A trav¨¦s del cristal
Dar¨ªo UrzayGaler¨ªa Gamarra y Garriges. Doctor Fourquet, 12. Madrid. Del 21 de noviembre al 30 de diciembre de 1992.
Con el t¨ªtulo de Pinturas en Nueva York, ciudad donde reside desde hace un par de a?os, presenta su obra ¨²ltima Dar¨ªo Urzay (Bilbao, 1958), casi el ¨²nico pintor dentro de esa generaci¨®n de escultores vascos, que han alcanzado, seg¨²n los casos, cierto predicamento internacional en los ¨²ltimos a?os, como Badiola, Irazu, Moraza, M. L. Fern¨¢ndez o C. Iglesias. Urzay, por otra parte, no se ha singularizado s¨®lo por ser pintor entre escultores, sino tambi¨¦n por su notable autoexigencia, que le ha llevado a prescindir de sucesivos campos abonados con prometedoras cosechas en ciernes, al menos en lo que se refiere a ese ¨¦xito r¨¢pido tan ansiosamente buscado hoy por casi todo el mundo.Dificultades y desaf¨ªos
Esta muestra as¨ª lo testifica, pues en ella comprobamos las dificultades y los desaf¨ªos a los que Urzay somete su natural sensible y sus muy buenas disposiciones t¨¦cnicas. As¨ª, si nos queremos situar de inmediato y por lo directo en el ¨²ltimo episodio de su aventura, habr¨ªa que empezar diciendo que estas pinturas neoyorquinas reducen al m¨¢ximo su efecto pl¨¢stico m¨¢s convencional, pero sin renunciar a lo que como plasmaci¨®n refinada de atm¨®sferas hasta ahora ven¨ªan comunicando. De hecho, rota toda frontera entre fotograf¨ªa y pintura, Urzay invierte el orden establecido y multiplica significaciones y sugerencias; logra, en una palabra, que lo ?c¨®nico cobrecalidez sensitiva, mientras que enfr¨ªa mec¨¢nicamente la fragancia paisaj¨ªstica donde un pintor sensible y dotado, como ha demostrado serlo ¨¦l, se suele regodear.
Es obvio que la tendencia actual es a relacionarse objetivamente con la pintura, pero el modo con que Urzay plantea ese equ¨ªvoco entre la mano y la mente, sin renunciar a la tensi¨®n entre ambos, me parece estimulante. En este sentido, la alianza entre la impresi¨®n fotomec¨¢nica, los pigmentos espolvoreados y los barnices sobre lienzos o telas de camuflaje crean un espacio de encantamiento visual, que posee la pulida faz de lo especular, pero sin renunciar al trasfondo, como si se tratara de esas bolas de cristal donde habitan im¨¢genes deensue?o, sustancias po¨¦ticas de un pasado o un futuro m¨ªticos; reflejos y reflexiones de una belleza sin tiempo ni lugar, a la que se alude de forma discretamente el¨ªptica, pero a la que, de ninguna manera, se estuviera dispuesto a renunciar. Y, claro, mientras no se produzcan estas renuncias, el arte, sea cual sea su eventual ilusionismo, logra sobrevivir.
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