alhajas
Con una maleta de madera y cinco duros en el bolsillo lleg¨® a Madrid en 1934 un chaval leon¨¦s de 14 a?os, Alfredo Rodr¨ªguez Villa, integrado sin saberlo en esa pujante y fluida migraci¨®n de gallegos, asturianos, sanabreses o castellanos que acabar¨ªan por fundar las mejores tabernas y figones de la Villa, noble estirpe cuya impronta se sigue todav¨ªa, y por muchos a?os, en los comercios tradicionales madrile?os. La guerra civil fren¨® sus ambiciones por un tiempo, pero Alfredo segu¨ªa teniendo las ideas claras y aguzado el instinto del negocio. El primer Brillante fue consecuencia directa, secuela etimol¨®gica, de dos bares en los que el joven leon¨¦s hab¨ªa trabajado anteriormente, La Joya, junto a la plaza Mayor, y El Diamante de los Cuatro Caminos.
Los herederos del establecimiento veneran la memoria del fundador y permanecen fieles a sus principios y a su estilo. Ayer y hoy, El Brillante sigue ofreciendo a su parroquia precios econ¨®micos, productos de calidad y un indescriptible surtido para todos los gustos y bolsillos, desde la econ¨®mica croqueta de 60 pesetas al salpic¨®n de mariscos, la raci¨®n m¨¢s cara, que puede degustarse por 1.100. Amplio y muy barato es tambi¨¦n el sector de boteller¨ªa, que incluye raciales cazallas y whiskys de prestigiosas etiquetas que se expenden para la calle muchas veces por debajo de su precio habitual en las bodegas. "El beneficio", aclara el encargado, "lo sacamos de las ca?as que se toman los que vienen a comprar botellas, que muchas veces son los due?os de otros bares y terrazas de la zona". Nadie sale insatisfecho de El Brillante de Atocha, que tiene a gala contentar el gusto del ni?o m¨¢s remilgado y pelmazo, del turista m¨¢s desconfiado y del m¨¢s veterano y exigente aficionado al tapeo y a la ca?a.
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