El holgado triunfo del 'no' en Canad¨¢ aumenta la incertidumbre sobre el futuro de Quebec
T. MALINIAK ENVIADO ESPECIAL, El resultado del refer¨¦ndum constitucional no vinculante de Canad¨¢, celebrado el lunes, no admite dudas. Un 54,9% de noes y un 45,1% de s¨ªes es un veredicto sin ambig¨¹edad alguna. "El entendimiento de Charlottetown", es decir, el acuerdo para reformar la carta fundamental alcanzado el pasado 28 de agosto por el Gobierno federal y los de las 10 provincias, ha nacido muerto. Seis provincias sobre 10 lo han rechazado. Canad¨¢, una vez m¨¢s, se encuentra sin consenso constitucional, y la incertidumbre planea sobre el futuro de las relaciones entre la provincia franc¨®fona de Quebec y sus vecinas angl¨®fonas.
La victoria del no ha sido inapelable y generalizada: seis provincias canadienses de las 10, entre ellas todas las m¨¢s pobladas, rechazaron el acuerdo de agosto. En Quebec el no lleg¨® al 56,6% de los sufragios, frente al 43,4% por el s¨ª.En la provincia rebelde por antonomasia de la federaci¨®n canadiense, los independentistas, que llevaron la voz cantante en la campa?a, lograron atraerse no s¨®lo a los separatistas, sino tambi¨¦n a muchos de los federalistas, es decir, a muchos de los quebequeses dispuestos a seguir formando parte de Canad¨¢, pero con tal de que le sea reconocido m¨¢s. ampliamente su derecho a la especificidad. El voto de la minor¨ªa angl¨®fona (11% de la poblaci¨®n de la provincia), que se pronunci¨® masivamente a favor del acuerdo, no bast¨® para invertir la tendencia.
En el oeste y centro-oeste Canad¨¢, los partidarios del no arrasaron: 67,7% de los sufragios en Columbia Brit¨¢nica, 60,3% en Alberta, 61,8% en Manitoba. Las motivaciones de los electores, sin embargo, eran ah¨ª exactamente inversas a las de los quebequeses. El oeste canadiense considera que el acuerdo de Charlottetown era demasiado complaciente con los "separatistas franc¨®fonos". Admite mal, por ejemplo, que el acuerdo otorgue a Quebec una representaci¨®n fija en la C¨¢mara cualquiera que sea su n¨²mero de habitantes, a pesar de que la poblaci¨®n de la provincia franc¨®fona est¨¢ estancada y que la de la del oeste crece r¨¢pidamente. Tambi¨¦n tuvo su peso el rechazo global hacia la clase pol¨ªtica y a la lejana capital federal, Ottawa.
El s¨ª gan¨®, aunque con una ¨ªnfima diferencia, en la provincia m¨¢s poblada e industrializa del pa¨ªs, Ontario, con el 50,1 %, aunque hasta ¨²ltima hora parec¨ªa que el no iba a triunfar. Durante la primera parte de la campa?a, los habitantes de esta provincia que constituye el pulm¨®n econ¨®mico del pa¨ªs parec¨ªan dispuestos a votar holgadamente por el s¨ª, con tal de que un ¨¦xito de refer¨¦ndum permitiera, por fin, llegar a la paz constitucional y asegurar as¨ª la estabilidad necesaria para la buena marcha de los negocios. Pero qued¨® claro durante la campana que el consenso constitucional segu¨ªa lejos, y Ontario estuvo dudando sobre si pronunciarse en contra de un acuerdo que privilegiaba demasiado a su tradicional rival franc¨®fona.
Frente a este panorama desolador, el primer ministro federal, el conservador Brian Mulroney, quien se hab¨ªa deshecho en esfuerzos durante toda la campa?a, no pudo sino reconocer su fracaso estrepitoso. Apareci¨® ante las c¨¢maras de televisi¨®n hacia medianoche con el semblante apenado. "Me inclino sin vacilar ante el veredicto popular que acaba de emitirse", afirm¨® antes de a?adir, al dirigirse a los electores de Quebec, que aceptaba su toma de posici¨®n "sin reserva mental". Reconoci¨® que el acuerdo de Charlottetown "ya es historia". Mulroney, que se neg¨® a contestar a las preguntas de los periodistas, no dio ninguna indicaci¨®n sobre sus intenciones pol¨ªticas futuras.
"La guerra sigue"
El otro l¨ªder del bando del s¨ª, el primer ministro de Quebec, el liberal Robert Burassa, fue un poco mas expl¨ªcito y dio a entender que, a pesar del golpe sufrido, estaba decidido a seguir en la lucha pol¨ªtica. "Una batalla ha terminado, pero la guerra sigue", asegur¨®, y a?adi¨® que su prioridad "ser¨¢ de nuevo la econom¨ªa Y las finanzas". "Estaremos presentes para ganar las pr¨®ximas elecciones" (previstas en Quebec para el a?o 1993), afirm¨® incluso, arrancando as¨ª unos t¨ªmidos aplausos de sus seguidores.
En el bando del no, el presidente del partido quebequ¨¦s, Jacques Parizeau, apareci¨® radiante ante las c¨¢maras de televisi¨®n y enton¨® un discurso militante. "Los quebequeses hemos dicho esta vez lo que no queremos y diremos la pr¨®xima vez lo que queremos", asegur¨® en medio de los aplausos al aludir as¨ª a la perspectiva de un pr¨®ximo refer¨¦ndum sobre la independencia en su provincia. "Tenemos ahora que dejar a los canadienses ingleses definir su futuro mientras nosotros decidiremos el nuestro, y deseamos que las cosas se aceleren". Con este discurso abiertamente independentista, Parizeau romp¨ªa con la l¨ªnea de prudencia seguida durante la campa?a, cuando afirmaba, para no asustar a los electores moderados, que el no no representaba un s¨ª a la independencia de Quebec.
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