Congreso de viejos invisibles en Madrid
Hace algo m¨¢s de una semana que se celebr¨® en Madrid el Primer Congreso Nacional de Organizaciones de Mayores, por cierto, que con muy escasa repercusi¨®n informativa. Parece que hay una relaci¨®n directamente proporcional entre el grado de existencia y la capacidad de consumo; como los viejos, en lugar de consumir, se consumen, y adem¨¢s hacen muy poco ruido, parece que existen poco. Pero existen; vete, si no, a la plaza Mayor, ahora que han abierto el mercadillo navide?o, da una vuelta por los al rededores, y ver¨¢s a los viejos en los bancos, de tres en tres, como puntos suspensivos que dejan inconcluso el sentido de tu vida.En realidad, da igual donde vayas los puedes ver en todas partes. Hay en este pa¨ªs m¨¢s de seis millones de viejos y muchos de ellos viven o sobreviven en Madrid, aunque no los vemos, ni siquiera cuando organizan un congreso, por que nos hemos acostumbrado a percibir los como sombras silenciosas, sin darnos cuenta de que esas sombras no proyectan otra imagen que la nuestra. El caso es que de tanto no verlos es como si habitaran en otra dimensi¨®n; pasan junto a nosotros con la fugacidad de un pensamiento inquietante que se olvida antes de doblar la esquina. S¨®lo nos interesan cuando nos divierten porque se han quedado tres d¨ªas, por ejemplo, atrapados entre la ba?era y el v¨¢ter so?ando culebrones, o cuando se matan entre s¨ª por celos. Nos interesan, pues, en tanto en cuanto, y ya que no consumen, se convierten en objeto de consumo informativo.Hace m¨¢s de una semana se han montado un congreso que, ya digo, no ha dado mucho de s¨ª informativamente hablando primero porque era un congreso de sombras, y segundo, porque la materia de la reuni¨®n era la angustia de que les congelen las pensiones o les disminuyan los ya cicateros servicios de asistencia social. La angustia de los viejos es una pesadez: adquiere formas que nos recuerdan nuestro propio futuro, del que llevamos a?os huyendo con m¨¢s pavor que de la adolescencia. Pero lo cierto es que siete de cada 10 viejos ganan menos de 50.000 pesetas al mes, y a partir de ah¨ª se alcanzan abismos salariales que en los despachos llaman "umbral de la pobreza", cuando en realidad son la puerta del infierno.
En Madrid est¨¢ habiendo ¨²ltimamente tal n¨²mero de acontecimientos, que es como si al fin hubi¨¦ramos alcanzado nuestra secreta vocaci¨®n perif¨¦rica (nada importante sucede nunca en el centro de las cosas), y, sin embargo, Madrid no ha sabido capitalizar ese primer congreso nacional de viejos. Ahora que parec¨ªa que volv¨ªa a ponerse de moda la solidaridad con el ¨¦xito de las manifestaciones, antirracistas, y antiterroristas, y con la imposici¨®n del lazo rojo del sida en la solapa, resulta que hemos olvidado otro modo de ser negro o de tener sida, que consiste en ser viejo. Y eso que dentro de nada, con ese paro encubierto que es la juibilaci¨®n anticipada, y mientras jubilaci¨®n contin¨²e significando incapacidad, seremos todos viejos.
La cosa es que estos d¨ªas, que hemos conseguido sacar del caj¨®n algunos antiguos h¨¢bitos solidarios para movilizar despachos oficiales y conciencias, hemos vuelto a olvidarnos de los viejos, que, sin embargo, nos hac¨ªan se?as desde el primer congreso que han logrado montar en esta ciudad fantasmal y perif¨¦rica del centro. Nadie los vio, no fueron materia de entrevistas ni de sesudos an¨¢lisis ni de columnas de opini¨®n. Ahora recuerdo que una vez vi una pel¨ªcula ambientada en una residencia de ancianos que me gust¨®, aunque hab¨ªa resultado un fracaso comercial. Le pregunt¨¦ a un amigo experto la raz¨®n del fracaso y respondi¨® al instante: "Porque trata de viejos". Pues eso, la que nos espera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Juan Jos¨¦ Mill¨¢s](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fea967556-8767-4b47-8dfb-f1cf582d4f9c.png?auth=af40f9fdaff853e65f3aa200f24bbe5d955c1b6f78bf691891df8a017b17b3f1&width=100&height=100&smart=true)